REMEDIOS MORALES
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VUESTRO SEXO, HIJOS MÍOS
De gustibus non est disputandum
Por Remedios Morales
Queridos copulantes: Como los humanos tenemos los instintos un poco flácidos, la vida es un largo aprendizaje. No hay más remedio que aprenderlo todo: a comer con cubiertos, a hacer pis en el retrete –y a lavarnos las manos después–, a peinarnos y a aparearnos.
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Una experiencia que nos impresiona fuertemente y nos produce un impacto inolvidable, desproporcionado con el hecho que lo causó: he aquí una de las maneras de aprender. Se llama aprendizaje traumático. Todos nosotros hemos aprendido algo de esa forma. La señora Lola, la Pescueza (tenía varias sotabarbas), había recibido una coz de mula cuando era pequeña y una noche sí y otra también recibía una coz exactamente igual, en una pesadilla recurrente. Dicen que el gato escaldado del agua fría huye, y es muy cierto, porque los animales también sufren este tipo de aprendizaje.
Pero la mayor parte del aprendizaje lo hacemos a través de otro tipo de impresiones, a las que estamos expuestos constantemente. No son impactantes, se pueden olvidar fácilmente y quedan integradas en nuestra conducta. Todo lo que hacemos cada día tuvo una primera vez que no dejó una huella particular.
Antiguamente se usaba el aprendizaje traumático en las escuelas. Se decía que la letra con sangre entra; y, aunque sea una salvajada, es una gran verdad. Si un asunto, por muy banal que parezca, se rodea de drama y se monta un pollo, será recordado mucho mejor. A un niño se le atizaba un coscorrón, se le ponían las orejas de burro y quedaba hecho polvo; pero, mira, por fin aprendía la tabla del siete. Era como un atajo.
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