sábado, 4 de julio de 2009

LA MORDIDA CATALANA

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Por Jaime CAMPMANY ABC 26 Febrero 2005

EL trabajo del periodismo de investigación resulta a veces muy útil para la purificación del mundo de la política, amenazado siempre de ensuciarse en oscuridades y corrupciones.


Al periodismo de investigación le debemos los ciudadanos y las ciudadanas el descubrimiento y la denuncia de muchos episodios siniestros, de muchas historias de mordidas, comisiones, trapisondas, aquellos convolutos que le costaron la vida al pobre Guido Bruner, o trinques y manguis, como dice Antonio Burgos, Hermano Celador de la Muy Penitencial Cofradía de la Columna.

Pe
ro hay casos en que el quehacer del periodista se ve ayudado y aliviado.


Son los propios políticos -Dios se lo pague- los que tiran de la manta y dejan con el culo al aire unas veces a Juan y otras a Manuela.


Al final nos enteramos de que puta la madre, puta la hija, puta la manta que las cobija, y que en la política son pocos los que siguen la advertencia divina de que quien esté libre de pecado tire la primera piedra.


O sea, que quien no haya cometido remanguillé, publique la primera denuncia.

En esa imprevisión y desobediencia ha caído ahora Pasqual Maragall, que por ello tiene más delito al ser oficialmente president de la Generalitat de Catalunya.


Se conoce que lo ha puesto nervioso el accidente del socavón y posterior enredo político del barrio barcelonés del Carmel y ha acusado de corrupción a sus antecesores en aquel Gobierno. Maragall no se ha limitado a una acusación abstracta e indeterminada.


Ha precisado que la mordida de Convergencia i Unió en todas las adjudicaciones de obras públicas era exactamente del tres por ciento. Hay que reconocer que la mordida catalana se concreta en una cifra moderada y asumible por el constructor.

A la indiscreción de Pasqual Maragall ha respondido enseguida Artur Mas con la amenaza de una demanda y toda clase de procedimientos judiciales contra el presidente de la Generalitat si no se disculpa de la acusación. Y lo que es más acongojante para Maragall: amenaza Mas con no votar el nuevo Estatut que prepara el nieto del poeta.


Parece que ese argumento ha sido el más convincente para que Maragall retire la acusación de trinque.


A la «mordida catalana» ha seguido una nueva edición de la famosa «venganza catalana». También tiene bemoles que para lograr que el presidente retire una denuncia de corrupción se amenace con impedir la aprobación de una reforma política que se considera beneficiosa para Cataluña. O sea, lo que dije de la manta, ¿recuerdan?

Bien es verdad que Artur Mas se ha guardado la respuesta más demoledora. Porque podría haber traído a colación y poner sobre el tapete todas aquellas corrupciones del Partido Socialista durante los gobiernos de Felipe González, desde los cafelitos de Juan Guerra a los pingües trinques de la compra de aviones, las tres marías Filesa, Malesa y Time Export, el expolio de los fondos reservados, las bobinas de papel del Boletín Oficial, el «Ave» de Sevilla, la época del «pelotazo» y todas las historias de la mangancia generalizada que llenan los periódicos de aquellos años. ¿Dónde se queda ese mínimo tres por ciento? Y luego dicen que a los catalanes les gusta la pela.

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