Si Aznar no hubiera defenestrado a don Alejo Vidal-Cuadras de la cabeza del PP catalán en septiembre del 96, ahora sería, de forma destacada, la tercera fuerza política de Catalunia, y con tendencia a la segunda posición, dado lo que está cayendo actualmente. Lo mismo puede decirse, a nivel de Ayuntamiento de Barcelona, de Enrique Lacalle, el cual obtuvo unos estupendos resultados en el 95, y al que posteriormente, destinaron al Consorcio de la Zona Franca, otra operación errónea, pues de haber seguido como cabeza de los concejales del PP, éste sería hoy la segunda fuerza política municipal barcelonesa. Puede decirse que Aznar tiró por la borda los excelentes resultados anteriores. Cuando se va al alza, no se puede cambiar de sitio a quien hace bien las cosas. Volviendo a Vidal Cuadras, lo peor vino después de la defenestración; se le mandó a Estrasburgo en las europeas del 99, donde aún continúa tras las elecciones de junio del año recién finiquitado. Por lo menos, Aznar debió llevárselo consigo a Madrid, donde también hubiera podido ser de grandísima utilidad al partido, ya sea como ministro, o a nivel de ideólogo, tarea para la que don Alejo estaba perfectamente preparado. Visto el estilo, firme e irónico a la vez, con el que ponía nervioso, repetidas veces, a Pujol en los debates del Parlamento cataluno, uno no puede dejar de imaginarse que, con esta excepcional oratoria, hubiera plantado cara en las Cortes al PSOE y demás acólitos con idéntica brillantez. Uno se lo pasaba muy bien siguiendo a don Alejo en aquellos debates que, por supuesto, no tenían nada de aburridos, estando él de por medio. Ah!, de haber seguido como ministro o dirigente en estos últimos años, hubiera dotado al PP de un código ideológico claro y conciso para hacer frente a la calaña izquierdista/nazionalista, lo cual le hubiera venido muy bien al partido. Ante el tema Iraq, don Alejo hubiera plantado cara al adversario con mucha firmeza y determinación, sin esconderse en ningún momento. Resumiendo: es de lamentar que Aznar prescindiera de un político de tal brillantez, no sólo en Barcelona, sino también en Madrid, en el que puede considerarse el segundo error cometido por don José María, nada más empezar su primera legislatura en la Moncloa. ¿Cuál fue su primer error? Prescindir del ministro de Defensa que, al parecer, había previsto, para acabar nombrando a una persona del otro partido, aunque con la falsa etiqueta de independiente. Aznar, por tanto, efectuó su primer traspiés incluso antes de formar su primer gobierno.
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