¡Viven! 40 años después de la tragedia de los Andes
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A 4.500 metros de altitud y 15 grados bajo cero, dieciséis hombres se apiñaban hace 40 años contra la estructura del pequeño bimotor Focker uruguayo estrellado en los Andes, en un intento de darse calor. El avión transportaba al equipo uruguayo de rugby del «Old Christians» a Santiago de Chile, donde se debía enfrentar con los «Old Boys», pero el 13 de octubre de 1972 se estrellaba en la cordillera de los Andes. Murieron 29 de sus pasajeros. [Galería:¡Viven!, 40 años del «Milagro de los Andes»]
Aquel día comenzó una lucha por la supervivencia que se prolongó durante 72 largos días de temperaturas bajo cero, hambre y desesperación... hasta que fueron rescatados en helicóptero después de que dos de ellos, Nando Parrado y Roberto Canessa, caminaran durante diez días hasta un poblado chileno y lograran dar el aviso. A la alegría del encuentro le siguió una agria polémica. ¿Cómo habían logrado sobrevivir tantos días en la nieve y sin apenas víveres?
«Ya no nos quedaban alimentos, habíamos agotado prácticamente las escasas provisiones de que disponíamos. Teníamos un hambre atroz al cabo de unos pocos días de no probar bocado. Estábamos en grave peligro de morir de inanición. Por otra parte, necesitábamos comer para tener calorías que nos permitieran resistir al frío. Estábamos desorientados y no sabíamos qué camino seguir. Fue entonces cuando pensamos en "aquello" para intentar aguantar unas semanas hasta que llegaran los socorros», relató entonces uno de los supervivientes al explicar que comieron la carne de sus compañeros muertos.
«Todo ser humano hubiera hecho lo mismo. Hay que tener en cuenta que lo hicimos con todo el respeto, dignidad y cristiandad que tenemos dentro. Utilizamos navajas de afeitar...».
La decisión de las autoridades de sepultar en los Andes los restos de los pasajeros fallecidos fue una prueba más de que los dieciséis supervivientes practicaron antropofagia. «La identificación de los cadáveres sería imposible», señaló el entonces encargado de negocios de Uruguay en Chile, César Charlone. Las 29 víctimas quedaron sepultadas en la falda del volcán Tinguiririca y los restos del avión fueron quemados por apenas diez expertos de alta montaña, acompañados de un sacerdote y un oficial de la Fuerza Aérea uruguaya. Una enorme cruz anaranjada con la inscripción «El mundo a los hermanos uruguayos. 1972» quedó en los Andes como testimonio de la tragedia, visible para los aviones que vuelan a diario por esa ruta.
Dos años después Piers Paul Read recogía su historia en el libro«¡Viven! La tragedia de los Andes», precursor de la película del mismo nombre que Frank Marshall rodó en 1993. El realizador estadounidense aseguró entonces que la cuestión del canibalismo «no constituyó la pregunta más delicada. No lo necesitaba saber, era secundario (...). El deseo de vivir, la supervivencia, es más importante».
La traumática experiencia unió para siempre a los dieciséis jóvenes en la convicción de que «no tuvimos otra elección: vivir o morir». Sin embargo, su actuación golpeó las conciencias en todas las direcciones. Teólogos y psiquiatras «absolvieron» a los supervivientes ante la situación límite a la que se enfrentaron. Hasta el escritor Álvaro Cunqueirose refirió a la polémica entonces con estas palabras, no ausentes de ironía: «Con todos los respetos, estimo que teólogos, juristas y sociólogos perdieron una gran ocasión para callarse. Por otra parte, ya nadie va a perecer de hambre en cualquier soledad, si tiene un ser humano cerca».
Un homenaje a la vida
Cuarenta años después, los dieciséis supervivientes recordarán el aniversario del accidente en Chile donde agradecerán la ayuda y acogida que recibieron tras su rescate. Como ya hicieran hace diez años, jugarán el partido de rugby que se suspendió en 1972, ahora ya sesentones. Según explicó el superviviente Roy Harley en rueda de prensa hace apenas unos días y recogía Efe, «es un homenaje a la vida después de haber sufrido aquel accidente, homenaje profundo a los que no volvieron». Ellos no olvidaron nunca que «el rescate entero lo hizo el pueblo chileno, con helicópteros chilenos y con todo un esfuerzo» que tienen que agradecerles, añadió. Por eso, entregarán una camiseta de rugby similar a la que usaban en 1972 al presidente chileno, Sebastián Piñera, firmada por ellos para agradecer a Chile el papel que tuvo en su «milagro».
Para José Luis Inciarte, los actos pretenden subrayar que «hace 40 años que pasó todo aquello y la tragedia quedó atrás. Y que esa tragedia se convirtió en milagro, pueséramos 16 con vida. Y que hoy somos más de 140 los descendientes que salimos de la montaña».
«Recuerdo que volvimos y esa gran aceptación y perdón de toda la gente que nos recibió y nos reintegró a la sociedad, después de lo que habíamos hecho y lo que nos había pasado. Pudimos integrarnos, y lo que tenemos que hacer es agradecer que ahora somos veteranos con nietos», señaló en rueda de prensa Adolfo Strauch.
La foto de este aniversario es a juicio de Carlos Páez la de su nieta Justina, «porque es el símbolo de que la vida continúa». Así lo han pretendido durante estos años los supervivientes, que crearon en 2006 junto a familiares de fallecidos en la tragedia la Fundación Viven para ayudar a las personas «cuya vida es una cuestión de supervivencia diaria, en memoria de los episodios y las personas relacionadas al accidente en los Andes».
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