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Ataques a Garzón por el caso de ácido bórico
La metamorfosis
La metamorfosis
Quienes ayer ensalzaban a Garzón como ejemplo de valentía, honestidad e independencia, hoy lo acusan de haberse vendido al gobierno y ser una marioneta en manos de éste. Por contra, quienes ayer vilipendiaban al juez, tachándolo de ególatra, rencoroso y mendaz, ahora asumen sus autos como ejemplo de veracidad y respeto a la ley
Los sectores centristas del PP (representados por Gallardón, Piqué, o Feijoo, apoyados en las permanentes vacilaciones de Rajoy) han encontrado su mejor aliado mediático en el Grupo Vocento (ABC, El Correo, Punto Radio,...), mientras El Mundo y la COPE son los grandes voceros del sector duro de los Acebes, Zaplana y Aznar.
Las cucarachas, como en la historia de Gregorio Samsa, parecen haberse apoderado de la vida política del país. ¿Es el ácido bórico encontrado en el domicilio del imputado por el 11-M, Ahssan El Haski, una sustancia explosiva, o es, por el contrario, una inocua receta casera para eliminar cucarachas? ¿Es o no posible, por tanto, encontrar algún nexo de unión entre el ácido bórico hallado a los terroristas islámicos y el descubierto en un piso franco de ETA en Salamanca?
El informe de tres peritos policiales que relacionaba ambas sustancias fue presentado por el diario El Mundo como la prueba definitiva de la vinculación de ETA con el atentado del 11-M. La investigación del juez Garzón desmontando las manipulaciones del informe ha dado lugar a una de las más sorprendentes metamorfosis de la escena política española en los últimos años. Quienes ayer ensalzaban a Garzón como ejemplo de valentía, honestidad e independencia, hoy lo acusan de haberse vendido al gobierno y ser una marioneta en manos de éste. Por contra, quienes ayer vilipendiaban al juez, tachándolo de ególatra, rencoroso y mendaz, ahora asumen sus autos como ejemplo de veracidad y respeto a la ley. Lo que, en definitiva, no hace sino probar, y comprobar una vez más, la independencia de Garzón y de la línea que representa en el seno de la magistratura.
El pasado 21 de septiembre, el diario El Mundo ofrecía en su portada una información tan sorprendente como aparentemente explosiva. Según el periódico, altos cargos de la policía científica habían falsificado un informe con el objetivo de ocultar al juez Del Olmo las conclusiones de tres peritos que afirmaban que el hecho de haber encontrado la misma sustancia –el ácido bórico– les conducía a pensar en la posibilidad de que “los autores de ambos hechos [el comando del 11-M y el comando de ETA de Salamanca] estén relacionados entre sí y/o hayan tenido la misma formación y/o sean el/los mismo/s autor/autores” .
Frenesí judicial
Para los instigadores de la teoría sobre la participación de ETA en el atentado del 11-M (el propio diario El Mundo, la COPE, Acebes o Zaplana, con Aznar en la sombra), el documento se convertía en la prueba final que confirmaba sus hipótesis. El mismo hecho de que los mandos policiales hubieran falsificado el informe para que las conclusiones de los peritos no se incluyesen en el sumario, era la demostración más fehaciente de que esa vinculación era tan real como las maniobras del gobierno para impedir que saliera a la luz pública.
Paralelamente a la publicación del informe, un autodenominado movimiento cívico, llamado Plataforma España y Libertad –desconocida hasta hace pocas fechas, pero que en la actualidad protagoniza una frenética agitación judicial: ha presentado denuncias contra Garzón, Ruíz Gallardón, Pepe Rubianes, Mario Gas o José Bono, además de remitir una carta pública al embajador israelí en España manifestándole su apoyo “a la respuesta de su gobierno al desafío terrorista” en plena guerra de agresión contra el Líbano– presentaba una denuncia contra esos altos cargos policiales por falsificación de documento público. Diseñada originalmente para ser tramitada en la Audiencia provincial de Madrid, el juez Garzón, sin embargo, en un rápido movimiento que pilla por sorpresa a todos, reclama la competencia del caso, al ser el juez que instruye el sumario contra Ahssan El Haski, presunto implicado en el 11-M.
Paralelamente a la publicación del informe, un autodenominado movimiento cívico, llamado Plataforma España y Libertad –desconocida hasta hace pocas fechas, pero que en la actualidad protagoniza una frenética agitación judicial: ha presentado denuncias contra Garzón, Ruíz Gallardón, Pepe Rubianes, Mario Gas o José Bono, además de remitir una carta pública al embajador israelí en España manifestándole su apoyo “a la respuesta de su gobierno al desafío terrorista” en plena guerra de agresión contra el Líbano– presentaba una denuncia contra esos altos cargos policiales por falsificación de documento público. Diseñada originalmente para ser tramitada en la Audiencia provincial de Madrid, el juez Garzón, sin embargo, en un rápido movimiento que pilla por sorpresa a todos, reclama la competencia del caso, al ser el juez que instruye el sumario contra Ahssan El Haski, presunto implicado en el 11-M.
Desde el mismo momento que Garzón toma en sus manos el asunto, un inmediato ataque mediático-judicial combinado se pone en marcha para tratar de arrebatárselo a cualquier precio. Pero como comprobarían inmediatamente los tres peritos, el asunto no iba a ser tan fácil. No en vano, el más furibundo crítico del juez, el director de El Mundo Pero J. Ramírez, había escrito de él cuando era uno de sus más fervientes admiradores: “Baltasar Garzón ha guiado con destreza la relampagueante trayectoria del arma justiciera, dibujando en la pizarra de la historia uno de los más memorables guiones torcidos de Dios”.
Y, en efecto, de forma relampagueante Garzón cita a los peritos, y en su interrogatorio tarda poco en descubrir el burdo montaje del informe. Nunca fue un informe oficial, sino un simple borrador; uno de los peritos cambió la fecha del documento que entregó a El Mundo; el nexo de unión que establecía a través de ácido bórico entre ETA y los islamistas era una pura elucubración sin la más mínima base científica exigible a un documento de ese tipo y él mismo había escrito años antes, en otro informe, que no se tenía constancia científica de que el ácido bórico hubiera sido nunca utilizado para fabricar, estabilizar u ocultar explosivos. La rápida intervención de Garzón deshacía la denuncia como azúcar en agua, echaba por tierra la trama y aclaraba las manipulaciones y falsificaciones ocultas del informe. Pero otras muchas preguntas quedaban aún sin responder.
La verdadera batalla
¿Por qué los peritos usaron una falsificación tan burda, que a todas luces estaba llamada a ser descubierta a poco que se investigara el asunto? ¿Partió de ellos mismo la aventurera idea de organizar el montaje y llevarlo a los tribunales? ¿Por qué ese desmedido interés para que Garzón no investigara el asunto y los furibundos ataques contra el juez por parte de sectores que hasta ahora lo habían ensalzado? Resulta cada vez más evidente que las hipótesis sobre el 11-M y su autoría no son más que la punta del iceberg de una soterrada y feroz batalla entre distintos sectores de la derecha española. Tras los reiterados y convulsos intentos de un sector de la derecha política, mediática y judicial por vincular a ETA con el 11-M y, además, poner esta cuestión en el centro de la agenda política del país se encierra, en realidad, la profunda crisis de línea y de liderazgo por la que atraviesa el PP.
Tras su derrota electoral, los sectores alineados políticamente tras la línea representada por Aznar –y , por extensión, con la línea de los círculos más duros y agresivos de Washington– no aflojan su presión para controlar al PP y conducirlo hacia una oposición ultraagresiva que, si por un lado compacta a un numeroso sector de sus votantes, por el otro inevitablemente ahuyenta a otra parte importante del electorado y, con ello, aleja objetivamente su regreso al poder. A menos, por el momento, que un acontecimiento inesperado provoque un cataclismo electoral del PSOE.
Simultáneamente, y en paralelo a esta disputa por imponer una u otra línea, uno u otro liderazgo en el PP, se desarrolla una feroz batalla mediática entre distintos grupos monopolistas de la comunicación; batalla que busca, por un lado, ocupar el mercado del competidor, pero también tomar ventaja en un resorte fundamental para el control de la opinión pública entre los votantes del centro-derecha. Cada uno de los contendientes en esta batalla librada en un doble plano se alinea, a su vez, con uno u otro sector del plano contiguo. Los sectores centristas del PP (representados por Gallardón, Piqué, o Feijoo, apoyados en las permanentes vacilaciones de Rajoy) han encontrado su mejor aliado mediático en el Grupo Vocento (ABC, El Correo, Punto Radio,...), mientras El Mundo y la COPE son los grandes voceros del sector duro de los Acebes, Zaplana y Aznar.
Mantener vivas las dudas sobre el 11-M, aun cuando sea a través de la delirante hipótesis de la autoría de ETA, se ha convertido de esta forma en uno de los pulsos que sostienen ambos sectores. De ahí la feroz reacción de El Mundo y una parte del poder judicial ante Garzón, quien al volver las acusaciones de la trama contra sus autores, no sólo les ha privado de lo que ellos esperaban convertir en munición gruesa de la que alimentarse por un largo período, sino que ha puesto al desnudo los fraudulentos métodos de los que son capaces de valerse con tal de sostener sus hipótesis.
Mantener vivas las dudas sobre el 11-M, aun cuando sea a través de la delirante hipótesis de la autoría de ETA, se ha convertido de esta forma en uno de los pulsos que sostienen ambos sectores. De ahí la feroz reacción de El Mundo y una parte del poder judicial ante Garzón, quien al volver las acusaciones de la trama contra sus autores, no sólo les ha privado de lo que ellos esperaban convertir en munición gruesa de la que alimentarse por un largo período, sino que ha puesto al desnudo los fraudulentos métodos de los que son capaces de valerse con tal de sostener sus hipótesis.
A. Beloki
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