Hasta la agitación callejera y la campaña de miedo contra la derecha alrededor de Garzón tienen un límite
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Hasta la agitación callejera y la campaña de miedo contra la derecha alrededor de Garzón
tienen un límite
para una izquierda gobernante y supuestamente moderada y moderna.
El límite de las apariencias formales de respeto a la división de poderes y al Estado de Derecho.
Que se han quebrado completamente en los últimos días con la movilización masiva del PSC en Barcelona y en la propia Generalitat y, sobre todo, con la intervención del ministro de Justicia a favor de Garzón y de la Fiscalía en un escrito que probablemente podría ser acusado de prevaricador.
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Hasta la agitación callejera y la campaña de miedo contra la derecha alrededor de Garzón
tienen un límite
para una izquierda gobernante y supuestamente moderada y moderna.
El límite de las apariencias formales de respeto a la división de poderes y al Estado de Derecho.
Que se han quebrado completamente en los últimos días con la movilización masiva del PSC en Barcelona y en la propia Generalitat y, sobre todo, con la intervención del ministro de Justicia a favor de Garzón y de la Fiscalía en un escrito que probablemente podría ser acusado de prevaricador.
Si el Partido Socialista ha decidido correr el riesgo de traspasar esos límites, cabe pensar que es por algo más, por mucho más, que la simple coincidencia ideológica con Garzón o el agradecimiento por los servicios prestados hasta ahora.
Al fin y al cabo, ningún partido derrama lágrima alguna cuando se ve obligado a sacrificar a alguno de sus servidores o de sus aliados. Ni mucho menos se juega su propio prestigio por el honor y carrera de un individuo, Garzón, en este caso.
Al fin y al cabo, ningún partido derrama lágrima alguna cuando se ve obligado a sacrificar a alguno de sus servidores o de sus aliados. Ni mucho menos se juega su propio prestigio por el honor y carrera de un individuo, Garzón, en este caso.
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