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Hay que ver cómo odian a España cuando hacen declaraciones a la prensa o en sus jaculatorias mitinescas y cómo se acercan al Gobierno de la nación en cuanto huele a pasta.
Claro, que con el elemento que tenemos al frente no tiene mucho mérito que le hayan sacado hasta los higadillos, que son los nuestros.
Sorprende luego ver cómo se blanden principios como el de la solidaridad o similares para justificar que dos comunidades, sí, los dos viveros del voto socialista, se lleven más de la mitad y las demás estén recogiendo las migajas.
Y sorprende aún más la indignación de los beneficiarios en cuanto hay una voz discordante o crítica hacia sus pingües comisiones, apelando al consabido victimismo de que yo soy el que más da y el que menos se lleva, llegando incluso a argumentar que mejor estarían fuera de España.
Ocurre que cuando se está en una sociedad la norma distributiva presupuestaria básica es dar más a quien menos tiene, esto es algo que debería ser de común aceptación, salvo para el que desprecia a esos que tienen menos, claro.
Y si tanto molesta estar en esa sociedad, la democracia les permite votar a su solución más separatista.
Nadie se va a escandalizar porque se marchen.
Casi mejor fuera que dentro teniendo que soportar a diario ese martilleo continuo de que están a disgusto.
Por cierto, un buen artículo.
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