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¿Sabemos quién manda aquí?
Cuando las cosas se ponen feas como es el caso del reciente vandalismo en la Universidad Complutense todo son lamentos. En principio, el rector —siempre «magnífico» y «excelentísimo»—, es la máxima autoridad. La legislación lo deja clarísimo.
Ya desde la propia Constitución Española se consagra la autonomía universitaria. Lo hace en su artículo 27.10. Además, se da cuerpo a esta potestad y a la autoridad académica del rector en la ley 6/2001 de Ordenación Universitaria (LOU) y, también, en la LOMLOU, de 2007, que modificaba ciertos aspectos de la LOU pero no mermaba la autoridad de cada rector.
Hasta ahí todo claro. Lo malo es cuando se producen altercados y salvajadas. La Complutense tiene un imán especial para el botellón. Es un espacio abierto, amplio; en la ciudad pero lejos del casco urbano. Con Metro a la puerta, autobuses que dan acceso a su campus de Moncloa por distintos puntos y, lo mejor, no hay bloques de vecinos a los que molestar. La juerga está servida. «No hay fórmulas para frenar el vandalismo» nos decían ayer fuentes de la Complutense. «Sí, pero esto pasa cuando se ha abusado de la laxitud y no se ha ejercido autoridad», confesaban varios profesores. Los distintos cuerpos de Policía —Nacional y Municipal—, no pueden, en teoría, entrar al campus sin permiso del rector. Sólo pueden vigilar por los aledaños. Aseguran que el de la Complutense ha dado su permiso, de palabra y hace tiempo. Al menos, todos están en guardia para el próximo macrobotellón.
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