“Un año más tengo la suerte –nunca mejor dicho- de haber aterrizado en San Sebastian y compartir el recuerdo de Gregorio Ordóñez, el recuerdo de Goyo.
Lo hace posible la admirable fidelidad al recuerdo de Goyo de Ana, de María, de la Fundación, y de todos sus amigos y compañeros para los que Gregorio Ordóñez forma parte –y una parte ejemplar y querida- de su biografía personal.
Mi felicitación a “Dignidad y Justicia” por el reconocimiento que ha recibido. Su labor ha servido para coadyuvar a la acción de la justicia, confortar a las víctimas en el ejercicio de su derecho a la reparación, y, por tanto, a cerrar posibilidades de impunidad de los terroristas. Y me parece importante destacar que la ley, el Estado de derecho, la confianza en los medios jurídicos son el eje de la actuación de “Dignidad y Justicia”. La ley aplicada por Tribunales independientes es la que dignifica a una sociedad, es la que garantiza su libertad y legitima al Estado. Por eso en la lucha contra el terrorismo, el principio de que es la ley, solo la ley pero toda la ley el que tiene que regir la actuación de los poderes públicos, mantiene intacta su vigencia.
Quisiera también recordar que el compromiso de “Dignidad y Justicia” es un extraordinario legado asumido por los hijos de un gran jurista, defensor de la ley y servidor de los ciudadanos, el fiscal Luis Portero, asesinado por ETA. En su memoria quiero rendir el testimonio de mi reconocimiento más sincero y agradecido.
Amigas y amigos,
Son quince años sin Gregorio.
Quince años sin un marido y sin un padre.
Para los que estamos aquí, quince años sin un amigo y para algunos, además, sin un compañero.
Quince años de los que obtenemos una gran enseñanza: el tiempo no borra lo que merece permanecer.
Y lo que Goyo significó para todos no sólo no ha sido borrado por el tiempo sino que el tiempo fortalece su valor y agranda la figura de quien decidió desafiar al terror y a sus agentes por su voluntad de ser libre.
De ser libre él y de que lo fueran cientos de miles de vascos, cientos de miles de sus conciudadanos, sometidos a la coacción cuando no a la amenaza directa contra sus vidas.
La figura de Gregorio Ordóñez emerge como un referente de valores políticos y cívicos cuando la política, en tantas ocasiones, se empequeñece y ahoga en la superficialidad, en la demagogia, y en la retórica vacía.
La figura de Gregorio Ordóñez sobresale como precursor de ese esfuerzo colectivo, de coraje político, de movilización social, de claridad moral frente a la servidumbre buscada por el terror y la exclusión.
Por eso la memoria de Goyo no envejece;
Por eso su recuerdo no es una conmemoración rutinaria.
La memoria sigue viva entre quienes le tuvimos como amigo.
Pero también en sentido antagónico, sigue presente en la vileza de los terroristas y sus cómplices; entre quienes se declararon y fueron sus enemigos; esos que han perseguido esa memoria con saña porque pronto descubrieron cuanto de Gregorio sobrevivía a su propia muerte.
A lo largo de estos años, todos en algún momento –yo, personalmente, en muchos- nos hemos preguntado dónde habría llegado Gregorio; qué habría hecho; cuál habría sido su trayectoria política.
Nadie lo sabe. Nadie sabe qué podría haber hecho. Pero sí sabemos lo que hizo. Y pocas biografías hay tan llenas de logros, tan fructíferas, tan necesarias como la de Gregorio Ordóñez.
Sin embargo, no hay nada en la vida de Gregorio que nos deba llevar a la melancolía.
Ninguno de sus esfuerzos resultó baldío.
Su vida fue dolorosamente corta pero no incompleta.
Vivió plenamente el tiempo que le tocó vivir desde un compromiso político y cívico al que se dedicó con todas las consecuencias.
Fue un adelantado, hasta el punto de que su huella se encuentra en lo que habría de venir:
en la movilización ciudadana, en la reivindicación de las libertades, en el fortalecimiento del Estado de derecho, en el reconocimiento del sacrificio de la víctimas y en ese ¡basta ya! de Goyo en el que hoy podemos identificar un verdadero punto de inflexión hacia el objetivo de derrotar a los terroristas.
Es el valor de la coherencia en una personalidad que fue más allá del terreno de su partido porque lo mejor que quería –la libertad- lo quiso para todos.
Hablo de su coherencia y añado su firmeza, la convicción sincera en lo que creía, su dedicación y su liderazgo que resquebrajaban el blindaje de hipocresía, de silencio, de inhumanidad con el que se pretendía ocultar la quiebra de los valores esenciales de la convivencia en el País Vasco.
Gregorio Ordóñez fue asesinado a los 36 años pero llenó de contenido su vida.
No perdió el tiempo.
No malgastó energías.
No subordinó sus convicciones al cálculo interesado. No calló cuando creyó que debía hablar.
Mi único mensaje en esta conmemoración quisiera ser un reflejo para el presente de lo que nos sugiere el recuerdo de Goyo: no perdamos el tiempo para derrotar al terror; no distraigamos energías en causas banales e irrelevantes; no dilapidemos el legado de tantos que como Gregorio han entregado todo en la lucha contra los enemigos de nuestra libertad y nuestra convivencia.
Hace cinco años, en este mismo lugar, con esta ocasión lo afirmé con pleno convencimiento: “No hay ninguna razón para apartarse de la única política que, con el acuerdo y el rigor, ha conseguido que la derrota de los terroristas sea la esperanza auténtica que hoy podemos tener”
Ciertamente, yo no era el único que lo dijo porque no era yo el único que albergaba esta preocupación.
Como demostraron hechos posteriores, esta observación ni era gratuita ni estaba movida por ningún prejuicio partidista.
Han pasado cinco años desde entonces y en este periodo han ocurrido acontecimientos esperanzadores como la articulación de una alternativa de gobierno al nacionalismo excluyente y etnicista.
Una alternativa que el Partido Popular, mi partido, ha hecho posible con generosidad y altura de miras.
Y una alternativa que el Partido Popular impulsa para que se cumplan las expectativas de cambio, de pluralismo y de normalidad democrática que la sociedad vasca debe alcanzar.
En este periodo han tenido lugar también hechos más que lamentables. Procesos fallidos afrontados a partir de la ruptura de consensos básicos. Situaciones que han sometido al Estado de derecho a una tensión inaceptable. Episodios sombríos que deben encontrar respuesta en la justicia y en la transparencia.
Digámoslo una vez más: la derrota de ETA es posible y, por tanto, es necesaria.
No hay alternativa, desde el Estado de derecho, a la derrota del terror, a su entera deslegitimación histórica, al sometimiento de todo el entramado terrorista a las responsabilidades que acumula, y a la reparación plena de las víctimas.
Hoy, de nuevo, es este el mensaje del quiero dejar constancia. Ese es el objetivo que nos une. Un objetivo –la derrota de ETA- que pasa por rechazar cantos de sirena, cálculos oportunistas, disfraces legales y operaciones de confusión y engaño como, sin duda, intentarán los terroristas y sus voceros.
Para seguir siendo claros, hoy, eso significa asegurar que ETA y sus cómplices quedarán definitivamente fuera de las instituciones democráticas que quieren destruir y en las que no deberían haber permanecido.
Eso significa asegurar que ETA y sus cómplices no estarán presentes en las elecciones municipales y forales del próximo año ni en el País Vasco ni en Navarra.
Eso significa asegurar que el Estado de derecho no volverá a ser sometido al absurdo jurídico y político que hizo posible que todavía hoy haya municipios en los que gobiernan los agentes de ETA.
Por eso –insisto- mi mensaje hoy es el mismo que el que manifesté cinco años atrás: llevemos hasta el final la estrategia antiterrorista que ha demostrado eficacia en la legalidad.
Que no vuelvan a perder el tiempo
Que los enemigos de la democracia no encuentren respiro
Y que la ley llegue, sin excepción, a todos, sobre todo a los que creen que podrán seguir ignorándola.
Llenemos este esfuerzo de la claridad moral, del arrojo y de la constancia de quien hace quince años entregó una vida plena y admirable por la causa de la libertad.”
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