Klara María, un bebé de ojos azules de 2,45 kilos y 47 cms., ha visto la luz el día del Corpus en la clínica de Lübeck, donde radica el restaurante que ha dado la pista infecciosa. Su madre, Manuela W., de 30 años, acaba de contemplarla por primera vez, pero en vez de amamantarla, es ella la que recibe vía intravenosa un líquido blanco que lava su sangre: está gravemente enferma; la bactaeria E.colui ha desarrollado en esta florista el mortal síndrome SUH.
Enchufada a una diálisis, los riñones le están fallando. Su hija, en cabio, está milagrosamente sana tras una cesárea de urgencia en la semana 35. No sabe si llegará a ver a su hija jugar, estudiar, enamorarse, pero nadie lo diría por la felicidad con la que la contampla ahora en brazos de su padre, René: «Él es el verdadero héroe, desde hace día me cuida sin danso, cuida además de nuestra floristería y ahora, de Klara María»
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