domingo, 31 de agosto de 2014

ZAPATERO - Rojo, Feminista, Justiciero, Naif .. Y CON TALANTE

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Zapatero, por sí mismo

Rojo, Feminista, Justiciero, Naif, ...

Dieter Brandau Hevia
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José Luis Rodríguez Zapatero se ve como un hombre utópico, radical feminista, rojo, laicista, talentoso, naif y agradable. Dice de sí mismo: "me conozco muy bien y sé cuáles son mis valores vitales". No quiere ser un gran líder, aunque identifica su biografía con la de la Constitución y se ve como instrumento de un cambio social profundo.
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Rojo. El presidente se considera un hombre de izquierdas; "¡Es que soy rojo!", le decía a la periodista de la revista Marie Claire que le acompañó en su último viaje a las Naciones Unidas. La revista no es el único sitio en que se define con esa palabra. También lo hace ante los líderes mundiales, según el reportaje: "coinciden sus colaboradores que ni ante la Liga Árabe, cuando reclama la igualdad entre hombres y mujeres, ni ante los que presumiblemente le desprecian, como Berlusconi, se corta un pelo llamándose 'rojo'." Rodríguez Zapatero ha llegado a esa identificación porque, según repite, "nada me ha enseñado la derecha".
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Utópico. También se ve a sí mismo como un defensor de la utopía. "Sí, utilizo mucho esa palabra, forma parte de mi vocabulario esencial; los grandes avances en el mundo se han hecho defendiendo las causas de los dominados. Si la humanidad no hubiera tenido utopías no habríamos conseguido muchas conquistas que parecían imposibles; nada se movería". Ese utopismo es el que le lleva a "raptos poéticos" como los llama el reportaje de Marie Claire, aunque sólo los utiliza, según un cercano colaborador, en los discursos. No obstante, tuvo un arrebato, en un momento de confesión con la periodista de Marie Claire en la sala de Naciones Unidas: "Esta es la casa de todos, sin diferencias; de los ricos y de los pobres, de los países con historia y de los que apenas tienen historia; de los que creen en Dios, o en varios dioses, y de los que no creen. Fue en esta sala donde tuve la certeza de lo necesaria que resulta la Alianza de Civilizaciones, porque, a pesar de las diferencias, aquí todos nos sentimos iguales".
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Feminista. En una entrevista con el diario The New York Times, según incide el propio periódico, "se hace llamar 'feminista radical'". Fue más preciso en una entrevista concedida al semanario Time: "No sólo es que sea antimachismo. Soy feminista. Una cosa que en verdad enciende mis venas son 20 siglos de un sexo dominando al otro. Hablamos de esclavismo, feudalismo, explotación, pero la dominación más injusta es la que la mitad de la raza humana ha ejercido sobre la otra. Cuanto más igualdad tengan las mujeres, más justa y más civilizada será la sociedad. La igualdad sexual es más efectiva contra el terrorismo que la fuerza militar". En el reportaje de Marie Claire Zapatero también se define como "feminista" y comenta orgulloso una anécdota ocurrida en los pasillos de la ONU, cuando una mujer mexicana le espetó: "Usted es el justiciero de las mujeres".
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Íntimo. En un plano más personal, José Luis Rodríguez Zapatero dice en Marie Claire de su relación con su mujer que "ella pone los límites, hasta donde quiera". En otra ocasión, en una entrevista concedida a El Socialista, declara que "ella quiere preservar nuestra intimidad, especialmente la de las niñas y la suya propia, hacer una vida lo más normal posible". Por ese motivo declara que "yo respeto que cada uno le guste y haga las cosas como las quiera hacer. A mí la familia me llama a la intimidad, a la discreción, a disfrutar entre nosotros".
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Agradable. "Soy conocido por estar todo sonriente en público, por ser agradable y ultraeducado con todo el mundo, por poner buena cara a las cosas", le explicó al periodista de The New York Times. Zapatero cuida esa imagen de sí mismo, y la construye sobre la repetición de las palabras talante, pacto y respeto.
En el diario ABC, poco antes de ganar las elecciones, dijo de sí mismo: "Me conozco muy bien y sé cuáles son mis valores vitales ¡Desprecio tanto la arrogancia...! Creo firme e íntimamente que la humildad, el respeto a todos, la tolerancia... son cosas que tienes que demostrar más cuanto más poder tengas. Ésa es la grandeza de un liderazgo. La soberbia y la prepotencia es lo que más desacredita los liderazgos porque, a la postre, todos los liderazgos políticos, todos, más allá de las cualidades personales, son fruto del apoyo de la gente".
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Naif. Ese utopismo del que hace gala le crea una imagen de la que él parece muy consciente. Según reconoció a The New York Times, "puedo parecer naif a alguna gente. Pero no creo que haya nada malo si siguen pensando así". Zapatero reconoce anteTime que "no quiero ser un gran líder". Él lo contrapone con ser "un gran demócrata", que es su objetivo. Para ello sigue lo que llama "socialismo ciudadano", y lo define diciendo: "yo acepto que cuando una gran mayoría de los ciudadanos dicen algo, están en lo cierto".
Eso sí, pese a no desear ser un gran líder, tiene en alta estima su biografía, que identifica con la de la Constitución. En una entrevista concedida el pasado 16 se octubre al programa A vivir, que son dos días de la Cadena SER, Rodríguez Zapatero dijo "sí sé que mi biografía política es la biografía de la Constitución. Sí sé que mi biografía personal es la biografía de la España constitucional a la que amo". Sobre esto último, declara: "yo soy una persona que ama a mí país y a mi tierra. A España y a León. Como la inmensa mayoría de los españoles, que se sienten catalanes y españoles; andaluces y Españoles".
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ASÍ LE VE LA PRENSA EXTRANJERA >>
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¿Habría hecho mejor Rodríguez Zapatero si hubiera mentido más? CON TALANTE

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CON TALANTE

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SIN TALANTE
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Ayer ETA se cepilló, en medio de un supuesto proceso de diálogo para tratar de que se produzca el abandono de las actividades que le dan sentido, parte del aparcamiento de la flamante terminal 4 del Aeropuerto de Barajas. Como es evidente, no parece una actuación coherente con la finalidad perseguida por el llamado “proceso”.
De pasada, o eso parece, se cepilló a dos jóvenes ecuatorianos. ETA ha aprendido que así como la inmigración española les jodió EuskalHerria y se lo llenó de infraseres cejijuntos, que hablaban en castellano, reciamente católicos, amantes de la familia y de solucionar los conflictos caseros a hostias (es decir, de gentes como ellos, pero que no eran, a pesar de eso, vascos), la España de ahora, con sus 5 millones de inmigrantes, ha cambiado. Lo jodido que tiene este nuevo lumpenproletariado de suburbio y arrabal es que, alejados del mundo real como estamos el resto de los españoles (y no digamos los que se dedican a la lucha por la liberación de sus pueblos en cuerpo y alma), desconocemos cómo viven y qué hacen. Y, claro, no hay derecho, ya ni puede uno atentar tranquilo, sin llevarse sorpresas desagradables.
Quiere decirse que ETA, que como es sabido es una banda terrorista con preocupaciones humanitarias, suele poner bombas en consonancia con estos altos ideales suyos. Cuando lo hace en espacios públicos avisa para que dé tiempo a desalojar y, más allá de joder al personal y trastornarle la vida lo más posible, tiene siempre la cortesía de solo aspirar a matar, si se ponen por delante, servidores públicos. Pero como los tiempos cambian, los aparcamientos de los aeropuertos se ponen perdidos de inmigrantes sudamericanos que han ido a buscar a la suegra y cosas de estas, pues todo se descontrola. Estas gentes de mal vivir, como han de trabajar bastante más y en puestos bastante más duros que los españoles a partir de los cuales ETA idea sus acciones, pues se quedan a dormir en el coche mientras esperan a que la parienta recoja a su madre. Y, con el mal gusto propio de la clase trabajadora inmigrante, pues te joden un atentado que, si no hubiera sido por ellos, habría quedado maqueado de la muerte. Espectacular, efectista, brutal, pero como diciendo “nosotros no somos como los moros salvajes esos, sino unos luchadores por la libertad plenamente civilizados, joer, porque no creemos en Dioses falsos sino en la muy cristiana Euskalherria”.
A efectos de la edificante batalla política que desde 1993 tenemos montada en España a cuenta del terrorismo, la cosa de los ecuatorianos es, con todo, poco importante porque (¿lo han adivinado?) son ecuatorianos. Un país que, a fin de cuentas, hizo mejor papel que España en el último Mundial. Es bastante asqueroso todo esto, pero a casi todo el mundo (o, al menos, visto lo visto, a casi todos los medios de comunicación) se le desata con más facilidad la solidaridad por razones de nacionalidad que, por ejemplo, de clase. Las señoras que sacaban ayer en la tele metiéndose con Rodríguez Zapatero bramaban indignadas porque no les dejaran abandonar Barajas y sólo les hubieran dado una mantita para esperar. Cuando llegaron a casa y se vieron en la tele seguro que no se sintieron avergonzadas porque, a fin de cuentas, se trata de dos ecuatorianos. Si uno se despistaba un poco y no seguía con demasiado interés las noticias era posible, de hecho, que casi ni se enterara de que algo les había pasado, porque venía la información sobre la desgracia después del recuento de daños materiales, pasajeros (españoles, en gran parte) atrapados en el atasco aeroportuario, días que tardará la cosa en apañarse y de titulares efectistas del estilo “ETA vuela la T-4″.
Y, lo que sí tiene cierto sentido, venía detrás de las consecuencias futbolísticas del atentado, con las reacciones del fondo norte y las del fondo sur:
- Rajoy pide firmeza y volver a la senda exclusivamente policial, porque con ETA no hay ni habrá nunca nada de que hablar salvo que cese en su actividad.
- La AVT pide lo mismo que Rajoy y dos huevos duros (ETA, además, ha de pedir públicamente perdón y caminar de rodillas desde Hernani al Valle de los Caídos).
- CiU, como depositaria de las esencias pactistas y de la cordura por la que todos la tenemos, se erige en portavoz simbólica de todo el Parlamento español (y así lo interpretamos todos) al señalar que ya no apoyan que Rodríguez Zapatero hable con los terroristas porque cuando expresaron su sostén al “proceso” fue con la condición de que no hubiera violencia y esto de Barajas (e incluso lo de los ecuatorianos) pues como que lo es.
- Otegui y compañía, a la suya, aparecen para decir lo de siempre y que estudiarán para próximas acciones liberadoras el problema de las clases trabajadoras, sus turnos de trabajo, horarios de sueño y cómo afecta todo eso a la patria vasca.
El Presidente del Gobierno, por su parte, ha dicho más o menos lo mismo que la facción queremos-banco-azul de CiU, pero sin tener en cuenta que, como no es catalán ni de CiU, sus palabras no se interpretan a partir de una presunción de razonabilidad sino por comparación con lo que el manual de estilo de lo que se espera de un Presidente español dicta. Por eso, diciendo lo mismo, todo el mundo, cuidadosamente respetuosos como somos (y bien está que así sea) con el valor de lo simbólico, ha tenido las palabras de Duran i Lleida por justas y necesarias y, en cambio, a Rodríguez Zapatero le están dando hasta en el carnet de identidad desde todos los frentes mediáticos.
De un Presidente del Gobierno, en España, en unas circunstancias como las de ayer, lo que todo el mundo espera es que mienta. Como un cosaco. Como hizo Mariano Rajoy, sin ir más lejos. El guión exige dejar claro, clarito, que hasta aquí hemos llegado, que el Gobierno da por roto todo intento de negociación, que nunca más abrirá cauces a quienes no son sino unos sanguinarios asesinos a los que (conviene añadir de paso) sólo les espera pudrirse en la cárcel. Si uno tiene el cuerpo de jota, puede ponerse en plan Julio Anguita y llamarles “perros rabiosos” o algo así. Si, por el contrario, opta por una línea más liberal puede añadir algo respecto a cómo se pudrirán en la cárcel con huelgas de hambre a base de jamón de york para que el pueblo sea consciente de que el presidente también puede ser un hijo de puta y que así nos sintamos reconocidos. En plan técnico jurídico, menos caro a los columnistas del ABC, este mismo efecto puede lograrse mencionando la novedosa e inconstitucional doctrina de nuestros tribunales en materia de cumplimiento de penas.
Esta trola, en realidad, no es tan grave porque forma parte de un baile simbólico de máscaras en el que todos participamos y del que todos, en el fondo, conocemos su verdadera esencia. Cuando escuchamos a Mariano Rajoy decir que nunca negociará con terroristas (o a Bush, o escuchábamos a Aznar, o a Felipe en su día) todos sabemos que está jugando en un terreno que conocemos y cultivamos desde antiguo. Desde el mismo momento en que, tranquilizados, escuchamos sus palabras, somos perfectamente conscientes de saber dónde nos movemos y de que, llegado el caso, si se dan las circunstancias que lo permitan, Mariano Rajoy dialogará, como es lógico, con quien haga falta. En realidad, por tanto, no está mintiendo, sino tranquilizando a todo el mundo participando en el baile ritual en el papel que le pedimos y esperamos.
Rodríguez Zapatero, sin embargo, ha optado por limitarse a suspender las conversaciones pero aclarando que lo hace en tanto continúe la violencia, con lo que todos hemos interpretado que está dejando la puerta abierta a retomarlas cuando sea posible. A casi nadie le han gustado nada estas palabras de nuestro Presidente, que ha sido calificado de indigno, traidor, cobarde, genuflexo… De mentiroso, claro, no.
No es posible negar que las representaciones simbólicas tienen un enorme valor y que para una sociedad es importante verse reconocidas en ellas. A todos nos da miedo que las pautas más inveteradas, los sobreententidos más anclados en nuestro inconsciente colectivo, sean ignorados ni más ni menos que por el Presidente del Gobierno. Y esto es en realidad lo que le reprochamos hoy a Rodríguez Zapatero, no blandura ni nada de eso.
Rodríguez Zapatero ha demostrado ser un tipo raro, que se aleja de lo que casi es obligado en un momento como el de ayer. Y algo así da miedo, intranquiliza. Que eso tenga como reflejo inevitable convertirlo en el único político que ayer transmitió de forma sincera cuál va a ser su línea de actuación no es algo que haya de tener necesariamente demasiado valor. Quizás a veces, sobre todo cuando nadie en el fondo se cree lo que estamos diciendo (y todos sabemos que así es, y no nos parece demasiado mal), mentir y cumplir con el ritual no sea tan malo. Es posible que sea, incluso, lo debido.
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