martes, 20 de julio de 2010

LUIS DEL PINO, SEPARATA DE "EL KUROKU" ADAPTADA AL DEBATE ESTADO NACIÓN, QUE ES UNA MENIRA ADAPTADA, NI DEBATE, NI ESTADO, NI NACIÓN

EL CONGRESO NO VALE PARA NADA
PODRÍAMOS JUBILAR A LOS QUE SÓLO VAN A OCUPAR EL ASIENTO
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http://blogs.libertaddigital.com/enigmas-del-11-m/el-kuroko-6674/
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Esta semana, se ha celebrado en nuestro país el debate sobre el estado de la Nación. Y todavía ha habido medios, bien es verdad que con un entusiasmo perfectamente descriptible, que se preguntan quién lo ha ganado, si Zapatero o Rajoy. Como si, a estas alturas, a alguien le importara un bledo quién haya ganado o dejado de ganar ese debate sin sentido.

El debate sobre el estado de la Nación se ha convertido en una liturgia que a nadie interesa y que todo el mundo, incluidos sus protagonistas, sabe que no sirve para nada. Ni en él se discute realmente sobre los problemas de los ciudadanos o de la Nación, ni de él sale ningún tipo de iniciativa que redunde en ningún cambio para la Nación o para los ciudadanos.

Es el mismo tipo de liturgia gastada y aburrida que el debate de presupuestos, en el que se discute también sobre conceptos huecos, se adoptan posturas previamente decididas y se aprueban unas cuentas que todo el mundo sabe que no se van a cumplir.

Cuando Zapatero accedió al poder - ¿lo recuerdan? - se le llenaba la boca diciendo esa memez de que iba a construir una "democracia deliberativa", una democracia en la que el Parlamento fuera el centro del debate político. En lugar de ello, por supuesto, lo que ha hecho - con el inestimable concurso del resto de las fuerzas políticas - es terminar de matar al Parlamento, terminar de convertirlo en una institución hueca y sin sentido. El Parlamento está muerto en España, como lo están otras instituciones. La única institución todavía viva que existe en nuestro país es el Boletín Oficial del Estado.

Para comprobar que el Parlamento está muerto, basta con hacerse una pregunta: si enviáramos a sus señorías a su casa y los jefes de los distintos grupos parlamentarios se limitaran a reunirse en un despacho para discutir a puerta cerrada y tomar decisiones utilizando un mecanismo de voto ponderado,

¿cambiaría algo?
¿Verdad que no?

Si jubiláramos a los diputados y dejáramos sólo a los dirigentes de cada grupo parlamentario, la utilidad del Parlamento no sufriría merma ninguna, por la sencilla razón de que, en la práctica, así es como se funciona ahora: las posturas de los parlamentarios están previamente acordadas y nada de lo que se dice o se deja de decir en el Congreso sirve para variar los equilibrios de votos. Cada parlamentario vota lo que su jefe de filas ha decidido de manera previa a los debates.

Todas las decisiones,
todas las negociaciones,
todo el juego de alianzas,
se decide en los despachos,


antes de que los parlamentarios ocupen sus escaños.

Lo cual indica, por supuesto, que la labor de los parlamentarios - y, por tanto, del propio Parlamento - es perfectamente prescindible.

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