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Por Pablo Molina
Llámenme conspiranoico, pero, por respeto a mis hijos, a los que siempre he procurado enseñar la diferencia entre la verdad y la ficción en los relatos infantiles, no me creo que un grupo de islamistas heterodoxos, amantes de los cubatas y el trapicheo y confidentes de la policía a tiempo parcial para preservar sus negocios, pudiera organizar y llevar a cabo el mayor atentado de la Historia de Europa. Si desde la marcha de la sabia egabrense hemos llegado al consenso de que el dinero público pertenece a los ciudadanos, no estaría de más que los políticos en ejercicio hicieran honor a la petición expresa de una gran parte de esos contribuyentes, que prefiere que su dinero vaya a entidades como las asociaciones de víctimas de todo tipo de terrorismo. Visto desde la perspectiva de la codificación presupuestaria, en última instancia estas aportaciones de fondos públicos no dejarían de ser una inversión en I+D. Integridad + Dignidad.
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