En el vídeo, tomado por las cámaras de seguridad de la Estación de Atocha y emitidas por TVE y Antena 3, se aprecia que hubo más explosiones de las que se dijeron. Se ve perfectamente a un etarra huyendo apresuradamente entre otros viajeros, con dos mandos a distancia en sus manos. Pero al ser emitidas por TVE y Antena 3, las imágenes del etarra fueron oportunamente ocultadas por subtítulos. Asier Eceiza Ayerra es el etarra en cuestión.
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A lo largo de estos dos años, los medios de comunicación independientes han ido poniendo sobre la mesa una serie abrumadora de pruebas que demuestran que las investigaciones policiales del 11-M han sido un inmenso fraude; que no existe una sola prueba de convicción sobre la que no recaigan graves sospechas de manipulación, de falsificación e incluso de "colocación" a posteriori de los atentados; que el Gobierno está haciendo cuanto puede, y en todos los frentes, no sólo para que no se investigue el 11-M, sino incluso para que ni siquiera se hable de aquellos atentados, llegando hasta el punto de tratar de silenciar a las propias víctimas de la masacre; que la actual deriva política no se puede comprender a menos que recurramos a la hipótesis del chantaje terrorista, ...
Con lo que hasta el momento hemos desvelado, en cualquier país que contara con una verdadera separación de poderes bastaría para que el Gobierno se hubiera visto sometido a un acoso político, mediático y judicial que hubiera obligado a una convocatoria de elecciones. Desafortunadamente, Montesquieu fue asesinado en España en tiempos del gobierno de González, por lo que las sucesivas revelaciones periodísticas sobre el 11-M no han tenido la repercusión que debieran.
Sin embargo, el insistente goteo de informaciones (informaciones que no han podido ser contradichas por el Gobierno, que se ha refugiado en el dontancredismo), ha tenido un impacto espectacular sobre la opinión pública. Es cierto que hay muchas personas que no tienen ni idea de las revelaciones realizadas acerca del 11-M. Es cierto también que existe un núcleo duro de votantes socialistas a los que ni siquiera una foto de Josu Ternera colocando una mochila les convencería de que no ha sido Al Qaeda. Pero no es menos cierto que la iniciativa está, desde hace muchos meses, de nuestro lado.
Mientras que hace un año nadie dudaba de que el 11-M era obra de algún grupo islámico, las encuestas muestran que 2 de cada 3 votantes socialistas creen hoy que no sabemos, en realidad, lo que pasó. Mientras que hace un año hablar del 11-M era enzarzarse en una estéril discusión sobre si Aznar mintió o no mintió, al sacar hoy el tema lo más que los defensores de la versión oficial son capaces de argumentar es que hay que dejar trabajar a los jueces: ni siquiera se atreven ya a defender la veracidad de unas pruebas cuyo olor a podrido es cada vez más intenso.
Llegados a este punto, es necesario incidir en la socialización de la duda. Es imprescindible hacer llegar el estado actual de las investigaciones al mayor número posible de personas, difundiendo lo que los medios de comunicación han ido publicando, aportando argumentos a quienes ya tienen dudas, sembrando la duda entre quienes aún son refractarios. No se trata de avanzar hipótesis, sino de lanzar un mensaje y una pregunta muy simples. El mensaje: no sabemos cuál puede ser la verdad, pero lo que está claro es que lo que nos han contado es mentira. La pregunta: ¿por qué el Gobierno se niega a aclarar esas mentiras?
Ése es, ahora, uno de nuestros principales cometidos. |
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