miércoles, 3 de agosto de 2016

FRANCO Y FRANCO MARTÍNEZ (ÁRBITRO): LO APROVECHABAN PARA INSULTAR A FRANCO


El excolegiado Franco Martínez confiesa que en muchos campos le insultaban al no poder merterse con el Caudillo




Primera Plana: El NO-DO nos presentan a Franco Martínez
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Que no, de verdad, que no. Eso es una leyenda urbana que se creó, pero es mentira. Cuando yo llegué, a los árbitros ya se les conocía por los dos apellidos. La coincidencia del mío con el del Generalísimo nada tiene que ver en ello". Estas palabras las firma el exárbitro internacional Ángel Franco Martínez (13-10-1938, Murcia). La leyenda urbana de la que habla no es otra que la que dice que por la coincidencia de su primer apellido -Franco- con el del Caudillo, éste decretó que a los colegiados se les llamase por sus dos apellidos. De esta forma, Francisco Franco aniquilaba los comentarios de los aficionados en los campos españoles cuando pitaba Franco... Martínez.




"Multitud de veces, por no decir casi siempre, me decían 'Franco, que malo eres', 'Franco, vete ya', 'Franco, no das ni una'. Yo era consciente que lo decían por el que mandaba en España, y no por mí", comenta. Además, la Prensa, en los 60 y 70, también puso su granito de arena."Los titulares eran 'Franco se cargó el partido', 'La culpa la tiene Franco', 'Franco no vale para nada', 'Franco no sirve para el cargo','Franco no impartió justicia'... Y yo pensando que el partido me había salido genial, aunque claro, no había televisiones ni repeticiones como ahora", recuerda.
También la leyenda urbana dice que ante estos titulares -Francisco Franco leía todo lo relacionado con el fútbol al ser un fanático del balompié-, el aparato censor del Gobierno instó a la Federación y a la Prensa a llamar a los árbitros por sus dos apellidos. Lo único que está claro es que España es el único país en el que a los trencillas se les conoce así.




Casualidades de la vida, o de la política, pero con Franco en el poder, el colegiado no pitó ninguna final de la Copa del Generalísimo: "Siempre iba de línea". Sin embargo, tras la muerte del mandatario -1975-, a Franco Martínez le dieron tres finales de Copa, ya llamada del Rey. "Lo recuerdo como si fuese hoy. La primera, el Barça-Las Palmas en 1978 (3-1). El mítico Real Madrid-Castilla de 1980 (6-1) y el Athletic-Barça de 1984, que acabó con triunfo de los vascos y se lío parda. Eso sí, yo ni me enteré. Tras decretar el pitido final -antes a los árbitros no se les daba medalla ni subían al palco- me llevó al vestuario un teniente coronel de la Armada, nos vestimos y para casa. Luego vi en la televisión lo que sucedió: Clemente y Maradona calentaron la final y acabaron a palos. Siempre digo que si uno tose, el otro coge una pulmonía, y así pasó lo que pasó".




Franco Martínez es consciente por qué hasta entonces no dirigió ninguna final: "Todos sabíamos que si él estaba en el palco para entregar la Copa, desde la grada me iban a decir: 'Franco, hijo de...', 'Franco, cabrón'..., y esos gritos iban a llegar al jefe del Estado. Muchos iban a aprovechar la coincidencia para meterse con el gobernante a través de mi persona".
Considerado como uno de los mejores árbitros a nivel mundial en la década de los 70 -en ranking FIFA fue segundo-, recuerda que cuando dirigía partidos internacionales todos le llamaban Martínez: "No sé el motivo, pero así nadie se podía meter con mi primer apellido fuera del territorio español, ya que era simplemente Martínez, el colegiado de España".




Secreto de alto estado

En plena dictadura, llevar el apellido del Generalísimo no era tarea fácil, y menos para alguien expuesto a las masas. Siempre recordará el partido RealSociedad -Athletic en Atocha. "Me llamaron a mi casa -no había móviles- desde el Comité y me dijeron que con discreción y en una hora debía de estar en casa del arzobispo de la Catedral de Murcia. Debía asistir a una reunión sobre el partido que tenía que pitar el domingo. Pensé que me iban a comprar. Mi sopresa fue ver que me estaban esperando el sacerdote y el Secretario del Ministro de la Gobernación, Tomás Garicano. Me dijeron que me pusiera enfermo, que no podía pitar en Atocha. En esos días, se celebraba un Consejo de Guerra en Burgos contra miembros de ETA y, al parecer, estaba corriendo por San Sebastián un rumor que decía algo así como 'primero vamos a acabar con el Franco del domingo y luego con el de Madrid'. Ante ello, dije que me lesioné, y mandaron a otro compañero". El secreto de alto estado no lo dijo hasta pasadas varias décadas: "No se lo pude contar ni a mi familia, me confesó el Arzobispo por ello".
A sus 77 años, sigue viendo fútbol: "Por los campos y por la tele" y sonrié cuando su nieto pequeño le dice: "Abuelo, perdí por el árbitro. Ahora da lo mismo el apellido, el colegiado tiene la culpa de todo".
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