José Luis Rodríguez Zapatero
salió el otro día a dar una vuelta
por los alrededores de su residencia veraniega,
con tan mala suerte
que cayó a una presa,
y un muchacho del lugar lo rescató de allí.
Cuando Zapatero se vio a salvo, le dijo al zagal:
- Gracias.
Me has salvado la vida;
pídeme lo que quieras.
- Señor presidente -dijo el chico-,
sólo quiero que mi ataúd sea transportado
en una carroza tirada por seis caballos.
- ¡Por Dios!
¡Si eres muy joven!
Anda, pídeme otra cosa.
- Bueno,
pues entonces,
que sobre mi ataúd
pongan la bandera de España
y que la guardia de honor la doble
y se la entregue a mi madre
al final de la ceremonia.
- Que no, que no...
Pídeme otra cosa.
- Pues...
que la guardia de honor
dispare unas salvas
mientras me entierran.
- Pero, vamos a ver,
¿a qué viene esa manía de que te vas a morir?
- Pues
porque cuando cuente en el pueblo
que lo he salvado,
me van a matar a hostias,
por gilipollas. !!!!
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