MÁS RECORTES SOCIALES.
1. 5 millones de parados. El mayor recorte para un trabajador es no tener trabajo.
2. Congelación pensiones.
3. Recorte del 5 % del sueldo a los funcionarios y congelación IPC.
4. Alargar vida laboral hasta los 67 años. Exigencia de 40 años cotizados para cobrar el cien por cien.
5. Subida del IVA e IRPF.
6. Desaparición cheque bebé.
7. Supresión desgravación por 1ª vivienda.
8. Subida de la luz, gasolina, etc. no son recortes.
9. Reforma laboral con contratación y despidos basura.
10. Aumento en la cotización de la S.S.
11. Eliminación de ayuda alquiler vivienda.
12. Quitar 400 euros a los parados.
13. la eliminación de la retroactividad de la prestación de
14. Recortado en la inversión pública de 6.045 millones.
15. Reducido la ayuda oficial al desarrollo en 600 millones de euros entre 2010 y 2011.
Si esto no son recortes sociales, tampoco será lo de
Como dice el refrán: “Piensa el ladrón que todos son de su condición”. Zapatero mentiroso e inútil, no nos compares a muchos españoles contigo. Tenemos más catadura moral y dignidad.
Este próximo 12 de mayo se cumplirá un año desde aquella fatídica jornada en la que un descolocado Zapatero subió a la tribuna del Congreso de los Diputados para anunciar lo que, según su propio discurso, cabría considerar el mayor recorte de “derechos sociales” de la democracia: una reducción media del 5% del sueldo de los funcionarios, una congelación de las pensiones, la supresión del cheque-bebé y la eliminación de la retroactividad en las ayudas a la dependencia.
Recordemos que en aquel momento, ante la deplorable condición en la que se encontraban nuestra economía y nuestras cuentas públicas, los inversores internacionales nos cerraron el grifo del crédito. Con 4,5 millones de parados y un déficit público que en 2009 había superado el 11% del PIB, nadie se fiaba de que sin reformas pudiéramos hacer frente a unas abultadísimas deudas que no paraban de crecer. De ahí que, para recuperar nuestra credibilidad, ese 12 de mayo lo más inmediato fuera atajar el déficit por la vía fácil –metiéndole la tijera a algunas de las mayores partidas del presupuesto– y que durante las siguientes semanas se anunciaran toda suerte de planes y más planes para racionalizar de nuevo el gasto y para reformar el mercado laboral.
Esta aparente conversión del indisciplinado Gobierno de Zapatero a la sensatez que requería una de las mayores crisis económicas de nuestra historia sirvió para engañar durante un tiempo a los ahorradores internacionales y a los burócratas de Bruselas: entre mayo y octubre de 2010, nuestra prima de riesgo cayó prácticamente a la mitad y las aguas volvieron a su cauce. Zapatero, siempre tan dado al cortoplacismo, al populismo y a las mascaradas, incluso llegó a decretar el fin de la crisis de deuda en Europa.
Sin embargo, los mercados pronto volvieron a intranquilizarse ante tanta palabrería sin sustancia. Más allá del superficial recorte del gasto en mayo, las promesas del Ejecutivo socialista, como ya habían venido comprobando en todos los ámbitos los sufridos ciudadanos españoles, no eran más que una cortina de humo detrás de la que ocultar una activa complicidad con los sindicatos, los caciques regionales y demás grupos de presión contrarios a las reformas.
Así, por un lado, las autonomías, lejos de contener sus gastos, siguieron desbocándolos a ritmos jamás vistos; por otro, la reforma laboral, pese al simulacro sindical que supuso la huelga del 29-S, se descafeinó por completo al excluir la imprescindible eliminación de la negociación colectiva. De ahí que los dos talones de Aquiles de nuestra economía –el déficit y el paro– hayan continuado hasta hoy por donde anduvieron en mayo: el déficit de 2010 ha rebasado el 9% del PIB y el desempleo ha estallado hasta los cinco millones de parados.
No debería sorprendernos, por tanto, el que en la actualidad la prima de riesgo de la deuda pública sea prácticamente la misma que hace un año. El recorte a pensionistas, funcionarios y dependientes pudo ser el último recurso del que disponíamos para salvar a corto plazo la desesperada situación a la que el propio Gobierno nos había abocado; pero lo cierto es que –desgajado de un plan más amplio donde el sector público se apretara verdaderamente el cinturón y donde se acabara con la autocracia sindical sobre nuestras relaciones laborales– fue un recorte inútil que sólo contribuyó a que los más débiles pagaran una parte de la factura de la crisis.
Por mucho que se nos acuse de antipatriotas, debemos repetirlo: durante este último año, España no ha hecho las reformas. De hecho, todos los datos indican que hoy estamos peor que entonces.
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