María Dolores de Cospedal
Rompedora de moldes
María Dolores de Cospedal es lista, trabajadora, guapa (lo que a ella le molesta mucho que se reconozca en público), simpática de trato, y últimamente, desde que logró la proeza de desalojar a los socialistas del Gobierno de Castilla-La Mancha tras 30 años en el poder, la mujer de moda. Lo más destacable de Cospedal, es, sin embargo, su capacidad para romper moldes sin más armas secretas que las de fijarse metas y trabajar hasta la extenuación por ellas. A los 26 años sacó plaza en una de las más duras oposiciones, la de la Abogacía del Estado. Recién cumplidos los 30 Javier Arenas la descubrió para la política en el ministerio de Trabajo. Antes de los 40 ya era subsecretaria de Interior, donde vivió una experiencia que la marcó para siempre: la de pasar tres días y tres noches sin dormir, a cargo de lo que ocurría en aquel pabellón de IFEMA donde se concentraron cadáveres y víctimas del 11-M, cuyos detalles aún recuerda con lágrimas en los ojos.
Tranquila ya y Consejera de Transportes de la Comunidad de Madrid, quiso ser madre, por fertilización in vitro, antes de que se le pasara el arroz. La paz le duró hasta una llamada de Rajoy a los 10 días de tener el bebé, cuando aceptó la presidencia del PP en Castilla-La Mancha. Un par de años más tarde era también la secretaria general de su partido. A los 46 será la segunda mujer elegida presidenta de una Comunidad. Meta cumplida, aún a base de acumular sueño y ojeras que cada mañana disimula con un poco de maquillaje. Que tiemble quien se crea dueño de algún puesto en el que se fije ahora María Dolores de Cospedal.
Esperanza Aguirre
De concejal a tertuliana
La fotografía en blanco y negro es la de una concejal de 36 años del Ayuntamiento de Madrid que tenía por alcalde a Tierno Galván y por oposición a Alvarez del Manzano y un par de jóvenes que ya prometían: uno conservador, la otra liberal, desde entonces amigos y sin embargo compañeros de partido político. Allí se curtieron Alberto Ruíz Gallardón y la de la foto, Esperanza Aguirre, en la política madrileña de la que él todavía no ha salido y en la que ella está de vuelta tras haber desempeñado los cargos de ministra de Educación y presidenta del Senado antes de sucederle a él en el Gobierno de la Comunidad de Madrid.
De aquella foto de la tímida concejal de Medio Ambiente que ya apuntaba maneras cuando se encadenó a un árbol para evitar que lo talaran hasta hoy ha transcurrido casi un cuarto de siglo y muchas cosas de las que destacan sus sucesivas victorias políticas en todas las elecciones a las que se ha presentado y los sustos que se lleva y nos da, de los que también siempre sale airosa: si se estrella su helicóptero no le pasa nada, si Al Qaeda tirotea su hotel de Bombay, no le roza ni una bala; si le detectan un cáncer, a las pocas semanas está como una rosa.
Su secreto no está en una pócima milagrosa, sino ese lema de «pico y pala» que mantiene a tono su fortaleza y engrasada su gran vocación política que algún día, dice, se agotará. «Entonces me haré tertuliana para decir todo lo que pienso de verdad todo el tiempo», anuncia.
Como si ahora no lo hiciera.
Luisa Fernanda Rudi
Dos caras, misma solidez
Algunos recuerdan aún a aquella Luisa Fernanda Rudi lugarteniente de Rodrigo Rato en la época final de la corrupción que desintegró al último gobierno de Felipe González, y su duro interrogatorio de Mariano Rubio cuando el ex presidente del Banco de España fue a las Cortes a declarar por su papel en el caso Ibercorp. Y no solo lo hacen porque perdura aquella imagen de la diputada de la oposición, parche en un ojo a lo princesa de Éboli por una lesión ocular, sino por su trabajo minucioso que acabó con el procesamiento de aquellos destacados miembros de lo que se denominó «la beautiful people» del felipismo. Otros con menos memoria se acuerdan de Luisa Fernanda Rudi convertida en la tercera autoridad del Estado en los cuatro años, los de la segunda Legislatura de Aznar, que fue presidenta de las Cortes sin acaparar nunca la atención sobre sí misma, dedicada a trabajar buscando consensos sin un atisbo de partidismo.
Las dos caras pertenecen a la misma Luisa Fernanda Rudi. Aragonesa tozuda, censora-auditora de Cuentas por oposición, trabajadora minuciosa, siempre sólida en el desempeño de esos cargos como en la alcaldía de Zaragoza, el Parlamento europeo o el español, de nuevo presidenta del PP aragonés en los últimos tres años, ahora próxima presidenta de su Comunidad para otros cuatro y a donde quiera que le lleve «una vocación que, lo admito, engancha». Apenas cumplidos los 60, es la última superviviente política de aquella generación de mujeres del PP que crecieron con Fraga y alcanzaron el poder con Aznar. Si ostenta este record, por algo ha sido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario