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REMEDIOS MORALES
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Casi el 85% de las españolas, satisfechas con la calidad de su vida sexual
En el caso de las veinteañeras supera el 90%
EFE - 27/01/2010 14:00
El 84,7% de las españolas aseguran estar satisfechas con la calidad de sus relaciones sexuales, porcentaje que en el caso de las veinteañeras supera el 90. Pero es más, como amantes se puntúan con un notable de media y a sus parejas en la cama con un notable alto.
Aragonesas, murcianas, vascas, extremeñas, navarras y cántabras son las que se confiesan más satisfechas, y las riojanas, valencianas, catalanas y las de las islas Baleares las que menos. En cualquier caso, el porcentaje de satisfacción no baja del 79,8%.
Estas son algunas de las sorprendentes conclusiones de un estudio sobre calidad sexual y anticoncepción de las mujeres en España, según el cual el 45,3% de las españolas prefiere tener problemas económicos a pasarlo mal en la cama. El 43% opta por disfrutar menos pero llegar a fin de mes con desahogo.
3.171 mujeres
Este primer Estudio Ring, realizado por la empresa Sigma Dos en base al testimonio de 3.171 mujeres de entre 16 y 64 años de edad, lo que supone un universo de casi quince millones y medio de mujeres, está promovido por el Círculo de Estudio de Anticoncepción.
Es pues "un estudio potente" desde el punto de vista muestral, según destacaron hoy en su presentación Esther de la Viuda, ginecóloga en el Hospital de Guadalajara y presidenta de la Sociedad Española de Contracepción (SEC), e Iñaki Lete, jefe del Servicio de Ginecología del Hospital Santiago Apóstol de Vitoria.
Las féminas españolas consideran que una buena vida sexual mejora la salud
Las féminas españolas consideran que una buena vida sexual mejora notablemente la salud y la calidad de vida de las personas, opinión que está todavía más extendida en las que viven en la treintena.
Andaluzas, asturianas, extremeñas, valencianas y canarias son las más convencidas de tan placentera influencia.
Tercer puesto
En una lista de aspectos de la vida que más valoran, el sexo ocupa el tercer puesto, por detrás de la familia y los amigos, y por delante de la condición física, el trabajo y la situación económica.
Las que están en la treintena son las que tienen un mejor concepto de sí mismas como amantes -sobre diez se puntúan con un 7,65- y son también ellas las que mejor opinión tienen de los hombres como compañeros de cama, ya que llegan a obsequiarles con un 8,09 de nota.
Las murcianas, canarias y madrileñas, por este orden, son las que, según el estudio, se tienen por mejores amantes, mientras que las castellano-leonesas, asturianas y gallegas no se valoran lo suficiente.
Influencia de los anticonceptivos
Ya en el capítulo de anticoncepción, el primer Estudio Ring concluye que el 49,4% de las españolas en edad fértil, entre 16 y 49 años, más de cinco millones de mujeres, consideran que los métodos anticonceptivos tienen "mucha" o "bastante" influencia en la calidad de sus relaciones sexuales.
El preservativo, con un 34,9%, sigue siendo el método anticoncetivo más popular
El preservativo, con un 34,9%, sigue siendo el método anticoncetivo más popular, seguido por la píldora (17,8%) y el dispositivo intrauterino (DIU), que utilizan el 6,4% de las mujeres en edad fértil. A estos métodos les siguen la esterilización voluntaria (vasectomía y ligadura de trompas) y el anillo vaginal, que usan el 3,2% de las españolas.
El 3,1% confiesa que se arriesgan con el "dar marcha atrás", y el 30,3%, según el estudio, no utiliza ningún método anticonceptio.
4,4% conocen la píldora
A los doctores de la Viuda y Lete les ha sorprendido que, a pesar de la polémica reciente y que tanto espacio ocupó en los medios de comunicación, sólo un 4,4% de las mujeres conocen hoy la píldora postcoital o del día después.
Otra conclusión "sorprendente" para ambos doctores es que en el 65,3% de los casos las mujeres eligen junto a su pareja el método anticonceptivo que usarán, porcentaje que en el caso de las treinteañeras supera el 68. Un 26,8% de las mujeres toman la decisión solas.
El hecho de que los hombres participen cada vez más en la toma de una decisión tan importante es, según Iñaki Lete Lasa, un síntoma de que la "sociedad española ha cambiado, se ha hecho más moderna e igualitaria".
Eficacia
A la hora de decidirse por un método anticonceptivo, las españolas buscan, ante todo, que sea eficaz, cómodo de usar y que no tenga efectos secundarios. También valoran mucho que no interrumpa la espontaneidad del acto sexual, que no se tenga que recordar si se ha tomado o no, y menos que sea discreto e imperceptible para la pareja.
Más de la mitad de las españolas, el 58,3% de las que tienen entre 16 y 49 años, piensa que el método ideal debería ser de utilización mensual.
- póntelo pónselo
"Póntelo. Pónselo": 20 años después
Era un objeto casi clandestino, pero una arriesgada campaña publicitaria luchó por convertirlo en cotidiano. Fue hace 20 años cuando aquel certero Póntelo. Pónselo recomendaba su uso a los más jóvenes. Sus creadores y Matilde Fernández, entonces ministra de Asuntos Sociales, recuerdan las encendidas reacciones que provocó el eslogan
Han pasado 20 años desde que el preservativo saliera del armario con la campaña más ruidosa que ha dado nuestra democracia. Y, al contrario de lo que predica el popular bolero, estas dos décadas han servido para convertir a aquel furtivo objeto de deseo en algo tan común como unas tiritas. De necesidad vergonzante a, por ejemplo, regalo de cortesía en el museo Thyssen-Bornemisza; de sosa herramienta de profilaxis a humorístico sujeto de los más variados colores, sabores y formas. Algo tuvieron que ver en todo esto los jóvenes –pero sobradamente triunfadores– que por aquel entonces asombraban con sus ideas desde la agencia de publicidad Contrapunto. Fueron ellos los que mejor respondieron al órdago que los ministerios de Sanidad, Asuntos Sociales y Educación lanzaron a la sociedad española de 1990: sacar el condón de la marginalidad y colocarlo en las mochilas de los adolescentes.
Dos décadas después, se sientan de nuevo en una de las salas de Contrapunto, hoy Contrapunto/BBDO tras una reciente fusión, Tomás Corominas, entonces director de la agencia y ya jubilado; José María Lapeña, director creativo, hoy asesor independiente; Luis Felipe Moreno, director de producción, actualmente en McCann Erickson, y Antonio Mellizo, aún en plena forma en el equipo de investigación. Estamos ante una versión resumida del dream team de la creatividad publicitaria española, aquel que, a finales de los 80 y 90, deslumbraba con campañas arriesgadas y llenas de sentido del humor, hasta el punto de convencer a los exigentes jurados de los festivales internacionales de publicidad. De hecho, Contrapunto fue la primera agencia española que ganó, en 1989, el Gran Premio en el Festival de Cannes. Fue gracias a la perrita Pippín y sus anuncios para Televisión Española: la desesperanza del chucho que, al ver que su dueño no se despegaba de la tele, cogía la maleta y se iba de casa, encogió los corazones del país y marcó el momento del definitivo despegue de la agencia.
Es indudable la pasmosa habilidad de esta generación de creativos para colarse en el imaginario colectivo: suyas son las campañas del Cuponazo de la ONCE, el Si-da, No-da, La moda de España o Renfe. Mejora tu tren de vida, con claims (eslóganes) que ya se han incorporado a la cultura popular española.
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REENCUENTRO. El gesto adusto de Corominas (ex jefe de todo aquello) contrasta con la jovialidad de Moreno y Mellizo, que exteriorizan más la alegría del reencuentro. También ajeno a la marcialidad institucional se sitúa Lapeña, una de esas mentes maravillosas que ha dado la publicidad española, y al que se le adivina ironía y bastantes kilómetros de distancia crítica con casi todo.
Enseguida recuerdan a los que, por un motivo u otro faltan. Marcelo Martínez, Jorge Grünberg, Mamen Torres, Rafael Sarró, Ana Botana... Aunque podrían seguir hasta la veintena de personas que se sentaron en las primeras reuniones convocadas para recoger aquel histórico guante y devolver una buena bofetada. «Teníamos que poner de moda el preservativo, ésa era nuestra preocupación», recuerda Corominas. «Entonces, ir a la farmacia era algo complicado, te podían rechazar. Te escondías para pedirlos. Sólo se podían conseguir de forma anónima en los baños de los sitios públicos, en unas máquinas de aspecto cochambroso. Lo primordial era que la campaña la entendieran los que tenían que entenderla: los jóvenes de 15 años. Además, habíamos detectado en la investigación de campo que los jóvenes usaban el preservativo con sus novias, como protección contra el embarazo, pero cuando veían la oportunidad de mantener relaciones con otras chicas no usaban nada. Lo que más nos precupaba era que la campaña llegara a su destinatario, no pensábamos en nada más. Es cierto que a otro nivel nos preocupaba, lo mismo que a los políticos, qué efecto podía producir todo aquello en cierta parte de la sociedad. Todos preveíamos una reacción, pero no tan virulenta como se produjo».
ELLAS TOMAN EL MANDO. En la mente de todos, incluso convertido ya en una coletilla recurrente en las conversaciones, figura aquello de Póntelo. Pónselo, feliz ocurrencia de José María Lapeña. Era una llamada a la responsabilidad, pero también una atrevida invitación a que las chicas, las mujeres, llevaran la iniciativa en un terreno en el que el hombre estaba acostumbrado a mandar, al menos simbólicamente. «Nuestro mensaje asumía la igualdad del hombre y la mujer, ¡fíjate qué salto para aquel momento! Pero no fue algo premeditado, no lo pretendimos en ningún momento. ¿Habíamos pensado en la igualdad? Desde luego que no. Estábamos con el preservativo», admite Corominas.
El alcance y las interpretaciones vinieron después. «Que los padres, con sus hijos e hijas sentados en el salón, escucharan en la televisión el mensaje ‘ponle un condón a tu novio’... Ahora parece de broma, pero entonces no era tal», añade Lapeña. «Daba vértigo, ¡vértigo!», reacciona Tomás Corominas. Y aún sonríe rememorando el instante en que escuchó por primera vez el eslogan que ha marcado la carrera de ambos. «Recuerdo el día en que entrasteis en mi despacho Jorge Grünberg y tú y me soltasteis la frase... Jorge empezó a explicarla y justificarla, pero le dije que no hacía falta. Sentí ese hormigueo, esa cosa en el estómago que te dice que tienes algo realmente bueno entre manos. Entendimos enseguida que con aquello nos la jugábamos, pero también que era eso o nada».
TODOS «CULPABLES». En televisión, se pasó una y otra vez, para escándalo de los sectores más conservadores de la sociedad, un anuncio en el que prácticamente todos los alumnos de una clase reconocían ser los dueños del condón que el director del colegio encuentra en el suelo del gimnasio. Un spot diferente al originalmente pensado por los creativos de Contrapunto. «Fue muy complicado poner de acuerdo a los tres ministerios. Educación planteó un problema serio: inicialmente, la acción se producía en un aula, pero les parecía que aquello confrontaba a los niños con los maestros. Al final, como solución de transacción, lo hicimos en el gimnasio. Y conseguimos que la aparición del profesor como símbolo del poder tuviera aún mucha más fuerza», explica Corominas. Lapeña le secunda: «Entendíamos que la historia no podía transcurrir en una excursión en autobús. Al sacarla de la escuela, perdíamos el simbolismo de lugar casi sagrado, la idea perdía fuerza. Tuvimos muchos problemas por eso y fue muy importante la resistencia de la agencia a no manejar la idea como una pelota». Puede que ésa sea una de las claves del descomunal fenómeno del Póntelo. Pónselo. Por supuesto que era necesario contar con una idea de partida tan brillante y provocadora como aquélla, pero de nada hubiera servido sin la firmeza con la que los responsables de Contrapunto cerraron filas para defenderla, para que no se devaluara hasta despojarla de su fuerza.
–Sí que fuimos valientes, porque decíamos abiertamente que o aceptaban la campaña tal y como se había presentado o debíamos crear otra. Éramos osados, pero tampoco les decíamos que nos retirábamos completamente, sólo que ésa no la podían tocar... Entonces teníamos mucha fuerza y una marca muy potente detrás que nos respaldaba –argumenta Corominas.
–Y una componente de inocencia muy importante también. Una alegría. Nos jugábamos la cartera de clientes con cada campaña. Nuestro objetivo era hacer nuestro trabajo de la manera más brillante posible interviene Lapeña.
A DEBATE. Cierta disensión entre ministerios llevó la discusión del Póntelo. Pónselo al mismísimo Consejo de Ministros. En un lado, los que opinaban que era una campaña «demasiado problemática» (como Javier Solana, titular de Educación); en otro, los que apostaban (Matilde Fernández, con la solidaridad de Alfonso Guerra). «Nosotros notábamos que había ministros más valientes y ministros que consideraban que conllevaba muchos riesgos. Educación estaba más asustado por los efectos que pudiera producir en las aulas», explica Corominas. «No tuve oposición», afirma sin embargo Matilde Fernández, titular de Asuntos Sociales. «Sólo el ministro de Educación, Javier Solana, decidió retirarse. Sí recuerdo que, en el Consejo de Ministros, Felipe González me advirtió: ‘Esta campaña va a tener un coste para ti’». Y vaya si lo tuvo.
CABEZA DE TURCO. Antes incluso del lanzamiento oficial, con las primerísimas informaciones acerca de su contenido en los telediarios, comenzaron a escucharse las voces de oposición, convertidas más tarde en gritos y, finalmente, en actos vandálicos (destrucción de vallas publicitarias, marquesinas y cabinas de teléfono) y hasta demandas judiciales (con acusaciones de «tortura moral» incluidas). Matilde Fernández fue la cabeza de turco: una Juana de Arco para unos y Matilde Condón para otros. «Personalmente no me afectó porque yo estaba convencida de lo que hacía. Me parecía farisaico que desde los púlpitos se dijera que el preservativo sólo estaba bien para luchar contra el sida... No me hizo daño nada de lo que se dijo, porque tenía la sensación y el convencimiento de que caminaba en la buena dirección. Desde el punto de vista familiar, pues sí tuvo repercusión, porque a mi madre le hacían comentarios en la tienda, o mi padre me comentaba las caricaturas que me hacían en ABC. Recuerdo que Julian García Vargas, ministro de Sanidad, me decía: ‘¿Por qué conmigo no se meten?’. Pero era lo que tocaba. Y me penalizó el hecho de ser mujer».
Todo ese ruido mediático y judicial no sirvió más que para subir el volumen del altavoz: el Póntelo. Pónselo estuvo en boca de todos. Veinte años después, sólo se escucha el orgullo de haber estado allí. «Apostamos por una campaña valiente, laica y feminista. Fue, precisamente, la mezcla de esas tres cosas la que hizo que mucha gente la criticara, pero también que otra mucha quisiera establecer debates racionales», resume la ex ministra. Hoy parece difícil lograr esa repercusión con una campaña similar, por mucho que las cifras de embarazos no deseados y enfermedades de transmisión sexual sigan subiendo. Y no sólo porque la fragmentación de las audiencias haga más difícil llegar a tantas personas a la vez... Las circunstancias políticas, más empapadas de miedo escénico, suponen el mayor bache a la tarea. «Yo recomendaría hacer hoy una campaña basada en aquélla porque aún produce sonrisas gratas. Es un tema en el que hay que insistir constantemente, pero no se ha hecho porque quienes están al frente no han querido pagar ningún coste. Y porque la lucha feminista hoy tiene muchos más frentes. Se ha bajado la guardia y conviene no hacerlo», concluye Fernández.
«Aquellos niveles de osadía no serían admitidos hoy por la Administración, pesa más lo políticamente correcto», reafirma Luis Felipe Moreno. «Fue un milagro lo que pasó entonces, pero una cosa es que no se arriesguen y otra distinta que no se pueda hacer», disiente Corominas. La clave está en el mensaje, en la calidad de la publicidad que se fabrica hoy. Y, sobre este punto, Lapeña es más sombrío. «La tragedia de la creatividad hoy es la exigencia de presentar maquetas para explicar las ideas. Porque las ideas, tanto las más sencillas como las más complicadas, se cuentan como un chiste, no con maquetas construidas con imágenes robadas que las achatan, haciendo que pierdan la brillantez, que es la esencia de este trabajo». Ni los clientes quieren arriesgar sus presupuestos, ni las agencias se atreven a exigir mayor libertad de movimientos. «Ahora veo mucho recurso, mucho efecto..., y pocas ideas puras.
Ya ni importa que la gente vea mensajes que no entiende, porque lo asume como si tal cosa. Lo bonito de aquellas campañas era que llegaban a todos. De esta forma, la publicidad podía cumplir uno de sus principales fines, que es divertir. Ideas como el anuncio del Chrysler Voyager. Va un tío por la calle, y uno le pregunta: '¿La calle López de Hoyos?'. Y contesta: 'Mire, ¿ve usted aquel coche negro de la esquina? Pues ése es mío, y López de Hoyos es la segunda a la derecha'. O como el Póntelo. Pónselo. Un profesor, durante un examen, mira al suelo y ve un condón. lo recoge y pregunta: '¿De quién es esto?'. Hoy muchas ideas no se comprenden, y eso no me gusta. »
+ EN LA PÁGINA AUSPICIADA POR EL MINISTERIO DE SANIDAD Y POLÍTICA SOCIAL, http://www.yopongocondon.com[/hide]
- S.M. el pene
Penes mayestáticos
Penes mayestáticos
Por Remedios Morales
Queridos copulantes: Un pene con bastantes centímetros más de los necesarios para cumplir su función reproductora y sin el apoyo del os penis (o sea, un hueso) es una estructura lo suficientemente costosa como para pensar que si evolucionó así fue por alguna razón.
¿Y si resulta que es una señal que no está dirigida a las mujeres? Puede que no sea como la cola del pavo real, con la que lo comparábamos el otro día, sino como los cuernos de los ciervos o los alces, una señal para los otros machos. Ellos se miden entre sí, se cornean y el que tiene los cuernos más largos y con más puntas acaba siendo el sultán.
A las hembras se les da el trabajo hecho. Así que es posible que el gran pene humano no tenga mucho que ver con la supuesta promiscuidad de nuestras antepasadas ni con sus preferencias, sino con la rivalidad entre los hombres y su tendencia a la poligamia. Según Jared Diamond, hay datos que confirman que el tamaño del pene actúa no ya como una señal genérica para las mujeres, sino como una demostración de estatus ante otros hombres. El crecimiento del pene en el pasado pudo haber sido algo así como una carrera armamentística entre potencias rivales. De ahí la obsesión por el tamaño como prueba de virilidad, y de ahí también los posibles complejos que, desde épocas remotas, anidan en lo más intimo de algunos corazones masculinos.
En todas las culturas, desde tiempo inmemorial, lo mismo que en la mente de muchos científicos, políticos, religiosos, psiquiatras, etc., el culto masculino al pene campea vigoroso por doquier. Cuando los montañeses de Nueva Guinea vieron por primera vez a los hombres blancos, pensaron que sus cinturones eran unos enormes penes que se enrollaban alrededor de la cintura y quedaron consternados y humillados por la comparación. En todas partes del mundo, desde la selva más recóndita hasta los lavabos del hotel Ritz, los hombres comparan secretamente sus penes con los de sus vecinos de micción. De paso, ¿puede alguien explicar por qué a los caballeros no les da vergüenza hacer pis en petit comité?
Yo sugiero que un pene grande es un buen compañero para alguien ambicioso, es un legado que merece la pena dejar en herencia a la prole y constituye una buena baza para el ego de un hombre, cuya seguridad en sí mismo puede ayudarle a obtener un triunfo superior al merecido por el conjunto de sus dotesy que, por lo tanto, le concede ventajas genéticas sobre otro hombre que, a lo mejor, es más inteligente o más trabajador, pero muestra un comportamiento pusilánime, porque es dueño de una birria de pene que no resistiría una comparación en los servicios de la oficina.
El magnífico retrato de Carlos V que pintó Tiziano ilustra bien lo que digo. El emperador, elegantemente vestido, posa con su perro favorito. Apunta éste con su cabeza hacia el enorme pene imperial, que, enfundado en un alzapón que lo pone de relieve, es el auténtico protagonista del cuadro. Según la enciclopedia que consulto, el emperador "aparece con gallardía, con toda la decisión rápida, la osadía y el valor que recuerda la historia". Comprendido. El hombre más poderoso del mundo, el pene más grande del mundo.
Pero el pene no debería seguir creciendo, por más que, hipotéticamente, su tamaño constituya una ventaja para su dueño. Podría caer en un caso de evolución desenfrenada, esto es, convertirse en una estructura excesivamente costosa que dificultaría la reproducción. Hay más de un motivo para mantenerlo a raya. El pene largo no es, ni mucho menos, el que mejor funciona. Si sabéis algo de física os daréis cuenta de que resulta más frágil, complica la penetración, se arquea más, necesita mayor riego sanguíneo para mantener la erección y puede ser molesto para las mujeres. El tamaño del pene tiene puesto un tope, y ese tope es el tamaño de la vagina. Un pene con macrogenitosomía es anticopulatorio. Aunque la vagina es elástica en una mujer en edad fértil, los órganos que la rodean son empujados y comprimidos. Golpear repetidamente el fondo de la vagina, en una penetración profunda, no es muy estimulante, sino que resulta doloroso para las mujeres que no tienen tendencias masoquistas.
El rey Fernando VII era poseedor de un ejemplar de pene hipertrófico de tal calibre, que le causaba problemas a la hora de cumplir con el débito conyugal; hasta el punto de que, para hacer menos penosa la penetración, se veía forzado a insertar en su base un ceñidor en forma de cojín de tres o cuatro centímetros de espesor, con un agujero central, como una rosquilla. Aun así, causaba dispareunia a sus esposas. La pobrecita María Josefa de Sajonia, con quince años, se lo hizo en la cama en su espantosa noche de bodas y el rey tuvo que recurrir al Papa para que obligara a su esposa a dejarse hacer. Lo mismo que Fernando VII, algunas tribus ponen trabas físicas a la penetración total –como el uso de anillos especiales o lazos trenzados en la base del pene, o, simplemente, los puños de las mujeres apoyados en su hueso púbico– para evitar las posibles molestias de la penetración profunda y permitir otras sensaciones periféricas.
Lo cierto es que un elevado porcentaje de mujeres se queja de dispareunia, pero esta queja sólo es atendida en presencia de alguna patología en el aparato genital femenino. En caso contrario, es recogida como una excusa para evitar el coito que, en realidad, encubre el rechazo psicológico al pene por alguna experiencia sexual desagradable, que es lo que suelen decir los expertos siempre que se les demuestra que los engranajes fisiológicos de hombres y mujeres no coinciden.
- ande andará?
REPORTAJE: En busca del punto G
Objeto ginecológico no identificado
Esta supuesta zona erógena de la anatomía femenina ha dividido a la comunidad científica en los últimos años. ¿Existe? ¿Lo tienen todas las mujeres? ¿Está en la vagina o en el cerebro? Recientes estudios calientan aún más el debate.
Desde que en 1950 el ginecólogo alemán Ernst Gräfenberg lo describiera como "una zona erógena muy definida" en la pared anterior de la vagina, la búsqueda del punto G femenino ha polarizado a la comunidad científica. Los detractores han llegado a afirmar que su geografía es tan borrosa como la de un OVNI ginecológico. Los partidarios defienden su identidad como un Sangri-La del placer. Después de sesenta años, el rastreo de esta estructura biológica en el cuerpo femenino no ha arrojado resultados concluyentes para que haya consenso entre expertos. El británico Tim Spector, profesor de epidemiología genética, y la psicóloga Andrea Burri, ambos del King's College de Londres, enviaron un cuestionario sobre costumbres sexuales por correo y validaron las respuestas de 1.804 voluntarias. Una de las preguntas era: ¿cree tener en la pared anterior de su vagina una pequeña superficie del tamaño de una moneda de 20 peniques sensible a la presión? El cuestionario fue dirigido a mujeres mellizas -con un 50% de los genes- y gemelas idénticas, cuyo genoma es igual en un ciento por ciento. Si el punto G es real, y si una gemela idéntica cree tenerlo, sucederá lo mismo con su hermana. Pero esto no fue lo que encontraron estos expertos. En líneas generales, "la mitad de las mujeres respondió que pensaba que poseía este punto G, mientras que la otra mitad creía que no", explica Spector, en conversación telefónica desde su casa en el Reino Unido. Ahora bien, al comparar las respuestas entre los dos grupos -las gemelas idénticas y las mellizas- el equipo de Spector no encontró diferencias estadísticamente significativas. "Coincidían o estaban en desacuerdo sin que importara cuánto material genético compartían, lo que nos dice que, sea lo que sea (el punto G), no implica influencia genética. Fue muy sorprendente. Esperábamos encontrar algo".
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Anteriormente, en trabajos con gemelos idénticos, Spector había mostrado que el orgasmo femenino tiene componentes genéticos en un 40%. El nuevo estudio, publicado recientemente en la revista Journal of Sexual Medicine (JSM), concluye que del punto G no hay ni rastro. "Si hubiéramos realizado este trabajo hace diez años, nadie nos habría creído. Pero ahora sabemos que si medimos correctamente las variables, sabremos si tienen o no base genética", asegura este experto. "Las mujeres que afirmaban que sí lo tenían experimentaban más orgasmos con más facilidad y disfrutaban de una mejor vida sexual. Dado que los medios de comunicación están pregonando que el punto G es mejor para su vida sexual, ellas podrían relacionar ambas cosas. Pero no hablamos de una entidad fisiológica. Las diferencias encontradas no se explican mediante la presencia de una zona del tamaño de una moneda, es algo más genérico. Podría ser que existieran un centenar de puntos G y que cada mujer tuviera el suyo propio. Creo que es mucho más útil hablar sobre esto que centrar el debate a la antigua sobre una zona que nadie ha probado anatómica o fisiológicamente".
El término punto G, o punto de Gräfenberg, fue adoptado por los doctores John Perry y Beverly Whipple en 1981 para describir esa zona erógena de la vagina, situada a mitad del recorrido entre la parte posterior del hueso púbico y el cérvix, a lo largo de la uretra femenina. En su libro La Ciencia del Orgasmo (editorial Paidós, 2008) Whipple detalla la forma de estimularlo: la mujer tumbada sobre su espalda, introduce sus dedos presionando la superficie interna de la vagina con un movimiento de "ven aquí" hasta dar con la región, situada en la posición de las 12 en punto con respecto al cuerpo. Su hallazgo venía a añadir una complejidad asombrosa a la sexualidad femenina. El punto G sería el responsable de un tipo de orgasmo muy intenso, diferente del que surge al estimular el clítoris (orgasmo clitoriano). A veces estos dos tipos de orgasmos se combinan. Sara Nasserzadeh, psicoterapista sexual y autora de la obra Orgasm Answer Guide (John Hopkins University Press, 2009), describe para El País Semanal el caso de Addler, una paciente suya de 43 años. "Vino a verme ya que sufría de anorgasmia [falta de orgasmos] pero progresó bastante bien al explorarse a sí misma, y después de una sesión de masturbación junto con la estimulación de su zona G, lo describió como "algo que se fortalecía...nunca he experimentado una sensación así". Nasserzadeh admite que "los informes sobre la estimulación del punto G mediante la penetración son todavía controvertidos". Sin embargo, Beverly Whipple detalla en su obra las posturas más convenientes durante el coito, como la del perrito, o con la mujer a horcajadas sobre el varón. Por lo visto, permiten que el pene estimule con eficacia esta zona vaginal de la pared anterior. Así las cosas, no es de extrañar que el trabajo de Spector y Burri publicado en JSM haya caído como una bomba. En la misma revista se vierte la polémica, con titulares como ¿Quién teme al punto G?, donde los expertos se tiran literalmente los trastos a la cabeza.
La primera crítica al estudio de Spector proviene de la propia Whipple, profesora emérita de la Universidad de Rutgers en Nueva Jersey en Estados Unidos. "Tienes que preguntarte el método que usaron para llegar a esta conclusión", explica mediante correo electrónico. "Ellos han eliminado a las mujeres que usan la estimulación con los dedos, que resulta la forma más fácil de excitar esta zona. Y tampoco preguntaron acerca de las posturas de coito que usaron las mujeres, es decir, ella a horcajadas o por detrás, ya que estas posturas permiten al pene estimular la zona del punto G". Para Whipple, "no es lo mismo preguntar si se experimenta un orgasmo durante el coito o examinar la respuesta a la estimulación del punto G".
Pero sin duda, la andanada más potente proviene del científico italiano Emmanuele A. Jannini, del Departamento de Medicina Experimental de la Universidad de L'Aquila, en la región del Abruzzo, en los Montes Apeninos. "¿Cómo puede un científico serio asegurar en una revista científica, al igual que en los medios, que una parte anatómica no existe basándose en un CUESTIONARIO VOLUNTARIO ENVIADO POR CORREO?", reza su contundente correo electrónico a consultas de El País Semanal (resaltando en mayúsculas la última parte de la frase). Los dardos hacia sus colegas británicos son variopintos. "¿Formaron su opinión a partir de imágenes médicas, a preguntas sobre el sexo cara a cara con los pacientes con un profesional certificado, a cuestionarios validados, a exploraciones ginecológicas, autopsias, o al uso de marcadores bioquímicos o moleculares para estudiar muestras de tejido? Nada de eso. Se limitaron a enviar un cuestionario por correo".
Jannini fue quien publicó en 2008 un estudio en JSM en el que sugería que era posible encontrar el punto G en las mujeres mediante una simple ecografía. Su equipo escaneó dos grupos de mujeres, nueve que afirmaban experimentar orgasmos vaginales y once que no. En el primero, las ecografías mostraron que el espacio donde presumiblemente se ubica el punto G está más engrosado, lo que explicaba los orgasmos. El estudio tuvo sus críticas, pues hay una corriente de investigadores que creen que ese espacio, rico en fibras, vasos sanguíneos, músculo y nervios, es en realidad una parte interna del mismo clítoris. El propio Spector indicó a la revista New Scientist que otras explicaciones "eran posibles, como el tamaño real del clítoris, que aunque no era objeto del estudio, sí es altamente variable". El contraataque de Jannini al nuevo estudio de su colega británico no sólo se refiere a la metodología. Va más allá. "De forma sorprendente, los resultados de esa encuesta se han inclinado dramáticamente en favor del punto G, ya que un 56% de las mujeres lo admiten. Creo que la gente del King's College no se fía de sus propios resultados. La explicación a su comportamiento es su ideología, que hace que se cieguen ante sus propios resultados".
Andrea Burri, psicóloga del King's College y coautora del trabajo, indicó en una nota de la respetada institución británica que los resultados del estudio "tendrán importantes implicaciones no sólo para la educación sexual futura y los tratamientos psicosexuales", sobre todo en referencia a las mujeres "que no sean capaces de alcanzar el clímax a través de la penetración vaginal", y que sientan que no están a la altura. "Hablamos de variación sexual. Algunas mujeres pueden alcanzar el orgasmo con la penetración, mientras que otras no. Es bastante irresponsable clamar por la existencia de una estructura cuya existencia nunca se ha probado, y presionar por ello a las mujeres y también a los hombres". Y Jannini responde de esta forma a Burri: "Andrea Burri es una guapa psicóloga que declaró que realizó esta investigación para liberar a las mujeres de la esclavitud que implica buscar el punto G. Podría estar de acuerdo con este noble intento, ya que soy hijo de una feminista radical que es además una periodista italiana. Pero me temo que no hablamos de ciencia, sino de prejuicios".
Con respecto a las posturas de los grupos feministas ante el punto G, Jannini es explícito. "Es una vieja historia. Una parte importante y ya clásica del archipiélago feminista basó su acción política en la guerra contra la penetración vaginal. Recuerdo muy bien el uso frecuente del adjetivo fascista conjuntamente con penetración. La idea era (y frecuentemente sigue siendo) que, ya que el clítoris está en el exterior, la penetración vaginal no es útil para el placer femenino, e incluso resulta peligrosa, ya que coloca a la mujer en un comportamiento de sumisión". Para este doctor, el descubrimiento del punto G y su relación con el orgasmo vaginal resultó un golpe muy duro para el feminismo radical. Ambas cosas están conectadas por un puente sólido. "El orgasmo clitoriano es algo que está virtualmente garantizado en todas las mujeres saludables si saben cómo estimularlo. Pero el vaginal no es tan frecuente. Y en muchos casos, la culpa es de dos cuerpos, o mejor dicho, dos almas, que no interaccionan bien. Pero en otros casos, la ausencia de este orgasmo se debe precisamente a la ausencia del punto G, un instrumento anatómico". ¿Cómo explicar, se pregunta este experto, el hecho de que una mujer sana, muy contenta con su sexualidad, que tiene múltiples compañeros de distintas razas, que se masturba regularmente y experimenta estupendos orgasmos clitorianos, nunca haya experimentado un estúpido y pequeño orgasmo vaginal? En su opinión, este tipo de mujeres, que carecen de un punto G activo, tienen una vida sexual plena, y no son tan raras en la sociedad actual.
El último contraataque al estudio de Spector procede de Francia, precisamente de una nueva reunión de expertos en ginecología celebrada en París. En lo que parece una declaración solemne, por lo visto el 60% de las mujeres sí que tienen un punto G. Los científicos del King's College, al parecer, no han mostrado el "respeto debido" a lo que expresan las propias mujeres que están convencidas de su punto de la discordia. Así lo expresaba el cirujano francés Pierre Foldes al diario británico The Independent: "Las conclusiones del estudio son completamente erróneas debido a que estaban basadas sólo en observaciones genéricas". Foldes, quien ha desarrollado una técnica quirúrgica para la reconstrucción de los clítoris de las mujeres que sufren mutilación genital en sus países de origen, cree que "la sexualidad femenina no puede generalizarse, reducirse a un sí o a un no, hay una variabilidad". Y la ginecóloga Odile Buisson, del Centre d'Échographie en Saint Germain (Laye, Francia), va un poco más allá. Su disparo lo recoge el citado medio. "Creo que el carácter protestante, liberal y anglosajón significa que uno es demasiado pragmático, y que tiene que haber una causa para cada cosa, un gen para todo. Y esto es algo totalitario".
Buisson es una científica de renombre, y publica a menudo en Journal of Sexual Medicine. Al igual que Sheryl A. Kingsberg, profesora del departamento de biología reproductiva de la Universidad Case Western (EE UU). Sólo que Kingsberg cree lo contrario. Dice que la controversia que rodea al punto G reside precisamente en que esta estructura ha eludido los esfuerzos de los científicos por encontrarla a lo largo de más de medio siglo. "La mayoría de la gente cree que existe el punto G", responde para El País Semanal. La culpa de ello, asegura, es el famoso best seller de 1982 publicado por Alice Ladas, John Perry y su colega Beverly Whipple. Y eso, en resumidas cuentas, ha convertido al punto G en algo que define literalmente como un "cliché cultural", una perogrullada. En su opinión, los grupos feministas no tendrían por qué sentirse ofendidos si el punto G realmente existiera. "Cuantas más zonas erógenas, mejor. La penetración no es algo antifeminista. Muchas mujeres, heterosexuales, lesbianas y bisexuales, disfrutan de la penetración mientras que otras mujeres, heterosexuales, lesbianas y bisexuales, no se estimulan en particular con la penetración y estimulación vaginal. Las mujeres son muy variadas".
Para Kingsberg, el aura que rodea al punto G como una fuente intensa de placer sólo es un placebo. Las mujeres que disfrutan de sus orgasmos lo asocian a ese punto, consciente o inconscientemente. El placebo es una sustancia inocua, sin ningún efecto farmacológico, pero en los voluntarios que participan en estudios clínicos produce efectos beneficiosos constatables precisamente por la creencia en su poder curativo. En un estudio llevado a cabo por el médico D. C. Goldberg en 1983, en el que examinó a 11 mujeres, informó que cuatro de ellas se sentían estimuladas cuando el médico palpaba su vagina con sus dedos realizando movimientos circulares en el sentido de las agujas del reloj. ¿Dio con el punto G, o tocó otras zonas circundantes? Como escribe Kinsberg en JSM, la localización del punto G debería situarse en el cerebro, no en la vagina. "Creo que el término punto G es inadecuado, y debería rebautizarse como el punto P, de placebo".
Exista o no, la polémica del punto G deja algo en lo que casi todos los expertos consultados coinciden. "Las investigaciones de la sexualidad femenina carecen de fondos suficientes y por ello no hemos avanzado mucho en cincuenta o sesenta años", asegura Spector. "Es algo que no se ha tomado en serio. Basta echar un vistazo al número de publicaciones en PubMed (siglas en inglés del Servicio Nacional de Literatura Médica de EE UU que recoge millones de citaciones médicas) y se verá que es muy pequeño, apenas un 10% con respecto a la sexualidad masculina. Hemos recibido comentarios de que no deberíamos gastar el dinero de los contribuyentes en este tipo de investigaciones. Mucha gente cree que los problemas sexuales de las mujeres no merecen ser estudiados". Para Emmanuele A. Jannini, esta falta de interés y el hecho de que el punto G no se haya estudiado suficiente obedece a las mismas razones por las que "descubrimos el tamaño y forma real del clítoris humano en una época tan reciente como 1998. Fue en ese año cuando un ginecólogo australiano casi anónimo, el doctor O?Connell, usó las técnicas más sencillas y banales empleadas por los anatomistas durante siglos para estudiar la macroanatomía de un órgano que nunca se había estudiado antes". Jannini se escandaliza ante la falta de interés mostrada por los ginecólogos y sobre todo por el hecho de que ni siquiera se hayan empleado ecografías para estudiar el tema. "No se trata de que el punto G haya eludido los esfuerzos de búsqueda de muchos científicos. Lo cierto es que no ha habido tantos científicos interesados en su estudio".
La otra conclusión es el marketing que baila alrededor del punto G, espolvoreado regularmente en las páginas en las revistas femeninas. Gran parte de su público "lo da por hecho", dice Spector. "En Estados Unidos hay muchos cirujanos plásticos que realizan operaciones para tratar de mejorar el punto G mediante silicona, y eso puede ser peligroso". Sara Nasserzadeh lo advierte: "Hay gente que se está aprovechando económicamente de esto. Prometen a las mujeres que mediante determinados procedimientos, como inyecciones de colágeno o de botox, pueden intensificar la estimulación sexual de esta zona, por lo que obtendrán más placer".
- Concha Velasco
Actriz
He sabido dónde lo tenía desde los siete años (yo es que he sido muy adelantada), cuando vi a Tarzán saltar por las lianas. Vivía en Marruecos -seguramente el clima, el cielo y el Zoco Chico tuvieron algo que ver-
Por Javier Heras
Vinila von Bismark
Cantante y bailarina de 'burlesque'
"Me sorprende la diversidad de opiniones científicas. ¡El punto G no es un mito! Sólo deben darse muchos factores para despertarlo. Como siempre, sobre asuntos que sólo afectan a la mujer, hay deficiencias de investigación"
Sophie Evans
Actriz de cine X
"He probado con un juguete curvo especial, pero aún no lo he encontrado. Siempre he disfrutado del sexo sin él, pero dicen que es una pasada... No hay que obsesionarse. La sensibilidad de cada cuerpo es diferente"
Lorena Berdún
Periodista y presentadora
"Es algo etéreo, no se puede asegurar que exista. Pero si sólo se encontrara en el cerebro, cada una lo viviría de manera diferente, mientras que todo el mundo experimenta similares sensaciones al estimularlo"
- Olé mi Koño
Olé mi Koño Jornadas de Anarkofeminismo
El colectivo Olé mi Koño rechaza que a las mujeres se les considere "meros culos"
Un grupo de feministas malagueñas se oponen a que se les considere "meros culos", pero ellas han bautizado su agrupación como "Olé mi koño". La plataforma se ha presentado este fin de semana para celebrar el día de la Mujer Trabajadora
Hoy se presenta en Málaga, dentro de las denominadas "Jornadas de Anarkofeminismo" para conmemorar el Día de la Mujer Trabajadora, el manifiesto del colectivo feminista "Olé mi koño" (sic), una agrupación que dice reivindicar los derechos de las mujeres y luchar contra la discriminación sexual.
Las jornadas que el colectivo apadrina para la la ocasión tienen por lema "Contra el patriarcado, lucha feminista. La lucha de tod@s", que es el título del manifiesto que han hecho público este lunes. En el segundo párrafo, las combativas feministas de "Olé mi koño" dicen estar en contra de que a las mujeres se les considere "meros culos", a pesar de que han elegido como nombre otra parte del cuerpo femenino. Ahora sólo cabe preguntarse si lo que reivindican es que sea esa parte, y no el culo, por lo que se considere a las mujeres a partir de ahora.
Un grupo de feministas malagueñas se oponen a que se les considere "meros culos", pero ellas han bautizado su agrupación como "Olé mi koño". La plataforma se ha presentado este fin de semana para celebrar el día de la Mujer Trabajadora
Hoy se presenta en Málaga, dentro de las denominadas "Jornadas de Anarkofeminismo" para conmemorar el Día de la Mujer Trabajadora, el manifiesto del colectivo feminista "Olé mi koño" (sic), una agrupación que dice reivindicar los derechos de las mujeres y luchar contra la discriminación sexual.
Las jornadas que el colectivo apadrina para la la ocasión tienen por lema "Contra el patriarcado, lucha feminista. La lucha de tod@s", que es el título del manifiesto que han hecho público este lunes. En el segundo párrafo, las combativas feministas de "Olé mi koño" dicen estar en contra de que a las mujeres se les considere "meros culos", a pesar de que han elegido como nombre otra parte del cuerpo femenino. Ahora sólo cabe preguntarse si lo que reivindican es que sea esa parte, y no el culo, por lo que se considere a las mujeres a partir de ahora.
- Sultan
BARRIO SESAMO
PIERCING
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