lunes, 5 de marzo de 2012

FÚTBOL: "EL PUPAS" TIENE HINCHAS MUY FIELES DESDE ANTIGÜO QUE ASÍ LO MANIFIESTAN

24 claveles para Pantic

24 claveles para Pantic,
CADA PARTIDO


Margarita Luengo tiene 65 años y nueve operaciones de rodilla en su hoja de servicios. El desgaste de los cartílagos ha limitado la movilidad de sus piernas casi cincuenta inviernos después de haber comenzado a trabajar. El tejido que amortigua el extremo de los huesos y favorece el movimiento de las articulaciones ha cedido al paso del tiempo y la mujer se maneja con cierta dificultad por su barrio de Talavera de la Reina, la villa toledana de la cerámica y la oveja autóctona.
A Margarita no le gustaba el fútbol allá por el pleistoceno, los años sesenta cuando empezó a frecuentar el Vicente Calderón, pero el perpetuo virus que inoculan este estadio y este equipo a sus visitantes la ha convertido en un icono en el Atlético de Madrid. Su ramo de flores se ha transformado en un símbolo para la parroquia colchonera y en un canto a la nostalgia en el fútbol.
24 claveles para Pantic
Pantic consiguió el doblete Liga-Copa en 1996
Margarita lleva 17 años depositando 24 claveles (doce blancos y doce rojos) en un córner del Calderón en cada partido que juega su equipo, en recuerdo de Milinko Pantic, el jugador franquicia del Atlético en la mejor temporada de su historia, aquel 1996 de la Liga y la Copa del Rey. Margarita siente algo más que adoración por Pantic. Es algún afecto cercano a la veneración que ha contribuido a consolidar una relación casi familiar entre el ex jugador —ahora entrenador del filial atlético— y esta aficionada.
El ramo de flores en esa esquina traslada a una de las tribus deportivas más fieles de España a la esencia del doblete. Aquellos centros esplendorosos de Pantic, saludados por la grada casi como penaltis, que giraban como una peonza en dirección al segundo palo y que rebasaban los puños del portero en la comba perfecta de fuera adentro.
Pantic había llegado al Atlético del Panionios griego con vitola sospechosa de enchufado. Nadie lo conocía salvo su compatriota, el entrenador Radomir Antic. El flechazo general con los aficionados surgió raudo y en el caso de Margarita el idilio se plasmó en flores.
«Estábamos una tarde en nuestra peña (un bar cercano al estadio colchonero) y había un ramo de claveles —recuerda la señora—. Le dije al encargado, dame cuatro claveles que son los cuatro goles que le vamos a meter esta tarde al Athletic de Bilbao. Fue un gran partido y en cada gol tiré un clavel al campo. Al final lancé los cuatro. Dos de los cuatro goles empezaron en un saque de esquina de Pantic. Desde ese día comencé a llevar un ramo de flores al córner».
La historia del célebre manojo nació en un arrebato de fervor rojiblanco, pero no cuajó hasta que el el propio homenajeado cometió un desliz.Los claveles molestaron a Pantic al lanzar uno de sus centros desde la esquina y el centrocampista los retiró malhumorado al otro lado de la valla de cristal, donde acampaban entonces los asientos de cemento anteriores a las butacas azules y rojas de la actualidad. El gesto incomodó a Margarita, quien consiguió hacer llegar una nota manuscrita al jugador a través de un empleado del club. «No tires los claveles. Son para ti».
El mensaje tocó la fibra sensible del futbolista serbio. Educado y cortés, se preocupó de obtener el teléfono del domicilio de la familia Luengo. Pidió disculpas a su admiradora y le prometió una camiseta con sus mejores deseos en el siguiente partido. Fue contra la Real Sociedad. Margarita descendió desde la localidad 25 de la fila 4, justo en la diagonal del córner del fondo sur que da al paseo de los Melancólicos, para recoger su trofeo. La camiseta número 10 del mejor jugador del líder de la Liga. El Cristiano Ronaldo de nuestros días.

Valores personales

«Milinko Pantic es una persona admirable. No fue solo un gran futbolista que tiraba las faltas y los saques de esquina como nadie, sino que tiene unos valores morales como poca gente he conocido en mi vida», dice Margarita.
El ramo ejerce la función de estampa de virgen del torero o medalla de la suerte que regala una madre. Es insustituible. Lo sabe Roberto Carlos, a quien un día se le ocurrió apartar las flores de un puntapié. Todavía se escucha la bronca a la vera del río. Y también lo sabe Arda Turan. Recién llegado al Atlético, retiró los claveles al sacar un córner como quien arroja a la basura una chaqueta vieja. El Calderón le hizo saber con su reprimenda que aquel icono es intocable.
Dedicada a la hostelería, al negocio de los merenderos, los bares y las tragaperras, la señora Luengo concentró sus pasiones en sus dos hijos y en el Atlético. Tantos años viendo fútbol le permiten afirmar que «solo dos jugadores se acercan a la maestría de Pantic lanzando córneres, Simao y ahora Diego».
Las rodillas de Margarita claudicaron para el fútbol en alguna ocasión, pero ella nunca faltó a su cita con la melancolía. Siempre encontró a algún vecino en Talavera para llevar los 24 claveles a Pantic. Un fetiche para todo el Calderón.

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