Guy Hermet, profesor del Instituto de Estudios Políticos de París y buen conocedor de los temas españoles, ha publicado un estudio que marca un hito en el conocimiento del Partido Comunista español [PCE]. Labor realmente meritoria dadas las condiciones de clandestinidad en que, desde el día primero de abril de 1939, vive el primer partido obrero organizado de España.
Y que, por otra parte, salva las responsabilidades del autor con respecto a las posibles carencias de su estudio; aunque, sobre este último dato (el secreto que encubre al PCE) parece, por los datos manejados, que Guy Hermet, hasta ciertos límites, ha podido consultar una porción de documentación hasta ahora velada por el propio partido a otro tipo de investigadores.
Desde su papel de profesor universitario y de estudioso de la ciencia política, Guy Hermet ha trazado, con un clarísimo propósito francés de síntesis, una triple aproximación al objeto analizado ; una triple radiografía, desde distintos ángulos, del PCE. Nos atendremos, de entrada, a una exposición de la triple perspectiva enunciada: la Historia, la Organización y los Programas, son los temas abordados.
De la lectura del libro se desprende que, en una determinada medida, G. Hermet ha evitado escribir un ensayo ideológico y que se ha inclinado por la realización de la aproximación a un partido político según las coordenadas seguidas por los actuales politólogos franceses. De acuerdo con este objetivo metodológico, G. Hermet parte de una constatación :
« Nuestra problemática se basa en dos series de hipótesis, unas referencias a la función global del comunismo y del anticomunismo en el Estado franquista, y las otras relacionadas con el problema que se les plantean a las mismas organizaciones comunistas, estudiadas en tanto que conjuntos relativamente autónomos»
(Guy Hermet, Los comunistas en España. Estudio de un movimiento político clandestino. París, Ruedo ibérico, 1972, p. 6).
Sin embargo, como más adelante comprobaremos, el estudio de G. Hermet resulta finalmente con un contenido claramente ideológico y con una elevada dosis polémica. Desde sus primeras páginas, Hermet, con vocabulario científico, describe una trayectoria y expone una concepción organizativa del PCE que constituyen todo un concluyente juicio de valor ideológico y político.
1. En primer lugar, el recorrido histórico del PCE, desde su nacimiento en el mes de noviembre de 1921, a consecuencia de la escisión del PSOE al no aceptar las famosas veintiuna condiciones y quedar al margen de la III Internacional, hasta el largo periodo de lucha contra el franquismo, pasando evidentemente por la guerra civil. En la última etapa, G. Hermet se cuida de rendir continuado homenaje de admiración al heroico testimonio aportado por los militantes comunistas.
Sin embargo, podría argüirse, legítimamente, que el examen descriptivo de la historia del PCE es demasiado apresurado, sintético y analítico.
No se subrayan, debidamente, por ejemplo, las conexiones e interdependencias con la totalidad del movimiento comunista internacional. Pero, pese a esta posible deficiencia, Guy Hermet no vacila en abordar algunos temas, sumamente indicativos, todavía no debidamente esclarecidos ;
no es necesario advertir que, en estos puntos concretos, nos situamos en un terreno harto movedizo dada la insuficiencia de la información existente o la deformación de las versiones oficializadas. Nos referimos directamente a dos momentos en los que la dirección del PCE pareció inclinarse por una vía autónoma, nacional, con respecto a las consignas procedentes del centro internacional dirigente, de Moscú.
El primer ejemplo sería el proporcionado por el « caso Bullejos» ;
la versión oficial del PCE, hasta la fecha, afirma que « con José Bullejos y otros jóvenes militantes que arrastraban consigo una considerable carga de izquierdismo, se inició una etapa de predominio de las tendencias sectarias»
(Historia del Partido Comunista de España, La Habana, 1962, p. 53).
Bullejos, secretario general del PCE, junto con Trilla, fueron expulsados del Buró político en 1932 ; las Memorias de Humbert-Droz, recientemente editadas en Ginebra, informan ampliamente sobre la actuación de la Komintern en España al final de los años veinte.
Guy Hermet avanza una hipótesis, confirmada por el citado Droz, ejecutor en España de las directivas de la Tercera Internacional: la postura de Bullejos era contraria a la participación del PCE en la proyectada Asamblea Nacional del dictador Primo de Rivera;
Moscú, por el contrario, preconizaba la asistencia del comunismo español. Otro ejemplo histórico es el suministrado por el « caso Quiñones » ;
en el periodo primero del franquismo, la represión policiaca había desmantelado el PCE y los pocos militantes que se mantenían en la clandestinidad gozaban de una total autonomía. La versión oficial afirma que « la policía [se sirvió] entre otros del provocador Quiñones»
(Historia..., p. 216).
Guy Hermet indica, por su parte, que debido a las condiciones imperantes en España « el aparato clandestino llegó a trabajar en una forma independiente, absteniéndose, por ejemplo, de difundir la consigna de unión nacional de todos los españoles, lanzada en agosto de 1941 después de la entrada de las tropas alemanas en la URSS» (G.H.,p.46).
No nos interesa, ni mínimamente, entrar en el detalle de las dos anécdotas personales, caso Bullejos y caso Quiñones, que corresponden a otro tipo de historia; pero sí nos interesa subrayar que, en ambos casos, se trata de dos dirigentes del PCE que, en momentos muy concretos, son eliminados por oponerse a la aplicación de las consignas exteriores y que, además, en los dos supuestos, se trataba de consignas aliancistas, de alianzas de clase.
Sin olvidar que el caso Bullejos y, sobre todo, el caso Quiñones, denuncian otro avatar histórico del PCE: « La fricción crónica entre el aparato interior y el exterior del PCE » (G.H., p. 46).
No nos detendremos, repetimos, en estos casos particulares, aún pendientes de rehabilitación personal; o en otro, igualmente conocido, de la muerte de León Trilla, en 1945, a manos del grupo de Cristino García y también recogido por Guy Hermet; en este último caso, la versión más reciente indica que León Trilla « actuaba por su cuenta como un auténtico bandolero » (A. Sorel: Guerrilla española del siglo XX, p. 130).
Sólo nos interesa, insistimos, para el análisis concreto, anotar la existencia de unas tendencias que, para emplear un lenguaje convencional, se llamaron « quiñonismo » :
« La desviación que preconizaba la dirección del partido desde el interior» (G.H., p. 50, nota 35).
Ahora bien, estas tendencias desviacionistas, que se reaniman en los momentos de desconexión con la dirección del exterior o de fricción con la sede del movimiento internacional comunista, sufren el primer duro golpe durante los años de la guerra civil. El trienio 1936-1939 constituye el periodo en que, bajo la dirección de José Díaz, dirección al menos teórica, el PCE conoce su gran momento de apogeo teórico:
« El levantamiento militar y la guerra civil [...] llevan al PCE a actuar, todavía más, como la organización obrera más eficaz, más moderada y que inspira mayor confianza [...] El PCE se convierte en una especie de partido del orden » (G.H., p. 26).
Estimamos que la guerra civil es el capítulo más determinante en el proceso histórico y en la decantación ideológica del PCE. Guy Hermet lo califica como la organización obrera más eficaz, como una especie de partido del orden por su moderantismo.
¿ Por qué ? S
on los años de los Frentes Populares en Europa occidental; los socialdemócratas han dejado de ser los socialfascistas.
Las directrices de la Komintern preconizan la alianza, para ganar la guerra, « con las clases medias y campesinas » ;
así como la necesidad de crear « una república democrática de un nuevo tipo » y la defensa
« del pequeño industrial y del pequeño comerciante » (G.H., p. 27 y 29). Estas son las orientaciones imperativas llevadas a España por la Tercera Internacional y representadas de manera activa por Palmiro Togliatti que permanecerá en el Buró político del PCE hasta el final mismo de la guerra civil. Este es, precisamente, otro de los puntos que aún queda por resolver a los futuros investigadores e historiadores :
el papel protagonista de la Tercera Internacional en los órganos dirigentes del PCE durante la guerra civil española.
Sin embargo, Guy Hermet, desde su óptica científico-objetiva no llega, en este extremo concreto, a la conclusión lógica en sus planteamientos, aunque no deje de sugerirla. El PCE, en los años a que hacemos alusión, se configura, a nivel ideológico, en el partido actual.
A diferencia de otros países, en España, el Partido Comunista nunca ha sido 1a izquierda del movimiento obrero, ni tampoco la izquierda del raquítico pensamiento teórico marxista hispano. Las corrientes anarquistas, de mayor arraigo histórico en la península, desplazaron hacia posiciones centristas al comunismo oficial;
el cual, en última instancia, tuvo que aliarse con la izquierda del PSOE.
La guerra civil, al margen de la oportunidad o inoportunidad del dilema
« Hacer la Revolución versus ganar la Guerra » abre públicamente la crisis ideológica existente entre los dos grupos que se disputaban la hegemonía sobre la izquierda del movimiento obrero.
Los sucesos de Barcelona de mayo de 1937 son los ajustes de cuentas entre ambas tendencias, de las que saldría finalmente triunfante el PCE, con la eliminación de los miembros más caracterizados del POUM.
Guy Hermet exime de culpabilidad directa al PCE en la muerte de Andrés Nin :
« Parece ser que el PCE no ha estado implicado directamente en el asesinato de Andrés Nin, que había sido efectuado, sin conocimiento del PCE, por un equipo del SIM, por miembros de las Brigadas internacionales », dirigido por el soviético Orlov, y compuesto (G.H., p. 36).
Tesis que no comparte plenamente Fernando Claudín que no vacila en escribir:
« La represión contra el POUM, y en particular el odioso asesinato de Andrés Nin, es la página más negra en la historia del Partido Comunista de España, que se hizo cómplice del crimen cometido por los servicios secretos de Stalin »
(La crisis del movimiento comunista, cap. IV, p. 616, nota 150). Hoy día, está ya fuera de toda discusión que la represión contra el POUM y sus dirigentes fue la continuación en España de las persecuciones iniciadas por Stalin, en aquellos años, en la URSS. (Víctor Serge, en Mémoires d'un révolutionnaire, informa muy interesantemente sobre la personalidad de Andrés Nin y sus años en la Unión Soviética.)
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