miércoles, 9 de noviembre de 2016

El anarquista que paró las sacas de Paracuellos por Pedro de Tena


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Hace unas semanas se proyectó en el Teatro Alameda de Sevilla el documental Melchor Rodríguez, el ángel rojo, del periodista segovianoAlfonso Domingo, que ha merecido el Segundo Premio Imagenera 2015.
Según los organizadores,
Recupera la figura de Melchor Rodríguez García, desconocido para el gran público a pesar de que salvó la vida a miles de personas durante la Guerra Civil. Mientras en el lado franquista se exacerbaba la represión, Melchor lograba imponer el orden en la retaguardia republicana, parando las sacas de las cárceles, los paseos y los fusilamientos, llegando a detener la represión en Paracuellos y la Cárcel Modelo de Madrid. Fue sometido a varios consejos de guerra y en ellos testificaron a su favor numerosas personalidades del régimen franquista, para dejar constancia de su humanitarismo e intervenciones in extremis para salvar la vida de muchas personas ajenas a su militancia.
Hace ya algunos años Cecilio Gordillo, ex secretario general de CGT Andalucía, me informó sobre su proyecto de memoria histórica en Andalucía. Le dije que sería deseable una única asociación que englobara y restituyera honor y descanso a las víctimas de ambos bandos de la Guerra Civil. No fue posible, probablemente no por culpa suya. Sin embargo, fue muy sencillo colaborar con él en el empeño de dar relieve y dignidad a un anarquista sevillano, ex novillero y citado por Cossío en Los toros, poeta y chapista, que se llamó Melchor Rodríguez García, una persona extraordinaria que tuvo el valor y la humanidad de detener las "sacas" de las cárceles madrileñas que habían dado pie al genocidio de Paracuellos del Jarama. Gracias a este español y andaluz de pro, muchos ilustres apellidos de la derecha española lograron salvar a no pocos miembros de sus familias de los asesinatos masivos, cuando menos consentidos, por el Partido Comunista con el que El ángel rojo, como se le conoció en adelante y para siempre, tuvo graves y arriesgados enfrentamientos.
Dos pasos se propusieron de manera inmediata: lograr que el trianeroMelchor Rodriguez tuviera su nombre expuesto en una calle de Sevilla, algo que se consiguió en 2008 bajo un gobierno municipal socialista, e intentar que se hiciera una película sobre la figura de este considerado "santo laico" - según él no era más que un anarquista humanitario que podía morir por sus ideas pero no matar por ellas -, donde se pusiera en claro que no todo el anarquismo español ha sido terrorista y que fueron precisamente los anarquistas de Madrid los que terminaron con los fusilamientos ilegales y los "paseos" desde las cárceles. Incluso se llegó a hablar con el PP andaluz, en el marco de una Comisión de Cultura que dirigía el académico de la Lengua Antonio Manuel Garrido Moragas, de la necesidad de impulsar la realización de una película sobre los hechos de noviembre de 1936. Aún no se ha hecho, y tal vez no se haga nunca, porque sería una película en la que habría que retratar el terror republicano sobre presos indefensos y eso no gusta a demasiados personajes interesados en que la verdad completa no se extienda. Sólo la parte de la verdad que interesa.
Melchor Rodríguez, el ángel rojo
En un momento de aquellas gestiones, algo antes del año 2004, me acordé de La Cospe (María Dolores Cospedal) que había sido compañera de gabinete en mi etapa de asesor del ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Javier Arenas, en el primer gobierno de José María Aznar. María Dolores ocupaba por entonces la subsecretaría del Ministerio del Interior siendo titular de la cartera Ángel Acebes. La llamé y le expliqué el objetivo de la recuperación de la figura de Melchor Rodríguez. Le pedí que me facilitara la documentación disponible sobre el anarquista sevillano en los archivos de Interior. Pocos días después me informó de que no había mucho, pero que se había localizado un documento, nada menos que la sentencia por la que el régimen franquista condenó en Consejo de Guerra a El Ángel Rojo a 20 años y un día de cárcel en 1940.

Este es el documento completo, que le transmití a la CGT y a Alfonso Domingo, el periodista que más ha hecho por restablecer la estatura histórica y moral de Melchor Rodríguez, un hombre cuya dimensión no hará sino crecer cuando vayan pasando los años y se tenga consciencia de la trascendencia y grandeza de su comportamiento en plena guerra civil.
Sabido es que el régimen franquista no fue generoso con los vencidos en sus primeros momentos. El caso de Julián Besteiro y el de Melchor Rodríguez, lo atestiguan. Pero el segundo tuvo más fortuna que el primero, que murió en la cárcel sevillana de Carmona al poco tiempo. El Ángel Rojo murió mucho después, en 1972.
La envergadura histórica de la figura de Melchor Rodríguez: un necesario reconocimiento nacional.
Melchor Rodríguez García (1893-1972), "El Ángel Rojo", como llegaron a llamarle por su intervención providencial y decisiva en el fin de matanzas, formaba parte de una de las dos Españas que nos condujeron a la tragedia civil de 1936. Como él mismo escribió en un artículo en el que denunciaba la represión y muerte de 166 personas, no en época franquista, sino entre el 14 de abril de 1931 y el 14 de abril de 1932, consideraba necesario
"realizar una acción común que haga posible un cambio de sistema económico y social, en el que la justicia impere y la fraternidad humana evite tantos dolores y tantas angustias".
Así refirió los hechos un agente de Stalin en un informe interno:
"-¿Por qué Vd., siendo anarquista, salvó la vida a tantos nacionales en el periodo rojo?
-Simplemente era mi deber. Siempre me vi reflejado en cada preso. Cuando me encontraba en la cárcel, pedí protección a los monárquicos, a los derechistas, a los republicanos... a aquellos que se encontraban en el poder; entonces me consideré obligado a hacer lo mismo que había defendido cuando yo mismo estuve recluido en las cárceles, es decir, salvar la vida de estas personas.

-¿Le resultó fácil?
-Ahora puedo decir con satisfacción que a menudo me arriesgué a perder la vida propia por salvar las de otros. Muchas veces en mi propio despacho me apuntaron al pecho con el cañón de un revólver. Salía del problema echándole valor. Cuando regresé a Madrid después de haber salvado de la muerte a 1.532 presos en Alcalá, tuve que escuchar unos tremendos insultos y amenazas de jefes de relevancia que hasta llegaron a acusarme de ser un fascista.
Durante la Guerra, tras ser destituido de su cargo en Prisiones, llegó a ser Alcalde de Madrid durante un tiempo brevísimo y fue él quien ofició el traspaso de poderes del Consistorio a las tropas vencedoras tras haberse negado a huir. Salió de la cárcel en 1944 y siguió participando de las acciones de su organización anarquista.

Según la obra Esbozo de una enciclopedia histórica del anarquismo español, editada por la Fundación Anselmo Lorenzo, nuestro Melchor era un andaluz con ángel, nada amigo del comunismo prosoviético de entonces y partidario de un anarquismo pacifista y humanista. Director de Prisiones durante la etapa ministerial de Juan García Oliver, 5 de noviembre de 1936, sobresalió por su comportamiento humanitario hacia los detenidos por las "checas" estalinistas de Madrid, checas que denunció con riesgo para su propia vida, lo que le valió el calificativo de "quintacolumnista" por parte del Partido Comunista cuyos voceros siguen considerándolo un "traidor" junto con el coronel Casado y Julián Besteiro. Terminada la Guerra, fue detenido por el franquismo. No fue condenado a muerte debido a su comportamiento y estuvo poco tiempo en la cárcel dadas las circunstancias.

Desde su toma de posesión, se suspendieron las sacas de presos y sólo se cumplieron las sentencias de muerte dictadas por tribunales. Su intervención salvó la vida de multitud de presos, contándose entre ellos Muñoz Grandes, Serrano Súñer, Sánchez Mazas, Miguel Primo de Rivera, Margarita Larios, Raimundo Fernández-Cuesta, etc. En marzo de 1937 cesó en su cargo y acusó públicamente a José Cazorla, consejero de orden público de la junta de Defensa de Madrid, de haber utilizado «métodos feroces». En el curso de su consejo de Guerra, el general Muñoz Grandes testificó en su favor. Gracias a esta intervención y a otras, al año y medio de prisión fue puesto en libertad. A su entierro en Madrid acudieron tanto militantes de la CNT como franquistas.

En el libro Paracuellos del Jarama, de Carlos Fernández (Editorial Argos Vergara, 1983) se sitúa este testimonio de un militar cuyo nombre se omite por expreso deseo del interesado:
"…aunque todos los días se producían asesinatos, las grandes sacas no comenzaron hasta el 6 de noviembre…Días después, me bajan junto a otros presos a la sala de espera de la prisión, que era tanto como decir que estaba "en capilla". Nos quitan los relojes, anillos, plumas y demás objetos de valor. Yo le pregunto a un miliciano que si es para "trasladarnos" no tenían porque quitarnos estas cosas. No me contesta. Y tras estar así durante cuatro o cinco interminables horas, nos mandan subir de nuevo a la galería. Luego nos enteramos que había tomado el mando de la Delegación de Prisiones en Madrid el famoso anarquista Melchor Rodríguez (que también lo era a nivel nacional). Este hombre extraordinario, que luego se le conocería como "el ángel rojo", puso fin a las matanzas indiscriminadas y ordenó que ningún preso podía ser sacado de la prisión entre las 7 de la noche y 7 de la mañana sin una orden personal suya."

En la conferencia El gran holocausto de Paracuellos de JaramaJosé Antonio García-Noblejas, que fuera Académico C de la Real de la Historia y ex Director General de Archivos y Bibliotecas, puede leerse que Melchor Rodríguez, anarquista, hombre de energía, gran corazón y sentimientos humanitarios "cortó radicalmente las sacas".

Rafael Luca de Tena, uno de los presos destinados a morir en aquellos días y que salvó la vida gracias a Melchor Rodríguez, lo cuenta de este modo:
"A los pocos días de llegar a la cárcel de Alcalá, y como consecuencia de un bombardeo, las turbas se dirigieron a la prisión con el objetivo de liquidarnos a los más de 1.500 presos que allí estábamos. La primera persona que les hizo frente fue el director, bajito de cuerpo pero grande de alma, que con gran valor impidió la arremetida. Luego llegó un coche de la Dirección General de Prisiones con varios detenidos y en el que venía Melchor Rodríguez, el anarquista, al que habían nombrado delegado de Prisiones. Colocó la furgoneta en la puerta de entrada y subiéndose al techo de la cabina logró detener a las masas."
Cayetano Luca de Tena, en un artículo de ABC el 8 de noviembre de 1993, dijo lo siguiente:
"Sólo terminó aquella orgía sangrienta cuando un anarquista íntegro y valiente, Melchor Rodríguez, consiguió extender a las prisiones de Madrid su autoridad de inspector general, imponiéndose a la Junta de Defensa, que las gobernó hasta entonces y es responsable de las matanzas. Melchor Rodríguez no sólo puso fin a los traslados, sino que también defiende a pecho descubierto a los presos de Alcalá de Henares cuando, el 8 de diciembre, las turbas intentan el asalto a la cárcel para un linchamiento colectivo. Yo estaba allí y podría contar cómo se vivió."
El funeral de Melchor Rodríguez.

El funeral y el entierro posterior de Melchor Rodriguez fueron acontecimientos inolvidables para quienes los vivieron. No era frecuente que en 1972 se oyera el himno de la CNT, "Negras tormentas", un derivado de La Varsoviana, curiosamente una canción anti-rusa que utiliza David Lean en Doctor Zhivago. Tampoco lo era que anarquistas y personalidades del régimen franquista coincidieran ni siquiera en ceremonias luctuosas. Tampoco que se cubriera el féretro con la bandera anarquista y, según algunos, que se rezara un Padrenuestro.

Como ha contado el autor del documental premiado Alfonso Domingo, este Schlinder andaluz, salvó la vida, entre muchos otros, de Martín Artajo, Muñoz Grandes, Valentín Gallarza, Fernández Cuesta, Sánchez Mazas (padre de Rafael Sánchez Ferlosio), Serrano Suñer...También la del doctor Gómez Ulla, del futbolista Ricardo Zamora o del locutor Bobby Deglané, que, décadas despues, le entregó una póstuma medalla en su programa de radio, no sin consecuencias. Llegó tarde para salvar las de Pedro Muñoz Seca, Ramiro de Maeztu y tantos otros. Tambien se cree que intervino en la salvación de los hermanos Álvarez Quintero. Por cierto, en el entierro de Serafín en 1938, Melchor Rodríguez exigió la presencia de un crucifijo, última voluntad del amigo y autor andaluz.
En definitiva, me parece que la suya es, y con merecimientos sobrados, una figura a la que la democracia española debería rendir un profundo, sentido y oportuno homenaje ahora que nos acercamos al 80 aniversario de aquellos sanguinarios acontecimientos que terminaron, en aquel caso, gracias a la actitud de "El ángel rojo". Seguramente no fue un santo, como no lo somos ninguno, pero lo que hizo tiene mérito, valor y piedad en un momento en el que era muy difícil disponer de tales cualidades y virtudes. Y no fue el único. Federico Jiménez Losantos ha referido el hecho de que otro anarquista salvó al abuelo de José María Aznar, Manuel Aznar, encarcelado en una "checa" madrileña (Las Cuatro Fanegas) y condenado a muerte. Aznar fue a su entierro.
Además del reciente documental existe otro elaborado por Solidaridad TV en su serie Voz de los sin voz que puede consultarse en Internet. Aunque difumina un poco la identidad claramente anarquista de Melchor atribuyéndole incluso virtudes cristianas donde él mismo sólo veía "humanitarismo anarquista", los hechos esenciales son contados.
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