jueves, 12 de febrero de 2009

4 - BASILIO BLASCO - LOS COMUNISTAS ESPAÑOLES VISTOS POR GUY HERMET

Tras este planteamiento, se dibuja otro juicio profético del PCE; Santiago Carrillo no ha vacilado en afirmar que «la crisis de la dictadura no es sólo una crisis de régimen político; es también la crisis de un régimen social, la bancarrota de la oligarquía dominante »
(Después de Franco, ¿ qué ?, p. 90).

En persecución de todo este muestrario de metas, el « Pacto por la Libertad » se configura como « un contrato mínimo con todos los grupos de la oposición, incluso con la derecha » (Nuevos enfoques, p. 115).

Evidentemente, más de uno podría preguntarse, con absoluta legitimidad, a qué fantasmal clase social pertenece esa oligarquía cuya agonía ya se presiente.

Parece fuera de discusión que el mencionado «Pacto por la Libertad» culmina toda la trayectoria reformista del PCE que, en esta etapa considerada táctica, renuncia a todos los planteamientos de clase.

Más tajantemente podría afirmarse que en la nueva etapa, que se adivina como de predominio de la burguesía emprendedora neocapitalista, el PCE aspira a disfrutar de un puesto en el sol, pretende figurar en la constelación de fuerzas, de partidos políticos.

Es decir, se aplican, desde ya, los esquemas parlamentaristas del PC francés y del PC italiano.

Al leer las declaraciones del PCE y los escritos de sus máximos responsables se tiene la impresión de que para ellos la historia se ha detenido; ignoran que, en España, la Revolución burguesa, la que afecta a la propiedad de los medios de producción, al inicio del proceso de acumulación de capital y al control de los mecanismos de poder, ya se realizó en 1939;
que, a partir de esa fecha, la burguesía española se ha dedicado a consolidar sus posiciones ganadas en la guerra civil, sin que tal victoria le ahorre las contradicciones sufridas por cualquier sistema político burgués. Parecen ignorar, también, que para la burguesía del último tercio del siglo XX, el contenido de las libertades políticas formales es muy distinto del que tenía en los siglos XVIII y XIX;
que, en la actualidad, los regímenes parlamentarios burgueses proceden precisamente a un mecanismo inverso: al recortamiento, a la limitación de las libertades formales.

Además, en última instancia, ¿ para qué necesita la burguesía española de una alianza con los comunistas ?
Si, debido a imperativos externos (exigencias de la Comunidad Económica Europea, por ejemplo), fuese necesario un blanqueamiento del sistema, éste podría alcanzarse sin el consenso del PCE; simplemente, por la alianza de las fuerzas que están dentro del franquismo con sus hermanos de clase que están en los aledaños del sistema.

Un pacto, una alianza, es la resultante de una negociación, de un do ut des. ¿ Qué puede ofrecer el PCE ? Sencillamente, la colaboración del movimiento obrero, la aprobación del proletariado al pacto con la burguesía. Este punto plantea otra interrogante:
¿ Puede responder el PCE en nombre de todo el movimiento obrero español, está en condiciones de comprometerlo ?

Consideramos que, en el fondo, se produce una actuación mucho más peligrosa: el « Pacto por la Libertad », tal y como se presenta, es la pretensión de alcanzar un acuerdo desde arriba, un compromiso entre notables, en el que el PCE se compromete a mantener una posición de segundón. No puede decirse, en modo alguno, que el
« Pacto por la Libertad » sea un impulso irresistible de la base, recogido y hecho suyo por la dirección del partido. El VIII Congreso, otoño de 1972, ha insistido, sin embargo, nuevamente, en la corrección táctica del Pacto. No puede interpretarse de otro modo la Declaración política final en la que, aparte la repetición de las consignas anteriores, se aprueba la integración del futuro régimen liberal burgués en la Europa Comunitaria.

Puede pensarse que es una concesión más a los perseguidos aliados burgueses.

No olvidemos, por otra parte, que la Operación Europa ya fue iniciada por el grupo Opus Dei; los Procesos de Burgos del invierno de 1970 supusieron una paralización de la aproximación a Europa.

No obstante, en los últimos meses, el lanzamiento de la nueva imagen de Juan Carlos de Borbón, ante las televisiones francesa y alemana, hace pensar que de nuevo el mismo grupo en el poder reinicia su anterior operación.

No creemos demasiado peligroso asegurar que, para llevar a cabo felizmente la Operación Europa, posiblemente se forje la unión de la burguesía española.

A título de anécdota, cargada de significación, recordemos que en el programa de la televisión alemana a que antes hacíamos alusión, transmitido a finales de septiembre de 1972, junto a Juan Carlos de Borbón y el ministro Fernández de la Mora, fueron entrevistados el profesor Tierno Galván, Areilza y Ruiz Jiménez, figuras mimadas del « Pacto por la Libertad » las dos mencionadas en último lugar.

Al fin y al cabo, los comparecientes ante las pantallas de la República federal alemana tienen más intereses de clase entre sí que con respecto al movimiento obrero español.

El llamado por Guy Hermet Programa del PCE, analizado por el autor francés con mayor asepsia que nosotros, le conduce sin embargo a una dolorosa constatación: el programa comunista «es el reconocimiento manifiesto de la impotencia de los comunistas para atacar, de cualquiera otra forma que no sea simbólica, un poder que dispone de medios de represión abrumadores» (G.H., p. 160).

Pero, por encima de la constatación de Hermet en el libro que hemos venido comentando y glosando a lo largo de estas páginas, en una entrevista concedida por el profesor francés a una revista española
(cf. La Actualidad Económica, n° 747, 8 de julio de 1972) se muestra mucho más explícito y abierto. A una pregunta del entrevistado Javier Tussell, sobre el carácter « moderado » del PCE, Guy Hermet contesta tajantemente:
«Sigue muy influenciado [el PCE] por su postura durante la guerra civil y por sus responsabilidades de aquella época. Tiene una mentalidad de partido de gobierno bastante acostumbrado a la coalición.»
Esta práctica «parlamentaria» del Partido Comunista ha tenido varios efectos graves.

El primero, la creación de un sentimiento de frustración -defección y cansancio- entre los militantes de base que no ven el horizonte político de una alianza con la burguesía, que no comparten el juicio de la dirección sobre la función apolítica e incluso popular que asumirá el ejército franquista en los momentos de la prevista crisis del régimen;
y que, en fin de cuentas, estiman que las simples posiciones tácticas de la dirección se han convertido en una obsesión para devenir lentamente en toda la línea general estratégica del PCE.

Un segundo efecto de importancia es la responsabilidad en que ha incurrido la dirección del Partido Comunista al introducir en el seno del movimiento obrero prácticas reformistas: el partido debe ser concebido, teóricamente, como una vanguardia no como la retaguardia del proletariado.

Un tercer efecto, igualmente importante, es que la dirección del PCE, con sus apreciaciones teóricas y su praxis reformista, ha conseguido resucitar la constelación política de años atrás: un Partido Comunista centralista a cuya izquierda surgen grupos y organizaciones que le disputan la función de protagonista revolucionario de la Historia contemporánea española.

Un primer intento fue el llevado a cabo por el desaparecido y otras tantas veces renacido
Frente de Liberación Popular.

Y, a partir de los años 1964 y 1965,
el Partido Comunista de España marxista-leninista,
el Partido Comunista Internacional,
la Liga Trotsquista,
el Grupo Bandera Roja (de indudable trascendencia teórica),
el FRAP,
la Organización Revolucionaria de Trabajadores, etc.

Verdad que, hasta ahora, han sido grupos o grupúsculos de discutible capacidad de convocatoria y, particularmente en los de procedencia cristiana, desbordados por un deseo primario de protagonismo en nombre de un culto supremo al espontaneísmo ;
pero que, todos juntos, y es algo que no cabe despreciar con el silencio, han rechazado en bloque la línea general del PCE.

En una hipotética situación abierta en la España posfranquista es casi seguro, por no decir irremediable, que la acción de estos grupos desplazaría todavía más al centro al actual PCE;
aunque, indudablemente, esta apreciación puede ser puesta en tela de juicio, ya que la única hipótesis válida, para los partidos obreros, es la praxis revolucionaria. Pero ya nos hallamos ante un hecho concreto:
el PCE se vuelve hacia la burguesía en pos de su ansiado « Pacto por la Libertad » e ignora los grupitos o grupos, y sus interpretaciones, que están a su izquierda; pues, como ya hemos subrayado más arriba, el partido se alza, o pretende alzarse, como el único portavoz del proletariado.

De todas formas, pensamos que no puede ignorarse, cuando menos, el sedimento crítico aportado por estos grupos; ni que tampoco pueden ser condenados en bloque y rechazados olímpicamente por no poseer la estructura organizativa del PCE;
confundir los términos del debate es una práctica habitual en el PCE, para eludir la confrontación crítica y la discusión teórica. Estos grupos constituyen la simiente de una fuerza potencial que no podrá ser ignorada por mucho tiempo; o, desde otras perspectivas, podían constituir la levadura de que tan necesitado se halla el actual PCE.
CONCLUSIÓN. Estas son las reflexiones, quizá excesivamente prolongadas, en ocasiones discursivas y, a veces, un tanto ingratas, motivadas por la detenida lectura del libro de Guy Hermet.

Pese a la rotundidad de ciertas afirmaciones, debidas a la fuerza del lenguaje, todas nuestras opiniones abiertamente expresadas, no son sino la aseveración de un propósito y el deseo de un futuro distinto para España;
no se trata de eliminar sólo al franquismo, sino de entablar ya el combate principal contra el enemigo de clase:
el capital financiero y la gran burguesía española, tan fuertemente afianzados en el interior y con muy sólidos apoyos en el exterior.

Aunque, en realidad, esta última declaración de principios nos conduce a otro debate histórico-teórico:
el planteado entre los que consideran el franquismo como un hecho insólito, el fascismo particular hispano, aislado de toda relación de clase, y los que estimamos el franquismo como la etapa decisiva en la culminación de la revolución burguesa española ; en otras palabras, Franco personaje ahistórico y carismático o Franco instrumento y servidor del capital financiero de la gran burguesía.
En resumen, consideramos que Guy Hermet ha conseguido una obra científico ideológica. Y nuestro mejor elogio es que su libro debiera ser, y de hecho reúne las condiciones para serlo, el detonador o más sencillamente el pretexto para abrir el debate sobre el futuro del comunismo y el de la revolución socialista en los pueblos que forman la comunidad española.

Publicado en Cuadernos de Ruedo ibérico nº 37/38, junio-septiembre 1972

No hay comentarios: