13/04/2010
EL CASO BONO
Lo que va de la duda a la sospecha.
La duda no hace sino suspender el ánimo, de forma transitoria, antes de determinar la solución más correcta.
Sin embargo, la sospecha es una conjetura, una hipótesis, que se funda en una apariencia de verdad.
Duda y sospecha se oponen a la certeza, es decir, al conocimiento claro y seguro de algo sin temor a la equivocación.
El caso Bono es, por sí mismo, por la idiosincrasia del político, un caso apologético de la duda, de la sospecha y de la certeza al mismo tiempo.
Presidente de la Comunidad castellano-manchega durante muchos años,
Ministro de Defensa, un tiempo,
y actual Presidente del Congreso de los Diputados,
el señor Bono es todo un paradigma de político profesional capaz de sobrevivir a los embates de la primera línea, sin alcanzar el cénit de su carrera.
Hasta ahora.
Tantos años en la vida política son causa formal de formación de un patrimonio sólido,
a poco que se haya llevado
una vida ordenada,
una administración eficiente
y una política inversora eficaz.
Esto es una certeza.
En el caso de Chaves,
el andaluz,
la certeza se devalúa a la categoría de sospecha
a juzgar por sus declaraciones patrimoniales.
Pero, en fin, eso es otro cantar.
Servidor manifiesta, pues,
una certeza sobre el patrimonio de don José Bono.
Desde luego,
no es el de un simple trabajador de la construcción
ni siquiera el del propio presidente del Gobierno,
por más que éste acumule dos décadas de parlamentario.
Sí tengo dudas, sin embargo,
si con los únicos ingresos del albaceteño
se puede acumular la riqueza inmobiliaria
que algunos medios le atribuyen.
Tantos pisos de alto standing
no parecen conjugar con las remuneraciones
del ex ministro.
No parecen.
Dudas.
No sospecho
-que pudiera-
sobre la legalidad de adquisición de esos inmuebles.
En absoluto.
Lo que sí pienso es que pudiera incurrir
en ciertas prácticas negociales,
en la materialización de ciertos favores,
que se alejan de la apariencia de ética
que se exige de cualquier padre de la patria
y que resultan claramente antiestéticos
en parlamentarios
que hacen de su vida pública
un ejemplo a seguir.
Máxime si,
como en el caso de los psoecialistas,
hallan en la ayuda a la ciudadanía
más desfavorecida
su horizonte de servicio público.
Bono,
católico de autoproclamación,
ya dejó estupefacto a más de uno
votando a favor de la ley del aborto.
En su lucha interna entre dos disciplinas,
Bono se alojó
en la obediencia jerárquica
a su partido
y despreció
el acatamiento a la doctrina de la Iglesia.
Eligió entre salir en la foto
o aparecer borroso en la misma
o incluso desaparecer por completo.
No podía ser de otra manera.
Ande yo caliente...
Al fin y al cabo, el PSOE es otra iglesia.
La decisión tomada fue dura.
En todo caso,
menos dura que la otra alternativa,
que podría haberle costado una rotura de la crisma.
No de los huesos propios de la nariz, no.
La crisma.
Toda ella.
Determinadas mis
certeza,
dudas
y sospechas
acerca de la patrimonialidad inmobiliaria de don José,
me queda una última reflexión.
¿Es el señor Bono un experto
en propaganda al estilo Goebbels o,
por el contrario,
un modelo de político camaleónico o,
tal vez, un espécimen político
de la más rancia derecha
que nos está vendiendo la imagen
de izquierda populista?
Dicho de otro modo,
¿nos encontramos ante
un Lerroux del siglo XXI,
un Antonio Pérez del reinado de Felipe I González,
o un simplista Juan Domingo Perón?
En torno a esta preguntas,
carezco de certeza,
albergo dudas
y revelo mi sospecha.
Para mí, que tiene de todo un poco.
Presuntamente.
Tan presunto
como su patrimonio inmobiliario.
Legal.
No hay caso Bono.
Lo que sí es que Bono es un caso.
Caso clínico.
Digno de estudio.
Un saludo.
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