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Entra en EL DESGUACE de los trenes y verás un vídeo y un camión cargado con un vagón y un policía al lado.
Eso se lo envié a la Juez Coro Cillán, aunque nadie me ha confirmado su recibo, lo que no es normal.
Sin entrar en las que no pongan link de maremagnum ya que son chapuzas de tipo comercial para aprovechar mi resonancia y que entren los incautos
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Hay mucha tela por todos los sitios
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1. El escamoteo de los trenes
Cuando se produjo el accidente del metro de Valencia en 2006, el convoy siniestrado se mantuvo guardado bajo una loneta durante dos años, para que las compañías de seguros pudieran realizar los peritajes que consideraran oportunos. En el 11-M, los vagones atacados comenzaron a ser desguazados ¡cuarenta y ocho horas después de la masacre!, destruyendo así los escenarios del crimen e impidiendo posteriores averiguaciones. Desaparecieron 90 toneladas de restos. Cuando en el juicio del 11-M se solicitó a la Policía que aportara las muestras guardadas, para poder realizar contra-análisis, sólo se pudieron aportar unas pocas decenas de pequeños fragmentos, de los que ni siquiera existe constancia de que provengan de los trenes del 11-M.
2. El escamoteo de los análisis
No sólo se escamotearon los escenarios del crimen. Si al menos se hubieran realizado análisis de los restos antes de destruirlos, contaríamos con la información necesaria para saber cómo eran las bombas del 11-M: qué explosivo se empleó, qué iniciadores y detonadores se usaron, cómo estaban confeccionadas esas bombas... Pero los trenes se comenzaron a desguazar ¡sin ni siquiera analizar apropiadamente los focos de explosión, para determinar el tipo de explosivo! Los restos de los focos de explosión nunca se llegaron a enviar a la Policía Científica, como era preceptivo. Esa es la razón de que las víctimas del 11-M se hayan querellado contra el responsable de que esos análisis no se llevaran a cabo: el entonces comisario jefe de los Tedax, Juan Jesús Sánchez Manzano.
3. Los perros holgazanes
¿Por qué se destruyeron los escenarios del crimen, sin ni siquiera analizar cuál era la composición de las bombas? No hace falta ser muy mal pensado para sospechar que eso permitía hacer aparecer fuera de los trenes pruebas manipuladas, con las que poder construir una versión oficial adecuada. La primera de esas pruebas apareció en la propia mañana del 11-M, en Alcalá de Henares: una furgoneta Kangoo que nos dijeron que había sido utilizada por los terroristas. Al llevar esa furgoneta al complejo policial de Canillas, aparecieron en ella varios detonadores y un resto de cartucho de Goma2-ECO. Sin embargo, esa furgoneta había sido examinada en Alcalá de Henares por dos perros distintos, sin que esos perros detectaran en ella la presencia actual o pasada de explosivos. ¿De dónde salió entonces el explosivo?
4. La furgoneta fantasma
La lógica nos dice que en esa furgoneta no había ningún resto de explosivo aquella mañana, en Alcalá de Henares. Por eso no lo olieron los perros. Sin embargo, en el complejo policial de Canillas apareció un resto de explosivo en esa furgoneta. ¿De dónde salió ese trozo de Goma2-ECO? La respuesta quizá nos la dé un hecho muy llamativo: entre la hora real de llegada de esa furgoneta al complejo policial de Canillas y la hora "oficial" de entrada, hay una discrepancia de una hora. Es decir, aquella furgoneta estuvo desaparecida durante una hora a efectos oficiales. Tiempo más que suficiente, por supuesto, para meter en ella lo que a uno le apetezca. Por ejemplo, un resto de cartucho de Goma-2 ECO.
5. La mochila surgida de la nada
La segunda de las pruebas aparecidas fuera de los trenes es la denominada "mochila de Vallecas", que fue "encontrada" dieciocho horas después de la masacre, también en dependencias policiales: concretamente, en la comisaría de Puente de Vallecas. Nos dijeron que se trataba de una bomba sin estallar procedente de los trenes. ¿Pero cómo llegó esa bomba a una comisaría? Nadie vio esa supuesta bomba en las estaciones, nadie la vio durante el extraño recorrido que supuestamente realizó por Madrid y ni siquiera figura en el propio inventario que se realizó en la comisaría de Puente de Vallecas. Y, sin embargo, a pesar de no haber ni el más mínimo testimonio ni evidencia documental que la ligara con los trenes, la Justicia la dio por buena como prueba y a partir de un teléfono móvil encontrado en su interior se comenzaron a realizar detenciones y se construyó toda la versión oficial de la masacre.
6. La bomba imposible
Las evidencias de que esa mochila de Vallecas es otra prueba falsa más son abrumadoras. En esa mochila había 10 kilos de dinamita, medio kilo de clavos y tornillos usados como metralla, un detonador y un teléfono móvil. Se supone que el funcionamiento de esa bomba era el siguiente: al llegar la hora programada, se activaba la alarma del teléfono, lo que hacía actuar el detonador. Sin embargo, los experimentos de laboratorio realizados en Libertad Digital demostraron que aquel teléfono no daba ni la mitad de la corriente requerida para garantizar la explosión del detonador.
7. La metralla que no aparece
El dato que más contundentemente demuestra la falsedad de la mochila de Vallecas es que esa bomba "aparecida" en una comisaría contenía metralla terrorista, en forma de clavos y tornillos. Si las bombas que estallaron en los trenes del 11-M hubieran sido como la mochila de Vallecas, entonces obligatoriamente habrían tenido que aparecer clavos y tornillos en los cuerpos de las víctimas del 11-M. Sin embargo, la forense que coordinó las autopsias de las víctimas del 11-M dejó claro públicamente que en aquellas autopsias no aparecieron ni clavos, ni tornillos. Por tanto, las bombas de los trenes no podían ser como la mochila de Vallecas.
8. El libro de caja falsificado
¿De dónde salió ese teléfono que se encontró en la mochila de Vallecas? Pues nos dicen que se vendió en la tienda de unos hindúes, los cuales fueron detenidos durante la jornada de reflexión de las elecciones de 2004, para ser puestos en libertad pocas semanas después. ¿Cómo se pudo demostrar que esos hindúes habían vendido ese teléfono? Pues gracias al libro de caja de su tienda. Sin embargo, el análisis de los documentos aportados al sumario permitió demostrar, más allá de toda duda razonable, que aquel libro de caja había sido falsificado a posteriori del 11-M.
9. El imposible viaje a la mina
¿Y la Goma2-ECO que contenía la mochila de Vallecas? ¿De dónde salió? Pues nos dicen que tres marroquíes viajaron a Asturias el fin de semana del 28 al 29 de febrero de 2004 y se trajeron un par de cientos de kilos de explosivos. ¿De dónde los sacaron? Pues de una mina asturiana, a la que fueron de noche para sustraer los explosivos, gracias a las indicaciones de un ex-minero. Sólo hay un pequeño problema: aquel fin de semana se produjo la mayor nevada del siglo, y es absolutamente imposible que aquellos tres marroquíes hubieran podido, ellos solos, encontrar la mina en mitad de un monte cubierto de nieve, tal como confirmó ante el tribunal del 11-M uno de los funcionarios de la Guardia Civil que acudió a declarar como testigo en el juicio.
10. Los suicidas educados
La mochila de Vallecas era entonces una prueba falsa, que sirvió para dos cosas: para engañar a la opinión pública acerca de la composición de las bombas del 11-M y para comenzar a detener falsos culpables y construir una versión oficial del atentado. Unas semanas después de la masacre, la Policía rodeó en un piso de Leganés a algunos de los presuntos autores materiales de la matanza (a los que se había llegado a partir de las pruebas encontradas en la mochila) y éstos se suicidaron, haciendo estallar el piso. Resulta sorprendente que aquellos terroristas islámicos no se suicidaran en los trenes del 11-M, en contra de su costumbre. Todavía más sorprendente es que se suicidaran varias semanas después de la masacre, en un piso de Leganés. Pero lo más sorprendente de toda aquella historia de suicidio colectivo es que esos feroces terroristas de Leganés esperaron disciplinadamente durante varias horas a que la Policía desalojara ocho bloques de viviendas, antes de hacerse volar por los aires. ¿Se le ocurre a alguien alguna explicación para tan educado comportamiento en unos islamistas suicidas?
11. Llamadas imposibles
Para convencer a la opinión pública de que en aquel piso de Leganés se habían hecho volar unos terribles terroristas islámicos, se nos dijo que esos "suicidas" habían realizado una serie de llamadas de despedida a sus familiares en Marruecos y en Túnez. Sin embargo, es imposible que esas llamadas se realizaran desde aquel piso que voló por los aires, por la sencilla razón de que ¡uno de los teléfonos utilizados para hacer esas llamadas seguía activo meses después de que el piso explotara!
12. El falso testamento
Para convencernos del carácter suicida de los que volaron en el piso de Leganés, se nos dijo también que uno de aquellos "suicidas" había dejado un testamento dirigido a su familia. Sin embargo, también se pudo demostrar que aquel testamento no era más una falsificación burda. Tan burda, ¡que alguien había añadido una firma en caracteres occidentales a una carta escrita por un marroquí a su familia en Marruecos y que estaba escrita y firmada, como es natural, en árabe!
13. Las no autopsias
¿Pero acaso no hubiera sido fácil demostrar si aquellos supuestos terroristas encerrados en el piso de Leganés se habían suicidado o no? ¿No habría bastado con realizar las correspondientes autopsias, para ver de qué habían muerto? Claro que sí. El único problema es... que esas autopsias no se llegaron a realizar, contraviniendo la propia Ley de Enjuiciamiento Criminal. Incluso se llegó a impedir durante días que la Policía Científica accediera a los cadáveres.
14. La estafa de las detenciones
Todo el sumario del 11-M no es más que una monumental estafa, destinada a convencer a la opinión pública de que el 11-M fue un atentado islamista y de que las autoridades habían investigado y demostrado convenientemente el asunto. Sin embargo, la realidad es que a lo largo de la instrucción del sumario se detuvo, en efecto, a 116 personas... de las que sólo tres resultarían finalmente condenadas por el 11-M. De las tres, uno de ellos es un confidente policial asturiano, el otro es un camello de medio pelo y el tercero (el único al que se acusa de colocar una bomba) no tiene ni la más mínima relación comprobada con ninguno de los restantes acusados que se sentaron en el banquillo.
15. Los improbables testigos
La historia del único condenado por colocar una bomba del 11-M, Jamal Zougham, resulta de lo más curiosa. Se le detuvo en plena jornada de reflexión de las elecciones de 2004, por haber vendido, supuestamente, la tarjeta utilizada en el teléfono encontrado en la mochila de Vallecas. Sin embargo, se le terminó condenando por otra cosa distinta: por colocar una bomba en el tren. Y es que, con posterioridad a su detención, aparecieron hasta ocho testigos que decían haber visto a Zougham con una mochila en los trenes de la muerte. Sólo hay un problema: si los ocho testigos dijeran la verdad, ¡ese marroquí tendría que haber estado en cuatro trenes simultáneamente, cosa evidentemente imposible! ¿Cómo solventó el asunto el tribunal del 11-M? Pues muy fácil: quedándose con tres de los testimonios e ignorando las contradicciones que esos testimonios presentan.
16. El terrorista gimnasta
Las investigaciones periodísticas demostraron, asimismo, que la Policía ocultó al juez del 11-M datos que apuntaban a la inocencia de Jamal Zougham. Por ejemplo, que la noche anterior al atentado, ese marroquí no estaba preparando ninguna bomba, sino haciendo tranquilamente ejercicio en un gimnasio de la Plaza Elíptica de Madrid.
17. La casa del islamista
¿Dónde se supone que se montaron las bombas del 11-M, según la versión oficial? Pues nos dicen que se montaron la noche anterior al atentado en un chamizo de Morata de Tajuña, que habría sido alquilado por los terroristas meses antes del 11-M. ¿Y quién era el dueño de esa casa? Pues era un matrimonio de origen sirio y se da la circunstancia de que el marido estaba cumpliendo condena desde antes del 11-M por pertenencia a Al Qaeda. O sea, que según la versión oficial, el 11-M fue un atentado de Al Qaeda, preparado en la casa de un miembro de Al Qaeda. Cuadra bastante, ¿verdad? Bueno, pues resulta que al miembro de Al Qaeda en cuya casa nos dicen que se montaron las bombas del 11-M... ¡ni siquiera le llegaron a imputar durante la instrucción del sumario! Ni tampoco a su mujer, que era quien había formalizado aquellos contratos de alquiler.
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