Al servicio del peregrino desde la Edad Media

C. Viñas - En Rionegro del Puente (Zamora) tiene su sede la Cofradía de los Falifos, la más antigua del Camino de Santiago. Actualmente la integran 600 cofrades, el doble de habitantes del municipio

La cofradía más antigua del Camino de Santiago, y una de las más antiguas de España, tiene su sede en el Santuario de la Virgen de la Carballeda, en el municipio zamorano de Rionegro del Puente. Con motivo del Año Santo Compostelano, el Museo Etnográfico de Castilla y León celebrará unas jornadas los días 6 y 7 de mayo sobre la Cofradía de los Falifos, fundada en la Edad Media por gentes de Sanabria, Los Valles y la Cabrera leonesa, y con la finalidad de prestar ayuda y cobijo a los peregrinos, a los necesitados y a los ancianos.

La organización religiosa debe su nombre al ‘falifo’, que era la mejor prenda que poseía cada cofrade y que destinaba en vida para que al morir fuera entregada a la cofradía y se procediese a su subasta pública. Durante siglos, los ‘falifos’, donaciones, fincas, rentas y otros bienes, llegaron a ser tan importantes que permitieron a la Cofradía llevar a cabo una ingente labor de servicio al peregrino. “Era muy amplia, se extendía por las comarcas de Sanabria, la Carballeda, los Valles, la Cabrera leonesa, casi toda Galicia y el norte de Portugal. Las propiedades que llegó a temer eran inmensas, foros, derechos, y se extendían por lo que hoy son tres o cuatro provincias.

Los ‘faliferos’ se encargaban de recoger el falifo y mantenían los caminos y puentes que llevaban a Santiago, incluso los hospitales de peregrinos, "de los que crearon varios”, explica Eusebio Rodríguez, secretario de la cofradía y miembro a su vez de la Asociación de Amigos del Camino de Santiago Mozárabe-Sanabrés. Existen documentos que acreditan que en la Edad Media la cofradía llegó a tener a su cargo 29 hospitales en el tramo Zamora-Orense-La Coruña. Su decidida apuesta por el Camino de Santiago no es gratuita, pues la cofradía tiene su origen en un milagro mariano vinculado a la ruta jacobea.

“Cuentan que unos peregrinos que iban a visitar la tumba del Apóstol en Santiago llegaron al río Negro y lo encontraron desbordado. Desprotegidos y sufriendo las inclemencias meteorológicas, clamaron a la Virgen por su protección, y ésta se les apareció sobre un carballo, un roble pequeñito. Los miró con cariño y les dijo que echaran su capa sobre el río y que con ella pasaran. Obedecieron. La capa no se mojó, ellos no se hundieron, y pasaron a seco. La Virgen les pidió que hicieran allí una capilla, y ellos muy agradecidos se entregaron a la causa”, narra con voz queda José Antonio de la Fuente, el juez presidente de Los Falifos.

Erigieron una pequeña ermita, que según los estudiosos podría pertenecer al siglo XIII, y al extenderse la noticia y crecer los fieles cada vez en mayor número, se construyó el actual Santuario, del siglo XVI, “un orgullo para la zona y ejemplo de muchos agradecimientos”, puntualiza el máximo responsable de la Cofradía.

Como ocurrió con otras entidades religiosas, todo desapareció con la Desamortización de Mendizábal. La cofradía, con mucho esfuerzo, pudo conservar el Santuario, un inmueble aledaño llamado ‘Casa de la Virgen’ y el albergue, que fue recuperado en 2006 a través del programa ‘Arquimilenios’ de la Consejería de Fomento. Con 28 plazas ampliables y abierto todo el año, ofrece todas las comodidades que precisa el cansado peregrino al final de su jornada, recuperando así su función primigenia. Solo el pasado año pernoctaron entre sus cálidas paredes de piedra y madera 1.200 personas en ruta por el Camino Mozárabe-Sanabrés. Durante el último Jacobeo carecían de albergue, por lo que la cofradía espera que el número de peregrinos que hagan uso de estas instalaciones crezca de forma significativa.

Los vecinos de Rionegro se ufanan de una obra con la que, poco a poco, tratan de “recuperar el esplendoroso pasado de la Cofradía”. No en vano, forman parte de ella 600 integrantes, el doble que vecinos residen en esta acogedora localidad, lo que da una idea de la devoción existente. “Los cofrades son del pueblo, de la comarca, del País Vasco, Galicia, Madrid”, enumera Eusebio, quien recuerda que el ‘falifo’ se sigue pagando, porque “es obligatorio”, aunque ahora suele hacerse en vida. Desde 1992, ya no se entregan ropajes, sino “dinero o bienes útiles para la cofradía, cada uno dentro de sus posibilidades”.

Una de sus peculiaridades es que la junta directiva o cabildo está formada por sacerdotes de la zona y seglares, hasta un total de 30 personas. Los cargos de presidente y abad recaen en dos sacerdotes, mientras que los de secretario y tesorero en seglares. “Siempre ha sido así y ha funcionado muy bien”, afirma Eusebio Rodríguez.

En la actualidad, la cofradía se dedica en exclusiva a la atención al peregrino, pero en sus años de mayor relevancia, se ocupaba también de organizar y distribuir rentas, proporcionaba la dote para el matrimonio a las doncellas pobres, dirigía asilos y hospitales, y cuidaba y educaba a niños expósitos. Dos cunas de piedra situadas a ambos lados de la entrada al Santuario han sido testigos durante siglos del abandono de los menores. El sacristán tenía la obligación de mirar las cunas todas las mañanas y entregar los niños a los dos capellanes que atendían el Santuario, quienes los confiaban a mujeres lactantes de la zona para que los cuidasen hasta los siete años.

Tal era su influencia y patrimonio, que otras cofradías intentaron copiar la obligatoriedad del ‘falifo’. La Cofradía denunció los hechos ante la Santa Sede y ya en el Concilio de Trento (junio de 1726) se determinó que era un derecho exclusivo de la cofradía de Rionegro del Puente en un radio de 50 leguas a la redonda del Santuario, es decir una circunferencia con radio de 278 kilómetros. Por ello, se prohibía establecerlo o suprimirlo a otras cofradías.

En el Archivo Vaticano, en la Biblioteca Nacional y en los archivos de Simancas, de Indias, de Orense, y de Astorga existen numerosos documentos que acreditan la procelosa vida de la Cofradía de los Falifos. Los primeros datan del siglo XIV. Desde Eugenio IV, hasta siete papas escribieron 13 bulas para reconocer, aprobar y bendecirla con gracias y privilegios. Los legajos y libros dan razón de las bulas, propiedades inmobiliarias, listas de cofrades, notas de pago para la crianza de los niños expósitos, apeos, censos ejecutorias de pleitos, cuentas, vasallajes, etc. Pero la carencia de patrimonio impidió continuar con sus fines benéficos y sociales.

Sea como fuere, en Rionegro del Puente pervive ese espíritu de atención a los peregrinos que impregna su historia desde el medievo. Según José Antonio de la Fuente, también párroco de El Puente de Sanabria, sus habitantes “tienen una sensibilidad especial que se palpa en la acogida”. Eusebio recuerda que durante el último Jacobeo el albergue estaba en obras, por lo que se muestran expectantes: “Estamos preparados”. Para ellos, según afirma el juez presidente de Los Falifos, “el paso de los peregrinos acaba convirtiéndose en una antorcha de luz tanto para los habitantes de los municipios por los que pasa, como para los propios peregrinos”.