-“La presencia del Crucifijo en las escuelas no ofende a ningún sentimiento ni aún al de los racionalistas y ateos; y el quitarlo ofende al sentimiento popular hasta el de los que carecen de creencias confesionales” (Unamuno).
Creo que esta frase resume bastante bien el sentimiento de la mayoría de los españoles y no me parece un buen inicio para comenzar a discutir las bases de la nueva Ley y tratar de llegar a un acuerdo entre el Estado y las confesiones religiosas comenzar con esa iniciativa agresiva e innecesaria. Por otro lado me sorprende de un ministro dialogante como parece que es Francisco Caamaño.
-España es un estado aconfesional pero no laicista. Según el artículo 16 de la CE debe existir una especial cooperación con la Iglesia Católica y con las demás confesiones, según sean las creencias mayoritarias de la sociedad española. Eso es lo que dice la Constitución y pretender otra cosa es inventarse una interpretación que no está en la ley.
-La Ley actual fue fruto de un acuerdo, aunque es cierto que no gusta a nadie. Creo que tendría sentido su modificación, después de estos 25 años de funcionamiento, si fuese sobre la base de un amplio consenso. Pero me temo que para lo único que va a servir es para dividir a las confesiones religiosas. Las confesiones que han tenido mayor crecimiento han sido la islámica y los evangélicos. Estos últimos se inscriben en nuestra tradición cristiana, pero no los musulmanes que, además de estar profundamente divididos entre ellos, no practican la reciprocidad con ninguna otra confesión religiosa en aquellas naciones teocráticas en las que es religión oficial. Es más, creo que habría que regular la financiación religiosa por países terceros, como Arabia Saudí, en los países europeos, cuando en sus territorios no es posible practicar ni difundir ideas religiosas distintas de la islámica.
-Me cuesta entender qué es lo que pretende el gobierno con la retirada de los símbolos cristianos. La modernidad no comienza con la Revolución francesa. La modernidad, es decir, los principios de igualdad, libertad y caridad o amor o fraternidad, son principios evangélicos que sintetizan la tradición bíblica de la Torá -Creo que el gobierno, y especialmente su presidente, no han calibrado la importancia del fenómeno religioso. Además, el PP ya ha aprendido a no entrar “al trapo” en materias tan sensibles y, al final, la sensación que da el gobierno es de división en su propio seno. Por otro lado, hay una cuestión de pura lógica: cuando se vive una pérdida o una desgracia, afloran, sin duda, los sentimientos religiosos más profundos del ser humano. En una etapa de recesión económica, de desarraigo familiar y de paro generalizado, la religión, Dios en suma, es lo único que les queda a muchas personas para seguir sobreviviendo. Es probable que la situación no sea tan dramática pero quizás Zapatero, que todavía es muy joven, debería preguntar sobre estos temas a sus ministros de más edad y con experiencias vitales más complejas. Estoy seguro que le ayudarían a comprender la religión y a no dar pasos en falso.
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