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Miguelito Pino, ida y venida de un socialista en una inmobiliaria con ramificaciones en Cajasur, 2
PEDRO DE TENA / ANTONIO BARREDA
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Miguelito Pino es un personaje singular. Con la apariencia física de un Carlos II recién pasado por una crisis, aniñado -ya menos, claro -, redactor con otros seis del Proyecto de Estatuto de Andalucía y siempre postergado por quienes le conocían mejor, como Felipe y Alfonso, desde el principio hizo gestos de largueza. Por ejemplo, la moto. Famosa fue la máquina que glosó Antonio Burgos: "Una Guerrikati,creo que se llama, o una Gonzaluki", escribió.
Y añadía: "Y al cronista, por atreverse a la funesta manía de pensar, seguro que lo tachan de fascista. Que es sabido que aquí todos los que no bailamos al son que nos tocan somos unos fascistas. Los que no bailábamos al son del Cara al Sol éramos unos rojos. Los que no bailamos al son de La Internacional somos unos fascistas. Lo que sí diría es lo que es Pino. Lo tengo en la punta de la lengua...)". Qué bien vio y qué pronto vio el cronista. Corría junio el 83. Hace 25 años.
Y añadía: "Y al cronista, por atreverse a la funesta manía de pensar, seguro que lo tachan de fascista. Que es sabido que aquí todos los que no bailamos al son que nos tocan somos unos fascistas. Los que no bailábamos al son del Cara al Sol éramos unos rojos. Los que no bailamos al son de La Internacional somos unos fascistas. Lo que sí diría es lo que es Pino. Lo tengo en la punta de la lengua...)". Qué bien vio y qué pronto vio el cronista. Corría junio el 83. Hace 25 años.
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