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Maremagnum de Quisicosillas

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jueves, 22 de junio de 2017

WIKIPEDA: LA II REPÚBLICA FUE UN REGIMEN DEMOCRÁTICO, JA, JA, JA

AÑADIDOS

1 -
http://maremagnumdequisicosillas.blogspot.com.es/2017/
(Este link posible sea falso, hecho por GOOGLE y por eso pongo el inicio de la página, si no coinciden es falso (El Autor, Brutthus)
El Motivo: Ver el formato de 2 y 3 y comprobar que es distinto del 1.
Las elecciones de 1931
El plan electoral del gobierno Aznar —almirante Juan Bautista Aznar— en el año 1931 era el siguiente: comicios municipales el día 12 de abril, provinciales el 3 de mayo y parlamentarios el 7 de junio.

2 - 
http://maremagnumdequisicosillas.blogspot.com.es/2017/06/el-golpe-de-estado-de-1931-como-se-ve.html

3 -
http://maremagnumdequisicosillas.blogspot.com.es/2017/06/la-segunda-republica-vino-por-un-golpe.html

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WIKIPEDA: LA II REPÚBLICA FUE UN REGIMEN DEMOCRÁTICO
La Segunda República Española fue el régimen político democrático que existió en España entre el 14 de abril de 1931, fecha de suproclamación, en sustitución de la monarquía de Alfonso XIII, y el 1 de abril de 1939, fecha del final de la guerra civil, que dio paso al régimen franquista. El numeral «segunda» obedece a la necesidad de distinguirlo del anterior período republicano, la Primera República Española(1873-1874).
Tras el período del Gobierno Provisional (abril-diciembre de 1931), durante el cual se aprobó la Constitución de 1931 y se iniciaron las primeras reformas, la historia de la Segunda República Española «en paz» (1931-1936) suele dividirse en tres etapas. Un primer bienio(1931-1933) durante el cual la coalición republicano-socialista presidida por Manuel Azaña llevó a cabo diversas reformas que pretendían modernizar el país. Un segundo bienio (1933-1935), llamado por las izquierdas bienio negro, durante el cual gobernó el Partido Republicano Radical de Alejandro Lerroux, apoyado desde el parlamento por la derecha católica de la Confederación Española de Derechas Autónomas(CEDA), que pretendió «rectificar» las reformas del primer bienio. Durante este bienio se produjo el acontecimiento más grave del período: la insurrección anarquista y socialista conocida como Revolución de 1934, que en Asturias se convirtió en una auténtica revolución social, y que finalmente fue sofocada por el gobierno con la intervención del ejército. La tercera etapa viene marcada por el triunfo de la coalición de izquierdas conocida con el nombre de Frente Popular en las elecciones generales de 1936, y que sólo pudo gobernar en paz durante cinco meses a causa del golpe de Estado del 17 y 18 de julio promovido por una parte del ejército que desembocó en la Guerra Civil Española.
Durante la Segunda República Española en guerra (1936-1939) se sucedieron tres gobiernos: el presidido por el republicano de izquierdaJosé Giral, aunque durante su corto mandato (de julio a septiembre de 1936) el poder real estuvo en manos de los cientos de comités que se formaron cuando estalló la revolución social española de 1936; el siguiente gobierno fue presidido por el socialista Francisco Largo Caballero, el líder de uno de los dos sindicatos —la Unión General de Trabajadores (UGT); junto con la Confederación Nacional del Trabajo (CNT)— que habían protagonizado la revolución; y el tercer gobierno fue presidido por el también socialista Juan Negrín, como consecuencia de la caída de Largo Caballero tras las Jornadas de Mayo, y que gobernó hasta principios de marzo de 1939, cuando se produjo el golpe de estado del coronel Casado que puso fin a la resistencia republicana, dando paso a la victoria del bando sublevado encabezado por el general Franco. A partir de entonces la república dejó de existir en territorio español, pero sus instituciones se mantuvieron en el exilio, pues la mayoría de sus miembros había huido de España.
Publicado por Brutthus en 16:39 No hay comentarios:
Etiquetas: Dictadores, Dictadura, Google Censura, Google Manipula, Google Miente, GuerraCivilRepublica, Republica

miércoles, 21 de junio de 2017

VERDADES QUE OFENDEN Y EL GOLPE DE ESTADO DE IZQUIERDAS, DE 1931 Y SU DICTADURA CONSECUENTE


La Huida del Rey
http://www.publico.es/actualidad/huida-del-borbon.html

El Golpe de Estado del 34, que ni la izquierda oculta
http://maremagnumdequisicosillas.blogspot.com.es/2017/06/la-segunda-republica-vino-por-un-golpe.html

La II República vino por un GOLPE DE ESTADO
http://maremagnumdequisicosillas.blogspot.com.es/2017/06/la-segunda-republica-vino-por-un-golpe.html



La II Republica y el pucherazo de 1931. La estafa “democratica”

LaVerdadOfende / 10/02/2013


Las elecciones de 1931

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El plan electoral del gobierno Aznar —almirante Juan Bautista Aznar— en el año 1931 era el siguiente: comicios municipales el día 12 de abril, provinciales el 3 de mayo y parlamentarios el 7 de junio.
Antes de la fecha del 12 de abril, el día 5, se proclamaron en primera vuelta los concejales que se presentaban a la elección sin contrincante: 14.018 monárquicos y 1.832 republicanos, pasando a manos republicanas únicamente un pueblo de la provincia de Granada y otro de la provincia de Valencia. Buen presagio para los monárquicos, que pensaban que la agitación de los meses pasados y la imposición republicana en las calles, se diluiría ante la tendencia mayoritaria a favor de la monarquía.
Álvaro de Figueroa, conde de Romanones, advirtió: “No se pueden establecer distinciones entre los concejales del campo y los de las ciudades ni clasificar a los electores entre los de primera, segunda y tercera categoría. (…) Cada hombre es un voto.” Por creer cantada la victoria o por otros motivos entonces silenciados, en vísperas de los comicios Romanones les dio alcance plebiscitario: “Se ventila (…) el porvenir de España y su forma de Gobierno.” Los republicanos y las izquierdas, sobre todo éstas,  acogieron calurosamente la idea.
Las elecciones municipales de abril de 1931 no fueron un plebiscito ni existía razón alguna para interpretarlas como tal. Su convocatoria no tuvo carácter de referéndum ni de elecciones a Cortes constituyentes. Tampoco fueron un triunfo electoral republicano.
Cuando el 12 de abril se celebró la segunda fase de las votaciones, volvió a repetirse la aplastante victoria monárquica. Frente a 5.575 concejales republicanos, los monárquicos consiguieron 22.150, cuatro veces más aproximadamente.
Sin embargo, estas cifras sólo equivalen a poco más de la cuarta parte de los concejales elegibles. Lo que sucedió con el resto de las candidaturas la II República nunca lo comunicó oficialmente. Los datos oficiosos que fueron publicados posteriormente en el Anuario Estadístico de 1932, por iniciativa del Instituto Nacional de Estadística y no, como era su deber, por el Ministerio de la Gobernación, muestran pese al retraso y a la manipulación que los concejales monárquicos lograron la mayoría.
Fue el propio gobierno de entonces, salvo dos miembros, los políticos monárquicos, los consejeros del monarca y dos de los mandos militares decisivos, Dámaso Berenguer, ministro de la Guerra, y José Sanjurjo, director de la Guardia Civil (quien posteriormente se levantaria contra la republica al observar el caracter sectario y revolucionario que en seguida adopto) , quienes otorgaron carácter plebiscitario a la consulta electoral aduciendo que los resultados eran un desastre para la monarquía y un éxito para la ambición republicana.
El predominio del voto republicano en la mayoría de las capitales de provincia —como en Madrid, donde el concejal socialista del PSOE, Andrés Saborit, ‘hizo votar’ por su partido a millares de muertos— contribuyó a esa sensación de derrota, junto a la creencia, infundada, de que los republicanos podían controlar la calle provocando algaradas y desmanes para hacerse con el poder. Durante la noche del 12 al 13, los ministros se reunieron informalmente en el ministerio de la Gobernación con el general Sanjurjo, jefe de la Guardia Civil y simpatizante de la república, segúnAlejandro Lerroux, quien dejó de manifiesto por telégrafo que no contendría un levantamiento contra la monarquía; extremo que los dirigentes republicanos conocieron en el acto gracias a los empleados de Correos adictos a su causa. Romanones le preguntó si podía contar con la fuerza de Orden Público y Sanjurjo respondió: “Hasta ayer por la noche podía contarse con ella.” Lo que dio pie a Romanones para concienciarse de que todo estaba perdido.
Por su parte, Berenguer, ausente de la reunión ministerial, envió por su cuenta un telegrama a las autoridades militares de provincias, haciéndoles notar la “derrota de las candidaturas monárquicas en las principales circunscripciones” y pidiéndoles “la mayor serenidad” (…) con el corazón puesto en los sagrados intereses de la Patria”, cuyos destinos “han de seguir, sin trastornos que la dañen intensamente, el curso lógico que les impone la suprema voluntad nacional.” El telegrama prontamente difundido por la prensa llenó de alegría a los republicanos y a las izquierdas.
En definitiva, Romanones, Sanjurjo y Berenguer, habían desahuciado por su cuenta y riesgo el régimen que teóricamente defendían.
Al amanecer del día 13 Romanones acudía a palacio. Confiesa: “Yo no acertaba con la fórmula de afirmar que todo estaba perdido, que no quedaba ya ni la más remota esperanza y, sin embargo, hablé con claridad suficiente, interrumpiéndome el rey con la frase: Yo no seré obstáculo en el camino que haya que tomar, pero creo que aún hay varios caminos”. Y observa Miguel Maura (Así cayó Alfonso XIII, pp. 153-154): “Ya en la mañana del 13, antes de que el Gobierno hubiese deliberado reunido y antes de que la calle hubiese mostrado síntomas de efervescencia, el conde (Romanones) estaba decidido a forzar las etapas para que el monarca abandonase la lucha”. Por la tarde de ese día 13, Aznar, presidente del Gobierno, declaraba: “¿les parece a ustedes poco lo que ha ocurrido ayer, que España, que se había acostado monárquica, se levantó republicana?” La frase, que en la práctica era un llamamiento a los contrarios a la monarquía a tomar la calle, se extendió por toda España como un reguero de pólvora entusiasmando a los socialistas y los republicanos.
Ese conocimiento de la debilidad de las instituciones constitucionales explica que cuando Romanones y Gabriel Maura, con el expreso consentimiento del rey, ofrecieron al comité revolucionario unas elecciones a Cortes constituyentes no lo aceptaran, habiendo captado el desfondamiento monárquico; no sólo fue rechazada la propuesta sino que, además, exigió la marcha del rey antes de la puesta de Sol del 14 de abril.
Así pues, se proclamaba la II República sin respaldo legal o democrático.
(Ricardo de la Cierva, Historia actualizada de la II República y la guerra de España 1931-1939, pp. 37 a 40, Ed. Fénix. Miguel Artola, Partidos y programas políticos 1808-1936, I, p. 597, Ed. Aguilar.  Pío Moa, Los personajes de la República vistos por ellos mismos, pp. 175 a 178, Ed. Encuentro. César Vidal, Paracuellos-Katyn, pp. 95-96, Ed. Libroslibres.)
Las elecciones a Cortes celebradas en 1936
Reseña documental de los historiadores, estudiosos del tema y analistas políticos que en diferentes épocas han publicado al respecto de la estimación del resultado electoral en los comicios de febrero de 1936.
—Antonio Ramos Oliveira, historiador, indica que tras el recuento de los votos “al constituirse el Parlamento el núcleo más fuerte de la Cámara sería la CEDA.”
—Elizabeth Wiskemann, periodista e historiadora, escribe en su libro titulado Europe of the Dictators. 1919-1945, que “la CEDA, dentro del Frente Nacional, continuó siendo el partido más numeroso, seguido de cerca por los socialistas y la Izquierda Republicana, ambas formaciones integradas en el Frente Popular.”
—Santiago Galindo Herrero, analista político, titula en uno de los capítulos de su ensayo Los partidos monárquicos bajo la segunda República: “16 de febrero 1936: Triunfo izquierdista”; aunque afirma a continuación en el texto que “los votos daban la victoria a las derechas: 4.187.571 por 3.912.086 de las izquierdas.”
—Sir Anthony Eden, diplomático, escribe en sus Memorias, que los resultados demostraron una completa victoria de la izquierda, para precisar inmediatamente después que “si se añaden a la derecha los votos del centro, el Frente Popular estaba en minoría.”
—Francisco Casares, periodista, destaca que en las pasadas elecciones España se dividió en dos mitades. “No hablemos del número de votos, porque está probado que las derechas tuvieron más y que sólo por el mecanismo de la ley electoral se pudo conseguir la mayoría efectiva para los que obtuvieron menos votos. Prescindamos de eso. A la Cámara debieron llegar, con arreglo a lo que imponían las urnas, el mismo número aproximado de diputados de centro-derecha que de izquierdas y partidos obreros. La serie de atrocidades que se cometieron en los escrutinios y las que después llevó a cabo la propia Cámara, desnivelaron el auténtico resultado.”
—Julián Gorkin (Julián Gómez García), periodista y activista político, en su trabajo de colaboración en el libro The strategy of deception, señala que la situación exacta del resultado electoral era que la coalición de derechas obtuvo 4.446.000 votos y 164 escaños en la Cámara de diputados; el Frente Popular, 4.840.000 votos y 277 escaños. “El sistema electoral y la distribución de votos favorecieron al Frente Popular en el número de puestos en la Cámara, aunque el número de votos fue casi igual.”
—Gabriel Jackson, historiador, resume el balance de las elecciones con estas palabras: “El Frente Popular alcanzó el 80 por ciento de los escaños, aunque sólo obtuvo el 50 por ciento de los votos.” Comenta Jackson que “de ser ciertos los datos facilitados por las juntas del Censo, la Izquierda obtuvo 4.700.000 votos, la Derecha 3.997.000, el Centro 449.000 y los Nacionalistas vascos (concentrados en cuatro distritos electorales) 130.000. Como votó una proporción de electores más elevada que en 1931 y 1933, lo mismo la Izquierda que la Derecha aumentaron la totalidad de sus votos; la Derecha en cerca de 600.000 (quizá la mitad de los que habían votado a los radicales en 1933), y la Izquierda en 700.000 (en gran parte, probablemente, anarquistas que se abstuvieron en 1933). Según inciden muchos analistas, los datos muestran un incremento de la fuerza efectiva de la Derecha, así como un total  de 4.576.000 votos que no pertenecían al Frente Popular.”
—Hugh Thomas, historiador, refleja de la siguiente manera los votos emitidos: Frente Popular, 4.176.156; Nacionalistas vascos, 130.000; Centro, 681.047; Frente Nacional, 3.783.601. Los votos de centro, que se suman a los del Frente Nacional, derecha, corresponden a los agrarios, los republicanos conservadores, a los radicales en candidatura aislada y a los afines al partido centrista (Partido Centrista Democrático) del jefe de Gobierno en ese momento Manuel Portela Valladares.
—Vladimir d’Ormesson, periodista y diplomático, afirma que la mitad exacta de los votos emitidos, 4.570.000, resultó favorable a los partidos de derecha; debiendo añadirse a ellos, por analogía, los 340.000 de los centristas. Al Frente Popular le asigna un total de 4.356.000, añadiendo los sufragios anarco-sindicalistas.
—Salvador de Madariaga, diplomático e historiador, llega a la conclusión de que “en el seno mismo del Frente Popular triunfaron los elementos moderados sobre los extremistas, la burguesía liberal sobre el marxismo.” Reparte el porcentaje de la totalidad de votos emitidos en este sentido: socialistas y comunistas, 1.793.000; izquierda no marxista, 2.512.000; centro, 681.000; derecha, 3.783.601.
—Javier Tussell, historiador, da un teórico empate a derechas e izquierdas. Según sus estimaciones, votó el 72% del censo, obteniendo el Frente Popular 4.555.401 votos; el Frente Popular aliado con centristas (en la provincia de Lugo), 98.715; el Partido Nacionalista Vasco, 125.714; el Centro (sin alianzas), 400.901; las Derechas (sin alianzas), 1.866.981; y las Derechas aliadas con centristas, 2.636.524. En números redondos, 4.650.000 votos para las izquierdas, 4.500.000 para las derechas y 500.000 votos para el centro.
—Ramón Salas Larrazábal, historiador militar, da como resultado para el Frente Popular 4.430.322 votos y 4.511.031 para las derechas.
Comentario a las elecciones
—José María Gil Robles: “Los resultados de las elecciones de 1936 en modo alguno reflejaban la realidad política., independientemente de que, hasta el último instante, fue una verdadera incógnita la composición de la Cámara. De las cuatrocientas cincuenta y seis actas presentadas en el Congreso, después de la segunda vuelta, sólo llegaron ciento ochenta y siete sin protestas.
“Este desencaje entre la realidad política y el resultado efectivo de las elecciones, quizá se debiera a que ‘la victoria de febrero se asienta sobre algunos supuestos falsos, los mismos, exactamente los mismos, sobre los que se asentó la República del 14 de abril’, según comentario del periódico El Socialista, en su número de 4 de junio de 1936.”
—Miguel de Unamuno: Indica en un artículo el 11 de marzo de 1936 desde su columna en el periódico La Voz, que la raíz de ese falso sustento parlamentario de la República es una certeza. “En 1931 votaron la República personas que al salir del colegio ya se habían arrepentido. Hoy han votado el Frente Popular núcleos que a las dos horas ya lamentaban su equivocación. País de locos. Y cuando no, de tontos.”
—Pío Moa Rodríguez indica que las discrepancias en la asignación de votos provienen de qué se considere “centro” y qué “derecha”. Algunos autores, como por ejemplo los profesores J. Linz y J. De Miguel, atribuyen a las izquierdas el 43 por ciento de los sufragios, mientras que a la derecha le asignan el 30 por ciento y al centro el 21 por ciento. Y es que no resulta fácil incluir al Partido Nacionalista Vasco en la derecha, siendo una formación política de derecha, ya que rehusó apoyar a las derechas nacionales españolas, contrariamente a lo que éstas hicieron, dando su apoyo a los nacionalistas vascos en la segunda vuelta electoral.
Casi todos los analistas, continúa señalando, y todos los políticos de la época, tuvieron al centro por hundido, sin rebasar los cuatrocientos a o quinientos mil votos. Dentro de la imprecisión de las cifras, puede decirse que con respecto a 1933 [las elecciones celebradas ese año], las izquierdas subían en un millón y medio de votos —de 3 a 4,5 millones —y las derechas en un millón —de 3,5 a 4,5—; aumentos provocados fundamentalmente por el naufragio del voto centrista que perdió entre 1,4 y 1,9 millones de sufragios. También deben sumarse los votos anarquistas, unos cientos de miles que engrosaron el cómputo de las izquierdas y, probablemente, fueron decisivos en Cataluña.
Concluye que “cabe suponer que algunos antiguos votantes de izquierda votarían a la derecha por temor a la revolución, y otros de derecha en sentido contrario debido a la frustración de los proyectos económicos de la CEDA propiciada por el presidente de la República Niceto Alcalá Zamora; así como por las medidas de saneamiento de la Hacienda del ministro Chapaprieta,  interrumpidas en el peor momento, cuando acarreaban sacrificios inmediatos a mucha gente sin que pudieran percibirse sus beneficios a medio plazo. Seguramente Manuel Azaña se benefició de esta situación, atrayendo hacia su partido Izquierda Republicana y el conjunto del Frente Popular más votos de lo supuesto en principio.
—José Manuel Martínez Bande expone que en los comicios de 1936 hubo una nutrida participación, rondando el 76 por ciento del censo electoral. Las primeras noticias que circulan en las calles de Madrid y en las de las principales ciudades españolas inducen a creer en un triunfo del Frente Popular, aunque no se conoce fidedignamente recuento alguno de los votos. Como obedeciendo a una consigna previa, grupos en actitud levantisca, de matiz revolucionario, invaden las calles de la capital de España presionando con voces y actos a particulares, elementos de la función pública y cargos políticos. Presa del pánico, dando pábulo a la estrategia del miedo y la imposición, dimiten varios gobernadores, que son inmediatamente sustituidos por Comités políticos, los cuales se adueñan de despachos y oficinas y, lo prioritario, de las actas que van llegando de los colegios electorales. Casi sincronizadas con estas acciones de desalojo del poder empiezan la quema de iglesias y conventos.
El orden público ha desaparecido en aquellos lugares concertados para provocar un cambio en el Gobierno. Un gobierno quebrado y medroso, sin cabeza, pues Portela Valladares repite a derecha (Gil Robles, Primo de Rivera, Goicoechea y Martínez de Velasco) e izquierda (Álvarez del Vayo, Prieto y Largo Caballero), también a la cúpula militar (Franco, Fanjul, Goded), lo siguiente: “Yo no puedo hacer más que entregar ahora mismo el poder”. Sin concluir el recuento electoral de la primera vuelta ni garantizar la limpieza del escrutinio para acceder a la segunda vuelta. A todo eso, el presidente de la II República, Niceto Alcalá Zamora, a verlas venir, jugando con dos barajas e impidiendo la declaración del estado de guerra, que tras anunciarse en Zaragoza, Huesca, Teruel, Alicante, Oviedo y Valencia, es por él mismo anulada. Acepta, no obstante, y por aparentar una vigilancia cívica que cerque y aborte el caos reinante, el estado de alarma durante ocho días.
Pero el caos se generaliza en toda España ya el día 18 de febrero, transcurridos dos días de la primera jornada electoral. Literalmente el poder político está en la calle. En la mayoría de las provincias se detiene al adversario político o al significado contra los que pretende conseguir el poder a toda costa; se violenta la voluntad y la propiedad; se incendian lugares de culto; se liberan a presos políticos discrecionalmente y se proclama la victoria del Frente Popular en su versión socialista. A eso, los Gobiernos civiles, las Diputaciones y los Ayuntamientos sufren la invasión de las Comisiones frentepopulistas, que continúan apoderándose de todos los documentos de la reciente elección.
Desbordado Portela Valladares, más interesado n desaparecer de escena que de ejercer como jefe de Gobierno, en su limbo de anacronías el presidente de la República, expectantes las facciones de derecha y al asalto las de izquierda, Manuel Azaña, uno de los líderes del Frente Popular, se hace con el Gobierno a las nueve de la noche del día 19; y al cabo forma su equipo ministerial.
El intento personalista de Alcalá Zamora de crear un grupo artificioso que anulase electoralmente a la CEDA se vino al suelo con sorna y estrépito. Queriendo borrar a Gil Robles, Alcalá Zamora abrió las puertas a la revolución y las de su propio fracaso político; su criatura lo arrojó del poder. No tardaría demasiado esa misma criatura, hidra de varias cabezas, en echar del poder efectivo al factótum del Frente Popular: Azaña; otra pieza de usar y tirar.
Ángel Osorio y Gallardo escribe en sus Memorias sobre lo sucedido esas jornadas: “Lo ocurrido el 16 de febrero fue un terremoto.” “Desde aquel momento, España olvidó toda línea legal y toda norma de derecho.”
Manuel Tagüeña comenta en su libro Testimonio de dos guerras: “La impaciencia de los vencedores y el temor de los vencidos extendió inevitablemente un clima de violencia en todo el país.”
Niceto Alcalá Zamora publica en un artículo titulado Un año de Frente Popular en España, en Journal de Geneve: “A instigación de dirigentes irresponsables, la muchedumbre se apoderó de los documentos lectorales; en muchas localidades los documentos fueron falsificados.” “Se anularon todas las actas de ciertas provincias donde la oposición [entiéndase la oposición al Frente Popular] resultó victoriosa; se proclamaron diputados a candidatos amigos vencidos: Se expulsó de las Cortes a varios diputados de las minorías.”
En la segunda vuelta de las elecciones la violencia fue aterradora. Tras esa jornada vino un examen de las actas por una comisión presidida por el socialista Indalecio Prieto. En ella, y en opinión de Salvador de Madariaga, “se hicieron tales cosas que Indalecio Prieto no quiso compartir la responsabilidad de aquellas polacadas”; escrito en su obra España, p. 540.
En definitiva, las elecciones de febrero-marzo de 1936 concluyeron con el siguiente reparto de escaños en las Cortes: 278 para las izquierdas, 146 para las derechas y 36 para el centro.
—Luis Suárez Fernández analiza los factores sociales y el juicio de algunas personalidades que vivieron aquellos momentos electorales conscientes de la repercusión del resultado y las acciones para tomar el poder de quienes sólo contemplaban la victoria en su estrategia política inmediata. Dando por cierta la dificultad de establecer con precisión las cifras del escrutinio, las sombras de fraude sobrevolaron la mayoría de las cabezas en el espectro sociopolítico; algunas para beneficiarse, otras por temerlo.
Las elecciones de febrero de 1936 fueron confusas al igual que lo era la ley electoral; una ley que otorgaba el mayor número de candidatos a una formación adscrita a un ámbito electoral regional o con sólo obtener un voto más, circunscripción a circunscripción, que el resto de formaciones participantes en el ámbito nacional. Si en las elecciones de 1933 el sistema de asignación de escaños favoreció a la derecha, en 1936 trasladó ese favor a la izquierda, quien ayudó con sus movimientos de agitación e interferencia en los recuentos a que la balanza se decantara con claridad de su lado.
Las listas de candidatos eran abiertas, por lo que todavía resulta más complicado atribuir el voto a cada partido. Además, la abstención cobrara mucho relieve ya que los votos emitidos eran los que permitían al candidato mayoritario atribuirse un porcentaje también mayor. Así pues, la diferencia entre el número de escaños conseguidos y el número de votos era enorme.
Por otra parte, las listas del censo eran más que deficientes, y la identificación del votante por medio de su ‘cédula personal’, sin fotografía, se prestaba a errores y abusos. De ahí que pudieran ‘votaran’ los muertos, los ausentes o por dos veces o por ‘delegación’ inexistente. Con la salvedad de que en aquellos distritos en que ningún candidato hubiese obtenido el 40% de los votos emitidos, la votación tenía que repetirse al domingo siguiente (23 de febrero en el caso que nos ocupa). De la segunda vuelta dependía el resultado final de las elecciones y la constitución de los grupos parlamentarios. Se sobreentendía que el Gobierno provisional a cargo del proceso electoral debía hacerlo hasta que éste concluyese del todo; pero en esas elecciones de febrero de 1936 no sucedió de la forma debida.
La propaganda electoral fue agresiva, invitando al odio y denunciando por una parte la represión y por otra la inercia revolucionaria. Las derechas advertían del peligro rojo mientras las izquierdas elogiaban el sistema soviético y alertaban contra el fascismo. Francisco Largo Caballero llegó a evocar el próximo “día de la venganza, en que no dejaremos piedra sobre piedra”. A medida que pasaban los días la violencia verbal iba en aumento, de tal modo que los oradores del Frente Popular convencían a propios y extraños que con su victoria se alcanzaría la revolución que, con sangre y justicia popular, traería la muerte a burgueses y capitalistas.
Un defecto mayúsculo del sistema electoral era que las impugnaciones sólo podían resolverse por las Cortes una vez constituidas. De este modo, si un partido lograba la mayoría o bien anulaba las reclamaciones de la oposición o bien era el mismo quien las formulaba para conseguir todavía mayores beneficios. Es decir: si uno de los bandos enfrentados en los comicios alcanzaba el poder antes de la segunda vuelta sacaría rédito de la superioridad que esto proporcionaba.
Las elecciones de 1936 se plantearon como un plebiscito entre orden o revolución. José María Gil Robles señaló que su formación política, la CEDA, había logrado un mayor número de votos que en las elecciones de 1933, y que ningún otro partido (el Frente Popular no lo era ni tenía programa) estaba en mejores condiciones para gobernar. El radicalismo de Alejandro Lerroux y el ideal centrista de Niceto Alcalá Zamora eran meramente humo. La arbitrariedad, con abuso de la ley, que apareció en la cuestión de las impugnaciones y las amenazas vertidas contra personas y bienes convencieron a  la derecha de que sus días estaban contados.
Dentro del Frente Popular, los liberales de izquierda descubrieron en seguida que eran un aditamento de las pretensiones socialistas, cuyos dirigentes no ocultaban que para ellos las elecciones de febrero eran la oportunidad, y sólo eso, para destruir el sistema liberal parlamentario. Manuel Azaña y José Giral se asustaron pero ya nada tenía remedio, suponiendo que su intención fuera la de poner remedio a lo causado o, en su defecto, patrocinado por acción u omisión. Grupos de extremistas pertenecientes a sectores no parlamentarios trataron de adueñarse de las calles en la tarde del 16 de febrero, todavía sin conocerse el resultado de la primera vuelta, creando, cual su objetivo, una sensación de inseguridad y poder ajena al resultado electoral.
Aniversario de la proclamación de la II República Española. | Imagen 12
Fuentes
José María Gil Robles, No fue posible la paz, pp.  523 a 526.
Luis Suárez Fernández, Franco, crónica de un tiempo, Vol. I, pp. 273 a 275.
José Manuel Martínez Bande, Los años críticos, pp. 149 a 154.
Pío Moa, 1936: El asalto final a la República, pp. 57 y 58. El derrumbe de la segunda República y la Guerra Civil, pp. 259 y 260.
Miguel Ángel Olmedo y Luz Trujillo
¬ 18/12/201
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martes, 20 de junio de 2017

¿LA SEGUNDA REPÚBLICA VINO POR UN GOLPE DE ESTADO?


NO VINO POR LAS URNAS, PORQUE, LAS IZQUIERDAS, HABÍAN PERDIDO, 2 VECES Y POR GOLEADA Y ADEMÁS ERAN UNAS ELECCIONES MUNICIPALES.

SI EL REY SE FUE, PARA ELEGIR OTRA COSA DEBERÍAN HABERSE ANUNCIADO ELECCIONES A LAS CORTES

PERO NO FUE ASÍ.

LUEGO, FUE UN GOLPE DE ESTADO Y LA CONSECUENCIA DE ELLO, HUBIERA SIDO, UNA DICTADURA Y NO UNA REPÚBLICA, QUE ES CONSTITUCIONAL.
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¿Y QUIEN ERA SANJURJO, BERENGUER Y LOS POLÍTICOS MONÁRQUICOS PARA REGALAR UN GOBIERNO?

AÚN ASÍ FUE UN GOLPE DE ESTADO PORQUE NO HUBO URNAS PARA DECIDIR ESA CUESTIÓN

http://www.libertaddigital.com/opinion/ideas/quien-gano-las-elecciones-de-abril-de-1931-1276218628.html
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De hecho, la primera fase de las elecciones municipales celebrada el 5 de abril se cerró con los resultados esperados, es decir, salieron elegidos 14.018 concejales monárquicos y tan sólo 1.832 republicanos. Con ese resultado electoral, en el que las candidaturas monárquicas fueron votadas siete veces más que las republicanas, no puede extrañar que tan sólo pasaran a control republicano un pueblo de Granada y otro de Valencia. Como era lógico esperar, en aquel momento, nadie hizo referencia a un plebiscito popular y menos que nadie los republicanos, que habían sido literalmente aplastados por el veredicto de las urnas.
El 12 de abril de 1931 se celebró la segunda fase de las elecciones. De nuevo, los resultados fueron muy desfavorables para las candidaturas republicanas.
De hecho, frente a 5.775 concejales republicanos, los monárquicos obtuvieron 22.150, es decir, el voto monárquico prácticamente fue el cuádruplo del republicano.
Desde cualquier lógica democrática, los republicanos deberían haber reconocido su clara derrota y prepararse para las futuras elecciones a Cortes en las que, dicho sea de paso, no podía esperarse que obtuvieran grandes resultados.

Sin embargo, lo que sucedió fue totalmente distinto. A pesar de los clarísimos datos electorales, los políticos monárquicos, los miembros del gobierno (salvo dos), los consejeros de palacio y los dos mandos militares decisivos —Berenguer y Sanjurjo— consideraron que el resultado era un plebiscito y que además implicaba un apoyo extraordinario para la república y un desastre para la monarquía.
El hecho de que la victoria republicana hubiera sido urbana —como en Madrid donde el concejal del PSOE Saborit hizo votar por su partido a millares de difuntos— pudo contribuir a esa sensación de derrota pero no influyó menos en el resultado final la creencia de que los republicanos podían dominar la calle y arrastrar al país a una cruenta revolución. 
Semejante apreciación no se correspondía con la realidad dada la muy limitada fuerza republicana pero tuvo un peso decisivo sobre el desarrollo de los acontecimientos sobre los que pesaba, de manera muy consciente, la sombra de lo que había sucedido en Rusia tan sólo catorce años antes.
Durante la noche del 12 al 13 de abril, el general Sanjurjo, a la sazón al mando de la Guardia Civil, dejó de manifiesto por telégrafo que no contendría un levantamiento contra la monarquía.

Aquella afirmación constituía una gravísima dejación de los deberes encomendados pero quizá más grave fue el hecho de que los dirigentes republicanos supieran inmediatamente lo que pensaba hacer el general gracias a los empleados de correos adictos a su causa.

Batidos incuestionablemente en el terreno electoral, los republicanos eran conscientes de que se enfrentaban con un sistema que se negaba a defender las propias instituciones encargadas legalmente de esa tarea.

Ese conocimiento de la debilidad de las instituciones constitucionales explica sobradamente la reacción republicana cuando Romanones y Gabriel Maura -con el expreso consentimiento del rey- ofrecieron al comité revolucionario unas elecciones a cortes constituyentes.
A esas alturas, sus componentes habían captado el miedo del adversario y no sólo rechazaron la propuesta sino que exigieron la marcha del rey antes de la puesta del sol del catorce de abril sabedores de que si la monarquía se reponía de aquel espejismo nunca se proclamaría una república cuyos candidatos habían sido derrotados clamorosamente en las elecciones celebradas unas horas antes.
Para caldear el ambiente, los dirigentes republicanos convocaron manifestaciones que presentaron a los políticos monárquicos como espontáneas e incontrolables y cuya finalidad era aterrorizar a cualquiera que pretendiera hacerles frente.
Por añadidura, Alfonso XIII no manifestó voluntad de resistir, sumido como estaba en la depresión más profunda a causa de la muerte de su madre unos meses antes y viendo cómo su esposa se hallaba lógicamente aterrada ante la posibilidad de acabar como la familia imperial rusa —parientes suyos, por otro lado—, fusilada por un pelotón revolucionario.
Al fin y a la postre, los políticos constitucionalistas se rindieron ante los republicanos y con ellos el monarca, que no deseaba bajo ningún pretexto el estallido de una guerra civil.

De esa manera, el sistema constitucional desaparecía de una manera más que dudosamente legítima y se proclamaba la Segunda república.
Aunque la proclamación de la Segunda república estuvo rodeada de un considerable entusiasmo de una parte de la población, lo cierto es que, observada la situación objetivamente y con la distancia que proporciona el tiempo, no se podía derrochar optimismo. Los vencedores de la revolución se iban a sentir hiperlegitimados para tomar decisiones futuras que pasaran por encima del resultado de las urnas y no dudarían en reclamar el apoyo de la calle cuando el sufragio les fuera hostil.
Semejante comportamiento tenía una lógica innegable porque, a fin de cuentas, ¿no había sido en contra de la aplastante mayoría de los electores como habían alcanzado el poder?

A ese punto de arranque iba a unirse que, globalmente considerados, los vencedores de la revolución estaban constituidos por un pequeño y fragmentado número de republicanos que procedían en su mayoría de las filas monárquicas; dos grandes fuerzas obreristas —socialistas y anarquistas— que contemplaban la república como una fase hacia la utopía que debía ser surcada a la mayor velocidad; los nacionalistas —especialmente catalanes— que ansiaban descuartizar la unidad de la nación y que se apresuraron a proclamar el mismo 14 de abril la República catalana y el Estado catalán y una serie de pequeños grupos radicales de izquierdas que acabarían teniendo un protagonismo notable como era el caso del partido comunista.
En su práctica totalidad, su punto de vista era utópico, bien identificaran esa utopía con la república implantada, con la consumación revolucionaria posterior o con la independencia; en su práctica totalidad, carecían de preparación política y, sobre todo económica, para enfrentarse con los retos que tenía ante sí la nación y, por añadidura, adolecían de un virulento sectarismo político y social que no sólo excluía de la vida pública a considerables sectores de la población española sino que también plantearía irreconciliables diferencias entre ellos.

Así, la república iba a nacer de una absoluta falta de legitimidad democrática y, por añadidura, estaría inficionada desde su nacimiento con una serie de males que acabarían determinando su fracaso y, finalmente, el estallido de una cruenta guerra civil.
No puede sorprender a nadie semejante resultado, ya que aquellas elecciones municipales de abril de 1931 los republicanos no las habían ganado sino que, por el contrario, las habían perdido estrepitosamente.
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Etiquetas: Dictadores, Dictadura, GuerraCivilRepublica, Republica

martes, 25 de octubre de 2016

FIDEL CASTRO - El Gran Entierro


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Link para verlo TODO
http://www.libertaddigital.com/opinion/carlos-alberto-montaner/el-gran-entierro-79774/?utm_source=LATIN&utm_medium=bajonoticia&utm_campaign=recomendados
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Carlos Alberto Montaner
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2016-08-14
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Del autor

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  • (2016-07-31)La convención de Hillary Clinton
  • (2016-07-24)La convención de Donald Trump
  • (2016-07-17)Niza y los números sobre la mesa
  • Todos los artículos de Carlos Alberto Montaner
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Este sábado Fidel Castro cumplió 90 años. Padece graves problemas de salud, como prácticamente todos los ancianos de esa edad. Hace una década casi lo mata una diverticulitis. Tuvo que operarse varias veces y le quedaron como secuela un ano artificial y el abandono del poder.
El cirujano le cercenó medio metro de intestino, mientras su hermano Raúl, heredero de la dinastía familiar, se ocupó, en su momento, de eliminar a los fidelistas del entorno de la casa de gobierno. Así cayeron Carlos Lage, vicepresidente, Felipe Pérez Roque, ministro de Relaciones Exteriores, y otras figuras menores del aparato.  
¿Qué más le ocurre? Como el 93% de las personas de esa edad, ha perdido movilidad (suele utilizar una silla de ruedas), tiene momentos de confusión, pérdida del equilibrio, de la audición y de la memoria (agravada por las sesiones de anestesia), mientras exhibe episodios de irritación, ansiedad y depresión.
Según los médicos que lo han tratado, incapaces de quedarse callados, los contratiempos lo frustran y agitan. En un par de oportunidades ha tenido alucinaciones. Está más paranoico que de costumbre. Ha perdido facultades cognitivas y, por ende, una buena parte de su habitual curiosidad.
Aunque trata, no puede aprender ni razonar. A veces se le traba la lengua, o la cabeza, y dice disparates. Las proteínas se le acumulan en las células nerviosas del cerebro, especialmente en los lóbulos frontal y temporales. A esa edad suele visitarnos el inevitable Dr. Aloysius Alzheimer, Alois para sus amigos. Su hermano mayor, Ramón, que no era un mal hombre, murió totalmente loco a los 91 años en febrero pasado.
¿Qué peso tiene Fidel en el Gobierno? Bastante, pero de una extraña manera. Raúl se acostumbró a ser un apéndice de Fidel. Le debe, literalmente, la vida. Cuando Raúl era un adolescente, se lo entregaron a Fidel en La Habana para que consiguiera educarlo. La familia, en el otro extremo del país, quería que fuera médico o abogado. Fidel lo hizo matarife.
Lo convirtió en su hombre de confianza, en su guardaespaldas, en su segundo de a bordo. Lo inició en los tiroteos y en un marxismo rudimentario hecho de consignas. Luego lo arrastró al ataque al Moncada, al presidio, a México, donde enterró clandestinamente a un compañero insubordinado asesinado por Fidel. Lo llevó a la Sierra Maestra y, finalmente, al poder. Lo convirtió en ministro de Defensa. El Comandante no confiaba en nadie, salvo en su hermano, para entregarle la llave de los rayos. Ahí estuvo Raúl agazapado, casi medio siglo, hasta que, colgado de los intestinos de su hermano, llegó al poder.
Como Fidel no creía demasiado en las habilidades de Raúl, quien le parecía un tipo ignorante y mediocre, sin lecturas ni talento, pero leal, organizado y laborioso, había pensado dividir la autoridad entre tres personas si moría o se retiraba.
Carlos Lage, que era un hombre ordenado y metódico, llevaría la gerencia del manicomio. Felipe Pérez Roque se haría cargo de la dirección política. Raúl se ocuparía de la represión y de evitar que el poder se les escapara de las manos controlando a las Fuerzas Armadas, la Policía, la inteligencia y la contrainteligencia (unas 350.000 personas entre todos los cuerpos). Es decir: las tres tareas que desempeñaba Fidel Castro.
La diverticulitis precipitó el cambio y no hubo tiempo para la triple coronación. Raúl, pues, se encargaría de todo, auxiliado por Lage y por Pérez Roque, a quienes, por cierto, les habían transferido las relaciones con Hugo Chávez porque les parecía (a Raúl también) un tipo insoportable y pegajoso, con la billetera repleta, eso sí, que solía decir estupideces y trataba a Fidel con una familiaridad parejera –se colocaba a pareja altura– que al cubano le repugnaba.
¿Cómo manda Fidel en la situación tan precaria en la que se encuentra? Sencillo: lo hace a través de su hermano, casi sin proponérselo. Raúl no se atreve a moverse de los límites establecidos por Fidel. Está y estará paralizado tratando de averiguar la opinión del Comandante ante cualquier cambio sustantivo. Se acostumbró a obedecerlo y a declararlo genio, y ahora se devana los sesos tratando de complacerlo. Los lineamientos o reformas raulistas no son otra cosa que la codificación de los cambios desordenadamente autorizados por Fidel en los noventa, tras la desaparición de la URSS. El propósito de Raúl no es enterrar el sistema, sino tratar de apuntalarlo.
¿En qué parará esta larga dictadura cuando los dos hermanos hayan pasado a peor vida? Probablemente comenzará el desguace. La fuga acelerada de cubanos jóvenes demuestra el dato clave que legitima el vaticinio: casi nadie tiene esperanzas de que ese régimen mejore, mientras los comunistas carecen de energía y cohesión para prolongarlo. Vendrá la desbandada final. Empezará en el velorio cuando alguien, en voz baja, pregunte qué hacemos, y alguien, en el mismo tono, responda: hay que enterrar el sistema. No funciona.
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Discursos e Intervenciones del Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz

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DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL ...

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DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE FIDEL CASTRO RUZ, A SU LLEGADA A LA HABANA, EN CIUDAD LIBERTAD, EL 8 DE ENERO DE ...

Discurso impecable - Fidel Castro - YouTube

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DISCURSO PRONUNCIADO POR EL COMANDANTE EN JEFE FIDEL CASTRORUZ, PRIMER SECRETARIO ...

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26 sept. 2015 - El memorable discurso de Fidel en la ONU hace 55 años (+ Video). En este artículo: Colonialismo, Cuba, Fidel Castro Ruz, Guerra, Justicia, ...

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19 abr. 2016 - Discurso del líder de la Revolución cubana, Fidel Castro Ruz, en la clausura del 7mo Congreso. Constituye un esfuerzo sobrehumano dirigir ...

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