domingo, 12 de septiembre de 2010

FALACIAS DE RUBALCABA, QUE LAS CXREA SOBRE LA MARCHA, AUNQUE YA LAS LLEVA ESCRITAS

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Alberto Lardiés. / Las palabras del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, acerca de las negociaciones con ETA no son del todo fiables. Los hechos así lo atestiguan. El mejor ejemplo sucedió el 3 de enero de 2007. Aquel día, tres jornadas después de que la banda asesina reventase la Terminal 4 de Barajas con 300 kilos de dinamita, Rubalcaba, que había llegado en abril de 2006 al ministerio para pilotar la negociación, aseveró: “No hay diálogo, evidentemente el proceso de paz se ha roto, está acabado y está liquidado”. Pese a aquella afirmación solemne, el Gobierno siguió negociando con los criminales al menos hasta mayo de 2007 (o quizás más tiempo).

O bombas o votos

Hoy, como siempre, este químico de profesión se afana por demostrar lo indemostrable y salvar del naufragio las verdades que hacen aguas, como si jugase con probetas y líquidos inflamables.

Ahora niega con ferocidad que exista cualquier tipo de negociación, diálogo, contacto o puente entre el Ejecutivo del que forma parte y la banda terrorista. ¿Por qué en este caso, cuando la manida razón de Estado le asiste, iba a estar diciendo la verdad? Sin ir más lejos, el diario Gara, que, por motivos obvios, cuenta con las mejores fuentes posibles en ETA, publicó esta semana que Rubalcaba “mentía” cuando durante los últimos meses alertaba de atentados a sabiendas de que la banda asesina había decidido ya no atacar. Este mensaje de Rubalcaba a los llamados posibilistas de ETA-Batasuna es ya una costumbre. Sin ningún reparo, el ministro del Interior promete a la rama política de los terroristas, autodenominada como izquierda abertzale, que volverá a estar en las urnas –el gran deseo de los batasunos– si se desliga de ETA (extremo harto improbable) o si “convence a ETA de que lo deje”. Después de un comunicado ambiguo y tildado de “insuficiente” por muchos, todo apunta a que la banda apostará por otros manifiestos en los que aclarará su postura. ¿Le parecerá entonces suficiente al ministro?

No es casual que Zapatero confiase en Rubalcaba para su fallido proceso de paz. Para negociar con los terroristas hacía falta un hombre capaz de enredar y seducir al ciudadano para convencerle de un argumento y del contrario, en función de la necesidad del momento. Y Rubalcaba sabía batallar frente a la realidad defendiendo lo indefendible.

Ya lo había hecho en los noventa, cuando defendió como portavoz a un Ejecutivo, el último de Felipe González, rejoneado de muerte por la corrupción y los crímenes de Estado de los GAL.

Y aún lo hace hoy, cuando se pone la capa y la espada en sede parlamentaria para negar su implicación en el repudiable chivatazo a ETA del bar Faisán, ocurrido en mayo de 2006, cuando él apenas llevaba unos días al mando de la Policía y la Guardia Civil.

“Salvar la vida”

El caso del chivatazo es uno de los bochornos con que Rubalcaba, antiguo secretario de Estado de Educación y forofo del Real Madrid, ha tenido que lidiar ante la opinión pública debido a la negociación con la banda asesina. Pero no es el único. Otro de los frentes más complicados de afrontar fue el chantaje al Estado del sanguinario etarra José Ignacio de Juana Chaos, con varias huelgas de hambre. Rubalcaba negó que hubiera “trato de favor” para el asesino. Y tuvo que asumir públicamente la decisión (que en el fondo era de Zapatero) de trasladar a un hospital de San Sebastián al reo. Con rictus más serio que nunca, salió ante los medios para abogar por salvar la vida a un asesino múltiple.

Algunas fuentes sostienen que, en el fondo, Rubalcaba no es partidario de negociar con los etarras. Pero donde manda patrón no manda marinero. YZapatero decidió que el camino para llegar a la paz era el diálogo. Si, como dicen esas fuentes que aseguran conocerle bien, Rubalcaba apuesta en realidad por la derrota de ETA, podría haber abandonado aquella pantomima negociadora. Hoy, algunos no descartan que el titular de Interior quizás no esté al tanto de todas las maniobras del PSE guipuzcoano que comanda Jesús Eguiguren, muñidor del proceso de paz. Las fuentes de la lucha antiterrorista consultadas por LA GACETA sostienen que Rubalcaba conoce todos los detalles, aunque pueda no estar de acuerdo –como se ha visto públicamente– con algunas tesis del presidente del PSE.

No obstante, tras el anuncio de tregua por parte de ETA la pasada semana el escenario ha cambiado. Rubalcaba repite machaconamente que la política antiterrorista es la misma y desmiente que el anuncio de los asesinos sea fruto de una negociación previa. Ante la posibilidad de un “proceso democrático” auspiciado por los terroristas, apoyado por los mediadiores internacionales y similar a la pacificación en Irlanda del Norte, una de las principales claves está en las cárceles. Y ahí, el ministro lleva tiempo maniobrando.

Política de presos

“En la cárcel de Nanclares de Oca ya no hay etarras, todos los que están han pedido perdón a las víctimas”. Esta frase de Rubalcaba es una de las más sonadas que ha pronunciado últimamente. Y es que ya hace dos años que el ministro del Interior, prestidigitador abonado a tejemanejes y conspiraciones, puso en marcha una estrategia de premios y castigos a los reclusos de ETA y su entorno. Los etarras consiguen traslados a las cárceles colindantes o próximas al País Vasco. El precio que deben pagar es mostrar su alejamiento de los postulados de la banda asesina.

El Ejecutivo afirma querer “dividir y debilitar” a la banda utilizando a los reos. La lógica rubalcabiana apunta a que las deserciones de terroristas dañan al entramado y consiguen un efecto repetición, de forma que cada vez más etarras se desvinculan del terror.

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