Un análisis crítico de la situación del país
"Los catalanes, de las piedras ya no sacan panes ", artículo de opinión del catedrático Jordi Nadal que impactó al Rey
"La propensión al trabajo no es congénita,
sino fruto de una mentalidad causada por las frustraciones políticas"
, 14 de junio - 00:00h.
El catedrático emérito de
Los gremios nacieron en la edad media como corporaciones de profesionales de los distintos oficios. Su fin primordial consistía en garantizar, mediante el ejercicio rígidamente pautado de la profesión, con las prácticas y exámenes consiguientes, la maestría efectiva de sus miembros. En el siglo XIX, de un plumazo, el régimen liberal acabó con ellos. Para regular la calidad de la producción, bastaba con el mercado.
En apariencia, la continuidad en Sabadell del antiguo gremio de pelaires, actualmente «de fabricantes», constituye una antigualla. En realidad, la paulatina adaptación del Gremi a las necesidades de cada época, su prurito de modernidad y su apertura a otras industrias justifican plenamente la vigencia del mismo hasta nuestros días. Nacido en el seno del sector lanero, el que ha conferido identidad a la industria sabadellense, el Gremi de Fabricants ha transitado sucesiva y exitosamente por las fases artesana, manufacturera y propiamente industrial de la especialidad lanera, extendido sus funciones a otras parcelas y participado de forma decisiva en la creación y desarrollo de entidades tan significativas como
Por otra parte, la obra no agota su interés en la historia económica y social de la ciudad vallesana, sino que aporta también información insustituible acerca del fenómeno industrializador en términos mucho más extensos, los de Catalunya entera. Pienso especialmente en el apéndice formado por cien biografías de empresarios y empresas sabadellenses, breves pero enjundiosas, que, al dar cuenta de los lugares de nacimiento, de las profesiones y de la condición social de los antecesores, confirman con toda nitidez el rasgo sobresaliente de la industrialización catalana: el Principado, escasísimo de recursos naturales (nada que ver con Andalucía, dotada de los suelos más fértiles de
Entiéndase bien. La propensión al trabajo de los catalanes, que ha hecho la fortuna del país desde finales del siglo XVII hasta 1936 por lo menos, no es un rasgo congénito con el que ya nacemos, sino el fruto de un cambio de actitud, de mentalidad, causado a su vez por los desengaños y frustraciones de nuestra historia política. A mediados del Seiscientos, la guerra de Separación, o de los Segadors, en que estuvimos a punto de convertirnos en república independiente bajo los auspicios de Francia, se saldó de la peor manera con el asalto de Barcelona, la capital,- por las tropas castellanas, en 1653, y el remate, tarde, de
La ética protestante y el espíritu del capitalismo, el libro de Max Weber erigido en piedra miliar de la sociología moderna, aportó, un siglo atrás, la clave más convincente del fenómeno: «Las minorías nacionales o religiosas que se contraponen, en calidad de oprimidas, a otros grupos opresores por su exclusión espontánea o forzosa de los puestos políticamente influyentes, suelen lanzarse decididas a la actividad industrial, que permite a sus miembros más dotados satisfacer una ambición que no pueden colmar sirviendo al Estado». La aceleración y la innovación económicas como alternativa a la sumisión política. Para ilustrar su teoría, Weber adujo diversos ejemplos: la minoría protestante (hugonotes) asumiendo, a partir del siglo XVII, la modernización económica de una Francia muy mayoritariamente católica; las comunidades polonesas, desarrollando en
Por más que no lo cite, la singularidad del caso catalán dentro de
De la misma manera que se hacen, las famas también se deshacen. Tras imperar por espacio de más de una centuria, el dicho popular los catalanes, de las piedras sacan panes está perdiendo vigencia. Mengua nuestra ambición, crece entre nosotros el espíritu acomodaticio. La enseñanza profesional sigue sin prestigiarse. Los universitarios se decantan cada vez más por los estudios humanísticos y sociales en detrimento de los científicos y técnicos, más rigurosos y exigentes. En un vuelco sin precedentes, los jóvenes catalanes de hoy prefieren emplearse en
El régimen autonómico, con
Visto el panorama, la pregunta surge inevitable: los catalanes ¿somos prisioneros de la disyuntiva prosperidad económica a cambio de decapitación política (la fórmula del siglo XVIII en adelante) o declive económico, al menos relativo, con pérdida de espíritu empresarial, a cambio de autogobierno (la fórmula de hoy)? No fatalmente. Rechacemos el dilema. Ambición material y satisfacción política no deben de verse como términos incompatibles, sino complementarios. Catalunya tiene tradición y fuerza suficiente para recuperar el liderazgo económico de España. Por otra parte, cuando el Estado se ha vuelto extremadamente poderoso e intervencionista, Catalunya no puede renunciar a un solo ápice de su autonomía. Una autonomía atenta, eso sí, no solo a la proximidad geográfica del poder decisorio, sino, además, a un uso adecuado de sus resortes. La eficacia del autogobierno pasa por la simplificación o racionalización de sus procedimientos (menos papeleo, más diligencia y atención en los trámites...) mediante una mayor capacitación, implicación y control de los funcionarios que lo sirven. El funcionariado está para funcionar. De conseguirse tales objetivos, liberaríamos capacidad de iniciativa y materia gris para otros menesteres más ilusionantes y reditivos, en beneficio tanto de la economía productiva como de la improductiva.
*Catedrático emérito de
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