http://www.intereconomia.com/noticias-gaceta/politica/ruz-rastrea-informe-policial-que-comprometeria-al-psoe-chivatazo-20110202?page=2
#1 pericolospalotes.
*
Según la sentencia del juez Gómez Bermúdez, los autores fueron una cuadrilla de moritos ‘de mierda’ que, hasta entonces se dedicaban, para despistar a la policía, al menudeo de droga, el hurto, el rufianismo y el matonismo.
Y ellos solitos, sin ayuda de nadie y sin causa ni objetivo claros, deciden en vísperas de unas elecciones generales perpetrar un atentado de proporciones gigantescas.
Y actúan como lo hubiésemos hecho cualquiera de nosotros en sus mismas circunstancias.
O sea, acuden al LeRoy Merlin de los explosivos, que se llama Mina Cochita, y compran unos cientos de kilos de Goma2, que es la que estaba de oferta aquel día, y la trasladan hasta Madrid impunemente.
Después acceden a Wikipedia y consultan cómo convertir unos teléfonos móviles en detonadores remotos. Y lo hacen de manera eficaz porque eran unos chicos listos.
Seleccionan los objetivos (trenes de cercanías en horas populares); montan los explosivos y los detonadores en unas mochilas y las dejan en los trenes elegidos. Y, a cierta hora y de forma coordinada, las hacen estallar causando 193 ‘mártires por la democracia’, porque a ellos les importa mucho la democracia, sea al precio que sea.
Pero ellos, los autores de los atentados, que no aspiraban a gozar de 21 huríes en el paraíso falleciendo en combate, escapan de allí en vez de inmolarse.
Previamente habían dejado una furgoneta con ciertas débiles pistas (como en ‘El Código da Vinci’) que conducían a una autoría musulmana, a una casa de Arganda y a un piso de Leganés, donde se refugiaron.
Naturalmente fueron localizados y, entonces sí, decidieron inmolarse porque ya tocaba ir al paraíso.
Esta es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
#1 pericolospalotes.
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Según la sentencia del juez Gómez Bermúdez, los autores fueron una cuadrilla de moritos ‘de mierda’ que, hasta entonces se dedicaban, para despistar a la policía, al menudeo de droga, el hurto, el rufianismo y el matonismo.
Y ellos solitos, sin ayuda de nadie y sin causa ni objetivo claros, deciden en vísperas de unas elecciones generales perpetrar un atentado de proporciones gigantescas.
Y actúan como lo hubiésemos hecho cualquiera de nosotros en sus mismas circunstancias.
O sea, acuden al LeRoy Merlin de los explosivos, que se llama Mina Cochita, y compran unos cientos de kilos de Goma2, que es la que estaba de oferta aquel día, y la trasladan hasta Madrid impunemente.
Después acceden a Wikipedia y consultan cómo convertir unos teléfonos móviles en detonadores remotos. Y lo hacen de manera eficaz porque eran unos chicos listos.
Seleccionan los objetivos (trenes de cercanías en horas populares); montan los explosivos y los detonadores en unas mochilas y las dejan en los trenes elegidos. Y, a cierta hora y de forma coordinada, las hacen estallar causando 193 ‘mártires por la democracia’, porque a ellos les importa mucho la democracia, sea al precio que sea.
Pero ellos, los autores de los atentados, que no aspiraban a gozar de 21 huríes en el paraíso falleciendo en combate, escapan de allí en vez de inmolarse.
Previamente habían dejado una furgoneta con ciertas débiles pistas (como en ‘El Código da Vinci’) que conducían a una autoría musulmana, a una casa de Arganda y a un piso de Leganés, donde se refugiaron.
Naturalmente fueron localizados y, entonces sí, decidieron inmolarse porque ya tocaba ir al paraíso.
Esta es la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad.
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