Cepeda de la Mora
se desarrolla en un entorno propicio a los sueños tranquilos,
a los paseos nocturnos,
a las excursiones en grupo,
al humo de las chimeneas,
a la nieve en invierno,
a las cacas de vaca
y las ortigas espontáneas.
Su imagen, como todos los pueblos de la sierra,
viene definida por la piedra de granito,
elemento principal sobre las que se realizan todas las construcciones,
y se construyen todas las vidas.
Extensión: 31.4 km2
Altitud: 1.505 metros
Distancia a Avila: 42 km
Distancia a Madrid: 152 km
Población año 2006: 114 habitantes
Densidad poblacional: 3,6 h. por Km2
Limites:
N: Villafranca de la Sierra, Villatoro y Mengamuñoz
S: Navadijos, San Martín del Pimpollar y Hoyocasero
E: Navalacruz y Sotalvo
O: Garganta del Villar.
Cepeda es una villa enclavada en las estribaciones de la sierra de Gredos,
más concretamente en las faldas de la Serrota
y a una altitud de 1.505 metros.
El pueblo se ofrece recoleto,
el término municipal está recorrido por la garganta de la Mora y el Río Alberche de oeste a este en su límite sur,
por cuyo extremo pasa la Cañada Real occidental leonesa,
donde el paisaje sufre un brusco cambio,
apareciendo zonas boscosas en terreno rocoso y quebradizo,
con curiosas formas entre las que sobresalen el llamado Peñon, o cueva del Maragato.
En primavera ofrece un entorno de verdes y amarillos multitudinarios en matices.
Hacia el sur y a su derecha predomina el verde del cervunal de la hermosa vega del Alberche;
en el resto,
el verde claro de cañada,
salpicado en sus suaves lomas por el morado cantueso,
y el verde grisáceo del tomillar,
manchado aquí y allá de roquedos
que adornan sus arrugas con la viva flor del digital.
Tras este primer plano,
la loma que limita la ribera derecha del río,
en la que resalta la rojiza silueta de la vecina Navadijos.
En lontananza el zigzagueante horizonte,
marcado por las crestas de Gredos, irradia una intensa luminosidad.
Pero, si este paisaje se ofrece impresionante,
no lo es menos el que, hacia el norte, nos expone la vieja Serrota,
desde ésta su cara sur se muestra cercana y accesible.
A su derecha
y antes de que la ladera venga a formar el puerto de Menga,
por su hombro se abra una suave hondonada,
antaño ruta contrabandistas,
hacia la garganta de Mira el Río,
en las medianeras tierras de Pradosegar y Muñotello.
En este entorno,
el viajero percibe en sus pulmones la invasión de un aire puro,
tonificante y fresco,
que le llena de vitalidad.
AQUI:
Pues a disfrutarlo, sin tardanza,
porque pá luego es tarde
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