sábado, 26 de septiembre de 2009

CAAMAÑO EL MENTIROSO SEGÚN SAN ANTONIO BURGOS. ¿POR ALGO SERÁ?

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Marta, Caamaño y Carcaño

El ministro de Justicia, con todos los respetos que se merece (que son poquísimos), me recuerda al Platero de Juan Ramón, pero con matices. Platero era «pequeño, peludo, suave». Caamaño, el ministro de Justicia que sustituyó al otro del escándalo de escopeta y perro, es peludo, bastante peludo. Pero no es pequeño. Es tirando a XL. Y de suave no tiene nada. Sobre todo, cuando larga por esa boca. No sé cómo la Plataforma creada para pedir la cadena perpetua tras el asesinato de Marta del Castillo no ha puesto mesas de pliegos de firmas para exigir la inmediata destitución de este tío. Sí, he dicho «tío», ¿pasa algo? Porque quien larga sobre el confeso asesino de Marta, sus cómplices y encubridores lo que ha dicho Caamaño no es un señor ministro, es simplemente un tío. Vaya tío. He aquí lo que largó el gachó: «Una persona que está imputada tiene derecho a mentir. Y yo defiendo ese derecho porque hoy pasa en este caso, pero mañana me puede pasar a mí y tengo derecho a no colaborar».

¡Anda ahí, hijo mío! ¿Y tú eres el ministro de Justicia? Bueno, claro, de esta Justicia que tenemos en España, y ya se sabe lo que dijo Pacheco. El que verdaderamente es un cachondeo es el ministro de Justicia. Más que la propia Justicia en sí. Un cachondeo o una pena de ministro, en esta España del No Passssa Nada. Después del dolor causado a la familia, del dinero público gastado en rastreos, de los penosos esfuerzos en el río y en el vertedero de los servidores del Estado como bomberos civiles y militares, guardias civiles, policías y hasta los perros que trajimos de Holanda y que nos costarían un congo, este gachó va y se pone a defender la mentira de los niñatos asesinos que traen loca precisamente a la Justicia. ¿Tiene acaso este tío madera de niñato y por eso le ha salido esa como solidaridad de cuerpo o gremialismo del «hoy pasa en este caso, pero mañana me puede pasar a mí»? A ninguna persona decente se le pasa por la imaginación la posibilidad de que mañana le pueda pasar a él que la Policía lo trinque por haber asesinado a una pobre muchacha. ¿Qué clase de persona tenemos al frente de la Justicia que se siente más cercana a los verdugos que a las víctimas? ¿Por qué estas palabras a favor de los niñatos y ni una sola frase para los padres de Marta?

Hay nombres que carga el diablo, y el del ministro de Justicia lo está con posta con respecto al asesinato de Marta. Miren qué silogismo más bonito me sale:

1. El ministro de Justicia se llama Caamaño.

2. El asesino confeso de Marta se llama Carcaño.

3. Ergo... saque usted mismo la conclusión: Caamaño o Carcaño, ¿qué más da, si aquí No Passssa Nada?

Insisto en que me extraña que no se haya levantado un clamor popular pidiendo la destitución fulminante de este tío, metido a redentor de niñatos asesinos. Esto me parece mucho más grave que el escándalo de la montería que hizo dimitir al anterior ministro de Justicia, a Bermejo. Bermejo se fue de escopeta y perro con un juez. Un juez enfermo de vanidad y de ganas de protagonismo como Garzón, pero juez al fin y al cabo. Caamaño se ha ido como de excursión con Carcaño, El Cuco, el otro y el de la moto.

Que frente a las víctimas del crimen de Marta el ministro de Justicia defienda el derecho a la mentira de los asesinos es como si el ministro de Gobernación defendiera el derecho a conducir completamente borracho; como si el ministro de Educación defendiera el derecho a hacer rabona; como si la ministra de la Vivienda defendiera el chabolismo; como si la ministra de Medio Ambiente defendiera la contaminación; o como si la ministra de Igualdad defendiera la tragantá en el cuello a aquí-mi-señora. ¡Jopé con el garantismo de los co... digos penales!

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