¿Es la castidad un concepto pasado de moda en nuestra sociedad moderna? En una cultura popular que confunde el amor con la promiscuidad sexual, ¿pueden los padres criar a sus hijos en un ambiente de verdadero amor y de valores bíblicos?
Por John H. Ogwyn
Castidad. La palabra misma suena anticuada y hasta un poco extraña a oídos de una generación que crece ante las pantallas de la televisión moderna. "Sea realista”, dirán algunos en respuesta. Pero ¿qué es ser realista? ¿Es la atracción del mundo de la farándula, con sus estrellas de cine, sus estrellas del pop y sus ídolos del deporte? ¿Es la cultura de los programas de televisión, poblados de gente simpática, que pasa de una relación fracasada a otra relación fracasada, pero cuya vida se nos presenta como algo humorístico y no trágico?
Varias revistas populares plantean las inquietudes de padres y madres por lo que les está pasando a sus hijos pequeños en una cultura que se torna cada vez más desvergonzada. Una revista publicó un artículo que tituló "Sobrevivir a Britney Spears". El subtítulo era: "¿Qué hacer cuando su hija adolescente idolatra a esta Lolita de los últimos tiempos?” Britney es un ejemplo peligroso para las niñas y "ha creado un personaje más o menos tan virginal como Madonna" decía el artículo. Desfilando por videos con blusas mínimas y bikinis, resulta increíblemente llamativa para niñas aun de ocho o nueve años.
La cultura popular en nuestro mundo da por sentado que habrá actividad sexual fuera del matrimonio. Sean las atrevidas escenas de amor en la película Titanic o las imágenes procaces de los últimos videos musicales, los jóvenes se encuentran cada vez más sumergidos dentro de un mundo erótico. Los resultados son muy evidentes si damos una ojeada a lugares donde se congregan chicos y chicas de la escuela secundaria. Muchas niñas de escasos 13 o 14 años ¡se visten y se mueven comoprostitutas! A muchos les parecería absurdo repartir Biblias a adolescentes en tal situación, pero les parece lo más normal darles acceso a preservativos y abortos, ¡incluso sin el conocimiento de sus padres!
La promiscuidad entre jóvenes sigue causando cierta inquietud en nuestra sociedad, pero la promiscuidad entre adultos no nos hace ni parpadear. En los años cincuentas y sesentas esto era “vivir en pecado” y en muchas partes era incluso ilegal. Hoy, es común que el hogar esté formado por una pareja no casada y sin hijos. Poco se habla de lacohabitación de parejas sin casarse en los debates sobre valores familiares. Al contrario del divorcio o de los hijos ilegítimos, la tendencia hacia la cohabitación no ha despertado prácticamente ninguna crítica ni comentario público. Una revista de análisis hizo la observación de que la actividad sexual prematrimonial es algo que ni siquiera la mayoría de las iglesias desean mencionar. "La condenación de las relaciones prematrimoniales entre adultos ha prácticamente desaparecido de la predicación religiosa".
¿Cuáles son las consecuencias de tales actitudes y comportamientos? Una locutora de televisión lo resumió de esta manera: "la gente está atiborrada de sexo—pero hambrienta de amor". Mucho se habló sobre el "amor libre" en la época de los hippies, pero era un dicho traicionero. No era amor de verdad, ¡y ha sido de todo menos libre! De allí surgieron muchos males sociales, entre ellos un número creciente de nacimientos ilegítimos, hogares con uno solo de los padres, abortos y enfermedades de transmisión sexual. Y eso no es todo. Tanto el maltrato de la pareja como el maltrato de niños ocurren con mucha mayor frecuencia en hogares donde los dos no son casados sino juntados.
En un discurso pronunciado recientemente, una escritora y graduada universitaria hizo algunas observaciones muy significativas. Wendy Shalit tituló su discurso "Volviendo al pudor”. Al presentar el tema a una audiencia de estudiantes y profesores universitarios, señaló que "el vocabulario del pudor ha desaparecido en buena parte de nuestra conciencia cultural”. Prosiguió, explicando que la pérdida del pudor fue ganancia para la patología. "Muchos de los problemas de que se habla hoy—acoso sexual, violación sexual en una salida de pareja, mujeres que sufren trastornos de la alimentación y falta de control sobre el cuerpo—guardan una relación, pienso, con el ataque perpetrado por nuestra sociedad contra el pudor. Escuchen, primero, las palabras que empleamos para describir la intimidad: lo que antes se llamaba ‘hacer el amor’ y luego ‘tener relaciones’ ahora es ‘estar juntos’—como aviones que se juntan para cargar sus tanques de combustible en pleno vuelo".
Sea la influencia principal en la vida de sus hijos
El punto es que este mundo no ofrece una serie de valores y actitudes sanos para nuestros hijos. Ciertos padres, mirando la influencia de la escuela, los medios de comunicación y los grupos de jóvenes, están prontos a “tirar la toalla” y afirmar que es caso perdido. Muchos adultos, miran atrás recordando los excesos de su juventud, y carecen de la certeza moral y el valor para inculcar valores firmes en sus propios hijos. Sin una seguridad moral, ni siquiera es posible tener valores firmes para inculcar. Con el transcurso del siglo veinte, la Biblia se dejó cada vez más de lado como guía absoluta para la vida. La creencia en un Dios Creador y soberano dio paso a la creencia en la evolución. La certeza moral quedó remplazada por el relativismo moral.
Al mismo tiempo, son muchos los padres y madres religiosos que se han visto sorprendidos y desilusionados por las decisiones de sus hijos en materia de moral. En unos casos, se debe a que pensaron ingenuamente que si ellos procuraban vivir conforma a las normas bíblicas de moral, sus hijos automáticamente los imitarían. Este no es necesariamente el caso porque hay muchas otras influencias que obran en los jóvenes… no solamente el ejemplo personal de sus padres. Siendo así, ¿qué podemos hacer?
Los padres no pueden ser la única influencia en la vida de sus hijos, pero sí pueden ser la influencia predominante siempre y cuando tengan verdadera voluntad de serlo. Los que reconocen el valor de la castidad y desean que sus hijos reconozcan el valor de la misma libran una guerra cultural con el mundo que los rodea. ¿Qué puede hacer usted para combatir la influencia de la sociedad contemporánea? ¿Cómo puede asegurar que sea la influencia predominante en la vida de sus hijos?
Primero, procure que su hogar sea un oasis de piedad en medio de un mundo corrupto. Un punto de partida sencillo es restringir mucho (o incluso eliminar) la televisión. No permita que los niños se aíslen de la familia, encerrados en su cuarto escuchando su propia música y navegando por Internet en su propia computadora. Cuando mis hijos estaban creciendo, por ejemplo, nunca tuvimos peleas por la música que escuchaban. La razón era muy simple. Había una sola fuente de música en el hogar: un estéreo en la sala, ¡y lo escuchábamos en familia! Al escoger la música apropiada, mi esposa y yo ayudábamos a sentar el ambiente que deseábamos para nuestro hogar.
Segundo, hay que fijar límites cuidadosamente al grado de asociación que se permite entre sus hijos y los vecinos y compañeros de escuela. Los niños necesitan guía y restricciones en su elección de amigos y compañeros de juego. No suponga ingenuamente que los demás no van a tener una influencia nociva sobre su hijo o hija. Conozca a las personas con quienes andan sus hijos, y esté seguro de que sus juegos y actividades estén debidamente supervisados.
Por último, pase tiempo con sus hijos. Trate de que la familia y la iglesia sean el punto central de la vida social de ellos. Si los niños pasan la mayor parte del tiempo en lugares donde la influencia principal son personas con valores diferentes, ¿cómo puede pretender que el chico o la chica acoja los valores de usted? Que la cena sea en familia y a la mesa. Hagan viajes de familia. Salgan a caminar y a acampar. ¡Hagan cosas! Rindan culto a Dios juntos, como familia. Esto es no solamente ir a los servicios religiosos en familia sino orar y estudiar la Biblia juntos. Es importante pasar tiempo frecuentemente con sus hijos—hablando, escuchando y enseñando. Aunque sea imposible controlar todas las decisiones futuras que tomarán sus hijos, nunca pierda de vista el hecho de que usted sí puede influir enormemente en esas decisiones, siempre y cuando esté dispuesto a hacer el esfuerzo.
Para inculcar actitudes de pureza
Muchos conocen el dicho: “Somos lo que comemos”. Aunque es cierto en el aspecto nutricional, lo es igualmente cierto en lo mental. Nuestro régimen mental tiene mucho que ver con el modo como se va formando la persona interior. El apóstol Pablo declaró: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Filipenses 4:8). Nosotros no podemos promover actitudes de pureza en nuestros hijos si permitimos que se alimenten constantemente de basura mental. Los programas, las películas y los juegos de video violentos y sexualmente explícitos constituyen una dieta mental destructora y perjudicial.
La música, desde una canción de cuna hasta una marcha militar estremecedora, sirve para generar o acentuar toda suerte de estados de ánimo. Además del ambiente creado por el tono emocional de una canción, debemos pensar también en la letra y el mensaje. Una letra que expresa enojo, rebeldía y vulgaridad, o que ensalza la fornicación o el adulterio, transmite un mensaje inapropiado. Cuando se trata de videos musicales, el efecto del mensaje se multiplica, ya que la impresión que entra por los oídos se refuerza con la impresión que ven los ojos.
La pureza no es cuestión simplemente de evitar ciertas acciones indecorosas, sino que es todo un modo de pensar. Las artes y los medios de entretenimiento deben elevar el espíritu humano ensalzando lo que es puro y bueno. Los padres que desean estimular la pureza en sus hijos deben tener mucho cuidado con la música, las películas y los libros que les permiten.
El apóstol Pablo le explicó al joven ministro Tito que este debía animar a las mujeres mayores para que enseñaran a las más jóvenes principios de pudor y castidad. Es importante que los padres y madres, así como familiares y amistades mayores, ayuden a guiar a las niñas en este aspecto. Una falda muy corta y una blusa apretada y descotada, así como los cortes que dejan ver el muslo y otras modas similares tienen por objeto enviar un mensaje sexualmente seductor a los hombres. Aunque muchas jóvenes nieguen que esta sea su intención, asegurando que simplemente “es la moda”, sus padres deben ayudarles a entender que, cualquiera que sea su motivación, el hecho es que están proyectando una imagen seductora, sexualmente excitante para los hombres. Ninguna joven piadosa quisiera vestir ni actuar de un modo que obstaculice al hombre joven que desea mantener puros sus pensamientos. Si no se les enseña activamente, las jóvenes sencillamente no entienden la diferencia entre la mente femenina y la masculina. El aspecto exterior así como la conducta deben comunicar una actitud de pureza y honestidad.
Al enseñar a los jóvenes que eviten las modas que resaltan indebidamente la sexualidad, es deber de los padres explicar de modo positivo cuál es el concepto de la sexualidad que Dios desea para nosotros. Dios nos hizo varón y mujer ¡y dijo que esto era muy bueno! Hay que enseñar sobre la sexualidad explicando que es un don precioso dado por Dios. Si se emplea correctamente, cumple un papel vital en lo que Dios diseñó como la más feliz de las relaciones humanas; el matrimonio. Cuando se emplea la sexualidad incorrectamente, trae dolor y penas que pueden echar a perder una vida. Hay que enseñar a los jóvenes que su felicidad futura dependerá en gran parte de que aprendan a valorar la pureza. La pureza es una actitud necesaria en todo matrimonio sano y feliz.
Los jóvenes necesitan no solamente instrucción y explicaciones apropiadas, sino también límites apropiados que protejan su pureza. Permitir que los jóvenes formen pareja y anden juntos como se hace hoy día, es estimularlos a la intimidad sin un sentido de compromiso. El apóstol Pablo ordenó, "Huye también de las pasiones juveniles" (2 Timoteo 2:22). Los que no están casados deben evitar encontrarse solos en situaciones íntimas. Una serie de restricciones apropiadas, inculcadas en los jóvenes desde el principio, les ayudan a evitar situaciones peligrosas más adelante. Los jóvenes tienen muchas hormonas y poca experiencia de la vida. Necesitan guía y supervisión.
Usted puede cultivar y promover la pureza en su familia, aun en medio de un mundo corrupto e impuro. Vaya a la palabra de Dios en busca de ayuda y bendición. Comprenda que los padres pueden fomentar una dieta mental de lo que es sano y edificante. A esto debe sumarse la instrucción que enseña a los jóvenes a valorar y cultivar una imagen que refleje pureza. Sumando a esto la enseñanza positiva y a la imposición de límites sanos y seguros, los padres tienen a su disposición unas tácticas que harán mucho más posible alcanzar la victoria en una batalla difícil.
Protección y estímulo a la castidad
Durante la niñez y la adolescencia, sentamos las bases para el matrimonio y la familia. El comportamiento que la sociedad contemporánea quiere imponer va en menoscabo de la castidad y la pureza entre los jóvenes. Los medios de que se vale son muchos, desde la moda en la ropa hasta las diversiones. Además, las actuales prácticas juveniles de hacer citas a solas contribuyen más al ambiente inmoral. No nos equivoquemos: ¡No hay nada más nocivo para un matrimonio feliz y amoroso que la inmoralidad!
Es fundamental para los jóvenes entender que antes de la intimidad debe venir el compromiso. En la sociedad contemporánea, los jóvenes forman pareja a muy temprana edad. “Salen juntos” desde los primeros años de la escuela secundaria, para no hablar de la universidad. Se da por sentado que los adolescentes tendrán novio o novia. Claro que estos noviazgos no tienen nada de estable. Al romper un noviazgo, el chico o la chica sale en busca de otro “noviazgo”. No están preparados, ni emocional ni económicamente, para casarse antes de muchos años. No obstante, las costumbres de nuestra época son tales que ofrecen oportunidades muy pronto para llegar a una intimidad cada vez mayor, mucho antes del compromiso que implica un matrimonio. Cuando los niños andan en besuqueos y tocamientos en edad adolescente, ¿cuánto tardarán en llegar al acto sexual completo?
La conducta íntima de besos y caricias prolongadas es sexualmente estimulante y el Creador la dispuso como la parte inicial, de excitación, para el acto sexual. Como tal, pertenece solamente al matrimonio y no es apropiada para los solteros. Sin embargo, las prácticas generalmente aceptadas en nuestra cultura actual conducen a prácticas íntimas. El cine, la televisión, los libros y revistas fomentan este tipo de conducta como algo aceptable y normal.
La Biblia enseña claramente ¡que toda actividad sexual fuera del matrimonio es pecado (1 Corintios 6:9–10)! Si se ha de conservar la virginidad hasta la boda, entonces hay que cultivar y proteger la castidad y la pureza. Esto ayuda a sentar las bases para la fidelidad futura en el matrimonio. Los padres tienen la responsabilidad de enseñar y guiar a sus hijos pequeños y mayores. También tienen la obligación de proteger a sus hijos contra situaciones que ellos quizá no sepan manejar. No hay que dejar a los jóvenes solos ni permitir que formen pareja: Es una fórmula para el desastre.
Es natural que los jóvenes quieran pasar tiempo juntos, y eso no tiene nada de malo. Las actividades sociales pueden ser muy agradables, y son importantes para la juventud. Pero esas actividades son mejores cuando se mantienen dentro del contexto de familias enteras que se reúnen. Los paseos, las salidas a jugar bowling o a patinar, o a ver espectáculos deportivos, musicales y culturales no son situaciones en que los chicos tengan que formar pareja con alguien del sexo opuesto. Deben ser actividades de grupo con amigos de ambos sexos. Al final de cuentas, la juventud es el momento para forjar amistades con muchas personas distintas. La experiencia de aprender a tener amigos del sexo opuestos es un preparativo importante para el noviazgo y el matrimonio futuros.
En la sociedad occidental, se ha confundido la amistad con noviazgo, borrándose la distinción entre los dos. La costumbre de salir en pareja es lo que antes se llamaba noviazgo y debe reservarse para los que tengan edad de pensar seriamente en el matrimonio. Mientras no llegue ese momento, la mejor actividad social para los jóvenes es formar amistades con muchas personas y salir en grupo.
Si la castidad y la pureza son de gran valor, entonces es lógico que este valor debe explicarse y enseñarse a nuestros jóvenes. Ellos no van a recibir este mensaje en la escuela ni en el cine. Si lo van a escuchar, tendrá que ser en la casa y en la iglesia. La inmoralidad no es divertida ni romántica sino algo que trae consecuencias graves, que pueden incluso destruir la vida. No sólo es causa, con frecuencia, de enfermedades y embarazos indeseados, sino también de penas, confusión y culpabilidad. Las relaciones sexuales a la ligera desvalorizan lo que el Creador diseñó para compartir entre dos personas casadas en una relación especial que no tiene con ningún otro ser humano. Para proteger la pureza, es preciso no solamente entender y apreciar su valor sino también evitar situaciones que pueden ser tentadoras o comprometedoras. Las emociones son fuertes y muchos jóvenes se han engañado pensando que eran “capaces” de manejar la situación… para luego comprender, con dolor, que no lo eran. Si alguno de nuestros lectores piensa evitar actos de intimidad antes de casarse, ¡debe empezar por no estar en un medio íntimo oculto a los ojos de los demás (Proverbios 15:3)!
La castidad y la pureza son guardianes de la santidad del matrimonio y la familia. La familia es la estructura básica de la sociedad. Ninguna nación será más fuerte que sus hogares. La castidad y la pureza son cualidades que se pueden transmitir a la siguiente generación solamente si la actual generación las valora y profundamente, las enseña y las promueve. ¿Difícil? ¡Sin duda! Pero nunca pierda de vista el hecho de que sí es posible enseñar la castidad en un mundo inmoral.
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