domingo, 13 de marzo de 2011

ZAPATERO: EN LEÓN SIEMPRE HUBO PALADINES , EN VALLADOLID NO SE DE NINGUNO Y MENOS DE LA ACTUALIDAD

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Zapatero ha conseguido que España encabece, en reñida competencia con Lituania, la Champions League de la miseria

Día 12/03/2011

SI la alegría más alta del poeta Pedro Salinas era vivir en los pronombres, la alegría más alta de Zapatero es vivir en los eslóganes. ¿Recuerdan cuando, haciendo uso de un símil futbolístico, nos aseguró que su gobierno había situado a España en la Champions League de la economía mundial? Desde luego, en lo que se refiere a la Champions League del desempleo, España gana de calle a rivales tan esforzados como Letonia o Lituania, que hace apenas unos años tenían el doble de puntos; pero ni Letonia ni Lituania cuentan con un «crack» como Zapatero, que en el concierto de la economía mundial es algo así como Messi en el concierto balompédico, que no hay defensa que lo pare ni estadística que lo resista. Ahora acabamos de saber que, después de barrer en la Champions League del desempleo, Zapatero ha conseguido que España encabece también, en reñida competencia con Lituania, la Champions League de la miseria, según una clasificación que combina la tasa de paro y la de inflación. Hasta un 22,9 por ciento de la población española vive en situación de miseria, casi el doble de la media de los países miembros de la Unión Europea; y superpotencias como Grecia (18,1) o Eslovaquia (18,3) se han quedado ya rezagadas, incapaces de seguirle el ritmo al fabricante de parados más estajanovista que vieran los siglos. A poco que lo dejen solo, pronto nos veremos disputando la final de la Copa Intercontinental con Zimbawe.

Zapatero, que vive en los eslóganes como un maharajá, nos anunció que en esta legislatura se alcanzaría el pleno empleo. Pero enseguida se dio cuenta de que, en una sociedad sin parados, un paladín de las causas sociales como él se quedaría sin «chance», como le ocurría a Messi en la selección argentina; de modo que se puso a fabricar parados como un descosido, para después socorrerlos, a imitación de aquel señor don Juan de Robres del que nos habla Iriarte, que mandaba levantar hospitales después de fabricar pobres a porrillo. Pero fabricar pobres a porrillo no es una tarea que se resuelva en dos tardes, sobre todo cuando heredas una caja de la Seguridad Social henchida y rozagante. Métodos para enflaquecer la caja más henchida y rozagante, sin embargo, nunca faltan: desde el método más espectacular y descarado, que consiste en repartir indiscriminadamente limosnillas en vísperas electorales, hasta el método más discreto (a la chita callando), que consiste en emplear de matute a criadas portuguesas a las que no se da de alta en la Seguridad Social y se paga en dinero negro. En las criadas portuguesas a las que algunos desaprensivos emplean de matute y pagan en dinero negro debía de andar pensando Zapatero cuando acuñó aquella fórmula del «patriotismo social», que es la antítesis del «patriotismo de hojalata» característico de la derechona y que, según definición propia, consiste en «comprometerse con los demás».

Este paladín de las causas sociales, este extensor insomne de derechos, este filántropo comprometido con todo el género humano (incluidas las criadas portuguesas), nos prometió que no pararía hasta conseguir una «sociedad igualitaria». Y hemos de reconocer que, pese a su alegre hábito de vivir en los eslóganes, en esta ocasión lleva camino de cumplir su promesa: pues, convertidos en una superpotencia del paro y la inflación, nadie podrá discutir que cada vez estamos más igualados en la miseria. Menos mal que, como a las criadas portuguesas, siempre nos quedará el dinero negro, que es el París de los pobres.

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