domingo, 10 de marzo de 2013

DICTADORES DE AMERICA LATINA




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País
Dictador
Periodo
Chile
Augusto Pinochet
1973-1990
Uruguay
Aparicio Méndez
1976-1981
Paraguay
Alfredo Stroessner
1954-1989
Bolivia
Hugo Banzer
1971-1978 ; 1997-2001
Perú
Juan Velasco Alvarado
1968-1975
Brasil
Humberto Branco
1964-1967
Colombia
Gustavo Rojas Pinilla
1953-1957
Venezuela
José Antonio Páez
1830-1835; 1839-1843; 1861-1863
Panamá
Manuel Antonio Noriega
1983-1989
Nicaragua
Anastasio Somoza
1937-1947; 1950-1956
Honduras
Tiburcio Carias Andino
1933-1948
Guatemala
Carlos Castillo Armas
1954-1957
México
Porfirio Díaz
1876; 1877-1880; 1844-1911
Cuba
Fidel Castro
1959-
Haití
Francois Duvalier
1957-1971
Rep. Dom.
Rafael Leonidas Trujillo
1930-1938; 1942-1952 (1930-1961)
Rep. Dom.
Ulises Heureaux
1882-1884; 1886-1899
España
Francisco Franco
1939-1975


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http://html.rincondelvago.com/dictadores-de-america-latina_1.html
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Países que nunca han tenido dictaduras:
Costa Rica, Jamaica, Belice, Estados Unidos, Canadá.
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Augusto Pinochet
Aparicio Méndez
Alfredo Stroessner
Hugo Banzer
Juan Velasco Alvarado
Humberto Branco
Gustavo Rojas Pinilla
José Antonio Páez
Manuel Antonio Noriega
Anastasio Somoza
Tiburcio Carias Andino
Carlos Castillo Armas
Porfirio Díaz
Fidel Castro
Francois Duvalier
Rafael Leonidas Trujillo Molina
Ulises Heureaux
Francisco Franco
Francisco Franco Bahamonde (1892-1975), militar y político español, jefe del Estado (1936-1975), responsable del régimen autoritario (franquismo) que se inició durante la Guerra Civil (1936-1939) y concluyó con la muerte del titular.
El periodo durante el cual ejerció el poder el general Franco, así como el régimen político creado por éste ha recibido el nombre de franquismo. Comprende un dilatado proceso que entremezcla continuismo y cambios durante casi cuatro décadas. Desde el Alzamiento (denominación que los sublevados dieron al inicio de su rebelión con la que comenzó la Guerra Civil), nadie dudó de que, en caso de vencer, el régimen previsto sería una ruptura respecto del pasado republicano. Así lo fueron las primeras instituciones gubernamentales creadas para la España “nacional” (nombre con el que los sublevados reconocían el territorio sobre el que ejercían su control) en plena Guerra Civil: Junta de Defensa Nacional (julio-octubre de 1936), Junta Técnica de Estado (octubre de 1936-enero de 1938) y primer gobierno presidido por Franco, que serían el germen de la dictadura.
Los apoyos recibidos desde el principio permitían presumir el futuro político del “Nuevo Estado” que, por su larga duración, pasó sucesivamente por las fases de dictadura personal, totalitarismo autoritario de “pluralismo limitado” y tecnocrático o, como gustó repetir su creador, de democracia orgánica. En cualquier caso, se trató de un régimen sin ningún carácter democrático, no sólo por su origen (sedición generadora de una guerra civil) sino por su posterior desarrollo, caracterizado por el mando personal del caudillo, la inexistencia de partidos políticos, de división de poderes y de libertades, así como por el fuerte control ejercido desde el poder, cuya naturaleza coincidía con la ideología franquista: antiliberalismo, anticomunismo, antirrepublicanismo, nacionalismo, concepción jerárquica y autoritaria y nacionalcatolicismo. En su última fase, sin abandonar el trauma de la Guerra Civil y la despolitización como recursos, se incorporaron otros factores: la ideología desarrollista, un nuevo sistema educativo y el europeísmo, junto con el evidente cambio de la estructura social que tuvo efecto desde la década de 1960.
Con todo, y hasta el final, el franquismo defendió a ultranza la trama ideológica de los llamados principios del Movimiento: unidad e integridad de la patria, confesionalidad del Estado, la monarquía tradicional como forma de gobierno (aunque no apareció la figura del monarca) y el corporativismo, que definía la representatividad a través del municipio, el sindicato vertical (nacionalsindicalismo) y la familia. Este fue, en efecto, el proceso institucionalizador del Nuevo Estado, no consumado hasta enero de 1967 con la promulgación de la Ley Orgánica del Estado que culminaba las denominadas siete Leyes Fundamentales, el peculiar acercamiento al constitucionalismo del régimen franquista: Fuero del Trabajo (marzo de 1938), Ley Constitutiva de las Cortes Españolas (julio de 1942), Fuero de los Españoles (julio de 1945), Ley del Referéndum Nacional (octubre de 1945), Ley de Sucesión a la Jefatura del Estado (julio de 1947), Ley de Principios Fundamentales del Movimiento Nacional (mayo de 1958) y la ya citada Ley Orgánica del Estado.
Quedaba como resquicio de cara al futuro la proclamación en 1969 del príncipe de España como sucesor a título de rey, en una monarquía instaurada, que no restaurada. El fallecimiento de Franco propició de alguna manera en 1975, y sin que el dictador se lo hubiera propuesto, la monarquía democrática bajo el reinado del nieto de Alfonso XIII, Juan Carlos I, poniendo de manifiesto la inviabilidad del “franquismo sin Franco”. El proceso posterior al deceso del general se conoce como transición a la democracia.
Todo este proceso de lento y tímido aperturismo demandado por el desarrollo económico de la década de 1960 y que según cabía esperar debía conllevar un desarrollo político, tropezó con las tensiones entre los llamados inmovilistas (falangistas ortodoxos) y los conocidos como aperturistas en cuestiones tales como la sucesión en la jefatura del Estado, la apertura hacia los países de la órbita soviética, el asociacionismo o la atención de las demandas expresadas por la conflictividad laboral, en definitiva: el posible camino hacia la democracia.
Si, como se ha dicho, un amplio sector del pueblo aceptó el franquismo, al menos en los dos primeros decenios, y siempre como un mal menor tras una cruenta guerra civil, tampoco faltó la presencia de una oposición política. En los primeros años ésta estuvo a cargo de las guerrillas que actuaron en determinadas zonas del territorio español, así como de la oposición democrática llevada a cabo desde el exilio (republicanos, monárquicos seguidores de Juan de Borbón y Battenberg, socialistas y comunistas) cuyo punto álgido fue el Congreso de 1962, que la prensa oficial descalificó como “contubernio de Munich”.
A todo ello deben unirse las huelgas y conflictos laborales (el recién nacido sindicato Comisiones Obreras consiguió infiltrarse en las instituciones autorizadas, en tanto que la socialista Unión General de Trabajadores (UGT) mantuvo la lucha clandestina) y estudiantiles (contrarios al oficial Sindicato Español Universitario, SEU) y, en el último tramo, las actuaciones de grupos ligados a la Iglesia católica que marcaron distancias con el régimen después del Concilio Vaticano II (1962-1965), sin olvidar la acción de grupos terroristas como la organización independentista vasca ETA. Sin embargo, este abanico opositor fue a la postre débil y no logró sus propósitos de vencer al régimen, que actuó con dureza a la hora de reprimirlo.
Otro tanto ocurrió con las relaciones exteriores. El franquismo consiguió superar el aislamiento internacional al que estuvo sometido el régimen durante la década de 1940 por haber mantenido, bajo la capa de neutralidad en la II Guerra Mundial, la amistad con las potencias del Eje. España, en un primer momento, quedó fuera de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), creada en 1945. Pero la Guerra fría modificó el panorama y obligó a aceptar la situación española. Los pilares de este reconocimiento internacional se plantaron en 1953 con la firma del Concordato con la Santa Sede y la de los pactos económicos y militares con Estados Unidos (Convenio de Amistad y Cooperación). Ambos hicieron saltar el cerco impuesto hasta entonces a Franco. En 1955 España ingresó en la ONU, si bien antes lo había hecho en otras organizaciones internacionales, como la Organización Mundial de la Salud (OMS), la UNESCO y la Organización Internacional del Trabajo (OIT). El presidente estadounidense, Dwight David Eisenhower, visitó Madrid en diciembre de 1959. Desde finales de 1969, coincidiendo con la llegada al Ministerio de Asuntos Exteriores del tecnócrata Gregorio López Bravo, la diplomacia española inició una apertura hacia los países del entorno soviético, en un principio con carácter comercial y más tarde en forma de relaciones diplomáticas plenas.
En lo que respecta a las relaciones con Latinoamérica, la política exterior franquista cabalgó sobre las conveniencias de cada momento. Los gobiernos latinoamericanos se dividieron al iniciarse la Guerra Civil en torno a la actitud que deberían adoptar frente al conflicto y aunque México (presidida durante la guerra por Lázaro Cárdenas) mantuvo siempre una política de firme defensa de las instituciones republicanas, que se prolongó hasta la muerte de Franco y la celebración de las primeras elecciones democráticas en 1977, los demás países fueron reconociendo al dictador y su régimen, sin excepción. Franco, por otra parte, encontró apoyo y simpatía en los gobernantes autoritarios latinoamericanos de todas las épocas: las actitudes personales y gubernamentales del argentino Juan Domingo Perón, el dominicano Rafael Leónidas Trujillo o el chileno Augusto Pinochet fueron una buena muestra de ello.
De otro lado, a las buenas relaciones con los países musulmanes expresadas en las visitas de los jefes de Estado de Arabia Saudí, Jordania, Irak, Irán y Egipto, cabe añadir el reconocimiento español a la independencia del territorio de Marruecos bajo su protectorado (1956), el reconocimiento de los derechos de dicho país sobre Ifni (1969) o la independencia de Guinea Ecuatorial (1968). En el ocaso del franquismo (octubre de 1975), el rey marroquí Hasan II organizó la Marcha Verde sobre el territorio del Sahara Español, lo que supuso abandonar éste en manos de Marruecos y Mauritania.
Sin quebrar el monolitismo del sistema, los principales grupos colaboradores en los gobiernos franquistas fueron militares, falangistas, monárquicos, católicos y tecnócratas. Salvo en los dos últimos gabinetes (presididos por Luis Carrero Blanco desde junio hasta diciembre de 1973, y por Carlos Arias Navarro, que sustituyó a éste tras su asesinato a manos de ETA), todos tuvieron como presidente a Franco, responsable único de los equipos ministeriales, sujetos en la duración y composición a su exclusiva voluntad. Según la coyuntura (cierre autocrático o liberalización política) se mantuvieron o fueron sustituidos, siempre al compás de la astucia del general que tuvo especial empeño en mezclar las distintas “familias” del régimen dando la impresión de un falso pluralismo, por cuanto no se reconocía la existencia de partidos políticos.
Algunos de los principales ministros de los gobiernos presididos por Franco fueron, además de los ya mencionados Carrero Blanco, Arias Navarro y López Bravo: Ramón Serrano Súñer, Francisco Gómez Jordana, Juan Antonio Suances, José Enrique Varela, Alberto Martín Artajo, Agustín Muñoz Grandes, Fidel Dávila, José Antonio Girón, Raimundo Fernández Cuesta, Joaquín Ruiz Giménez, José Solís Ruiz, Manuel Fraga Iribarne, Alberto Ullastres, Camilo Alonso Vega y Torcuato Fernández-Miranda.
Por último, y en otro orden de cosas, la economía y la política económica sufrieron una interesante evolución a lo largo de los 40 años de gobierno franquista. El primer periodo, transcurrido desde 1939 hasta 1951, fue una etapa de autarquía que acusó los efectos de las guerras civil y mundial. Durante ese primer periodo España experimentó una auténtica depresión que contrastaba con la recuperación europea, lograda por la ayuda prestada por el Plan Marshall y de la cual no disfrutó el país gobernado por Franco.
La década de 1950 actuó como bisagra en la que se produjo un crecimiento debido a la liberalización, la mejora de las relaciones exteriores y los ingresos procedentes del turismo y los numerosos emigrantes. La década de 1960 fue una década de expansión que había dado comienzo con el Plan de Estabilización de 1959 y continuó hasta 1973, respondiendo en cierto modo al esquema propuesto por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE): energía barata, precios favorables en alimentos y materias primas, reservas de mano de obra barata procedente del sector primario, aumento de la población activa y expansión del mercado internacional.



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ZAPATERO MIENTE SIEMPRE
Es como un reloj.
Cada vez que lo miras
Te dice una cosa distinta.
© Arturo Álvarez Martínez – 2010--
ZAPATERO ES TAN SIMPLE
Que piensa que el BOOMERANG
NUNCA REGRESA© Arturo Álvarez Martínez – 2011
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Zapatero Es como la Primitiva
Si
 te toca

Dejas de trabajar
© Arturo Álvarez Martínez – 2011
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Zapatero
 es como un torpedo,Cosa que tocaCosa que hunde
© Arturo Álvarez Martínez – 2011
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ZP - 
Yo quiero correr más y que el paro corra menos
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Zapatero dice que es TRANSPARENTE.Y efectivamente, ES TAN TRANSPARENTE
QUE:
YA CASI NADIE LO PUEDE VER

© Arturo Álvarez Martínez – 2011

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AQUÍ ME HAN ROBADO ESCRITOS Y DOS CHUPETES, UNO CON LA TETINA DE CACTUS
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