sábado, 20 de abril de 2013

CAMPAÑA CONTRA LOS DESAHUCIOS ABUSIVOS

LUIS DEL PINO - L.Digital
-

-
.
3000 MENTIRAS PODRIDAS
.
PSOE: AQUI HAY DE TODO COMO EN BOTICA Y NADA BUENO
.

PSOE: AQUI HAY DE TODO COMO EN BOTICA
.
.
Y NADA BUENO
.
Amiguetes de "EL DON" Google
.
.
-
CRÍA CUERVOS
JUNTARÁS
UN
PSOE
© Arturo Álvarez Martínez – 2013
-


TITIRITERO
.

-

Una campaña contra los desahucios abusivos

13 de Abril de 2013 - 13:15:33 - Luis del Pino - 14 comentarios

A principios del siglo XVIII, la situación en Irlanda de los católicos (es decir, de la inmensa mayoría de la población) era la de auténticos proscritos. Las distintas leyes penales dictadas por la Corona inglesa prohibían a los católicos ser funcionarios, casarse con protestantes, llevar armas, servir en el ejército, votar, presentarse a las elecciones, ser abogado o juez, montar escuelas, recibir educación en el extranjero, entrar en las principales universidades, comprar tierras, heredar en igualdad de condiciones que los protestantes, construir iglesias (salvo que fueran de madera y estuvieran alejadas de cualquier carretera principal) o poseer un caballo de valor superior a 5 libras, entre otras restricciones.
La mayoría de estas leyes aberrantes serían finalmente derogadas entre 1778 y 1869, aunque aún seguirían quedando algunas discriminaciones legales que no desaparecerían hasta 1920, dos años antes de la independencia irlandesa.
De entre todas estas restricciones, las relativas a la tierra eran, quizá, las más crueles. Destinadas a asegurar el predominio económico de la minoría protestante y de los terratenientes ingleses, aquellas leyes discriminatorias contribuyeron a hacer aún más terrible la Gran Hambruna que asoló Irlanda entre 1845 y 1852, siete años dantescos en los que uno de cada siete irlandeses murió literalmente de hambre y otras tantas personas se vieron obligadas a emigrar.
Por supuesto, aquellas discriminaciones tuvieron el efecto de concentrar la posesión de la tierra en muy pocas manos. Concretamente, según los datos recabados por el propio gobierno inglés, en 1876 la práctica totalidad de las tierras de Irlanda pertenecía a unas 10.000 personas, es decir, el 0,2% de la población. Las 750 personas más ricas poseían, según ese mismo censo, más del 50% de las tierras existentes. Muchos de esos terratenientes vivían en Inglaterra, y contrataban a administradores que gestionaban las posesiones irlandesas en su nombre.
El resto de la población, más de un 99%, tenía que vivir de alquiler, con unas leyes que no otorgaban a los inquilinos ni la más mínima protección. Los alquileres podían ser fijados libremente por los propietarios. Los terratenientes podían incrementar el alquiler a voluntad de un año a otro. Frecuentemente, los terratenientes subastaban el derecho a labrar la tierra entre los agricultores dispuestos a pujar, lo que significaba que la tierra la terminaba labrando el agricultor más necesitado, es decir, aquel que estuviera dispuesto a quedarse con menos ganancias. Para colmo, los inquilinos podían ser desahuciados en cualquier momento a solicitud del propietario, incluso aunque estuvieran al corriente en el pago del alquiler.
En octubre de 1879, Michael Davitt y Charles Parnell fundaron la denominada Liga de la Tierra en el condado irlandés de Mayo, con tres objetivos: (1) lograr una reducción en los precios de los alquileres, (2) detener los desahucios y (3) conseguir, a más largo plazo, que los agricultores irlandeses pudieran ser dueños de las tierras que trabajaban.
En un famoso discurso pronunciado al año siguiente en la ciudad de Ennis, Charles Parnell sentaría las bases de una novedosa forma de protesta. Ante una audiencia formada por militantes de la Liga de la Tierra, Parnell preguntó a los asistentes: "¿Qué haríais vosotros con un agricultor que estuviera dispuesto a pujar por quedarse con una granja de la que uno de sus vecinos acaba de ser desahuciado?". La multitud rugió: "¡Habría que matarlo! ¡Habría que dispararlo!".
Parnell detuvo con las manos los gritos de la audiencia y contestó: "No. Permitidme que os sugiera algo mejor, mucho más cristiano y caritativo: algo que proporcionaría a esa persona la posibilidad de arrepentirse. Cuando un hombre ocupe una granja de la que otro haya sido desahuciado, debéis hacerle el vacío cuando os lo crucéis por los caminos. Debéis hacerle el vacío al encontraros con él en las calles. Debéis hacerle el vacío en las tiendas, y en las fiestas, y en el mercado. Debéis hacerle el vacío incluso en la propia iglesia. Debéis dejarle solo, aislarle del resto de la comunidad, como si fuera un leproso. Debéis, con ese vacío, hacerle saber cómo detestáis el crimen que ha cometido".
Con aquel discurso, Parnell declaró inaugurada una novedosa forma de protesta en Irlanda: el ostracismo social. Una forma de protesta teóricamente no violenta, nada ruidosa y que no vulneraba ninguna Ley, pero que rápidamente demostró su efectividad.
Solo tres días después de aquel discurso de Parnell, una comisión judicial comenzó a entregar las órdenes de desahucio a 11 granjeros que, en vista de la desastrosa cosecha, se negaban a pagar los elevados alquileres que les reclamaba Charles Boycott, administrador de un terrateniente anglo-irlandés.
Ante aquello, la gente del pueblo instó a los sirvientes y trabajadores de aquel administrador a abandonar inmediatamente su servicio. Y así lo hicieron todos, unos de buen grado y otro por temor a las consecuencias de no hacerlo. El caso es que el administrador quedó solo para atender su casa y sus tierras.
Del cartero al herrero, pasando por la lavandera o los tenderos, todos los habitantes del pueblo se negaron a servir a aquel administrador, a hacerle los recados o a venderle ningún producto. El administrador, completamente aislado por aquella campaña de ostracismo social, se vio obligado a hacerse traer la comida por barco desde una ciudad cercana.
Tras la aparición de las primeras noticias sobre el tema en los periódicos, el gobierno anglo-irlandés envió desde el Ulster cincuenta trabajadores unionistas voluntarios a aquellas tierras para recoger la cosecha, junto con un contingente militar de más de 1000 hombres para proteger a esos trabajadores.
Desde lugares tan lejanos como Rusia y Estados Unidos llegaron corresponsales para cubrir lo que se preveía iba a ser una auténtica y cruenta batalla campal. Pero, para su decepción, la población local se limitó a continuar con su campaña de ostracismo, obligando a trabajadores y soldados a abastecerse desde otros puntos de Irlanda. El coste total de aquella especie de operación rescate superó las 10.000 libras esterlinas, diez veces superior al valor de la cosecha e infinitamente más que la rebaja en los alquileres que aquellos once granjeros pedían.
Y al cabo de dos meses de campaña ininterrumpida de ostracismo, el administrador de aquellas tierras y su familia tiraron la toalla, optando por abandonar Irlanda y volver a su Inglaterra natal. Nadie quiso conducir el carruaje en el que se marchaban, así que ellos y su equipaje tuvieron que ser llevados hasta Dublín en una ambulancia del ejército. Allí en Dublín, el administrador tuvo que acelerar su embarque porque los hoteles recibieron amenazas de ser también objeto de una campaña de ostracismo si permitían a aquel administrador albergarse en sus habitaciones.
Ese tipo de protesta se extendió como reguero de pólvora a otras partes del país. Y el gobierno anglo-irlandés echó cuentas y vio que sería imposible emprender con todos los terratenientes la misma operación ruinosa de rescate que en esa ocasión habían puesto en marcha. Con lo cual, esa campaña de ostracismo no solo terminó proporcionando una victoria a nivel local a los granjeros, sino que sirvió para que al año siguiente la Cámara de los Comunes británica aprobara la Ley de Tierras de 1881, en la que por fin se concedía a los granjeros irlandeses una cierta copropiedad de la tierra y una mínima protección frente a los abusos de los terratenientes. Esa Ley introdujo, por ejemplo, el derecho a alquilar la tierra durante periodos de 15 años a precio fijo y prohibió que se pudiera desahuciar a alguien que estuviera al corriente de su alquiler.
Por cierto: las palabras boicotear y boicot que hoy en día utilizamos provienen, precisamente, del nombre de aquel administrador, Charles Boycott, que fue el primero en sufrir la campaña de ostracismo social diseñada por Parnell.
¿Verdad que es una historia fascinante?
Permítanme que finalice planteándoles, simplemente, una pregunta para la reflexión. En 1880, fecha en la que sucedieron los hechos que dieron lugar al primer boicot de la Historia, los católicos ya estaban legalmente autorizados a comprar tierras en Irlanda. Pero siglos de discriminación habían consolidado una situación en la que unos pocos lo tenían casi todo y la inmensa mayoría de la población apenas contaba con nada. En esas circunstancias, ¿ustedes que creen? ¿Fue justa o injusta la rebelión de los granjeros católicos irlandeses contra los propietarios legales de aquellas tierras?

-

No hay comentarios: