jueves, 10 de diciembre de 2015

Zapatero y Bono convencieron a José Julio Rodríguez para que fichara por Podemos

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Pedro Sánchez se quedó mudo el miércoles. Podemos anunciaba la incorporación en sus listas al Congreso de los diputados de José Julio Rodríguez, Jefe de Estado Mayor de la Defensa (Jemad) durante la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero, entre 2008 y 2011.
Rodríguez es general del Aire en la reserva y ha solicitado el paso a la situación de retiro para poder sumarse a la lista de Podemos por Zaragoza, como número dos.
Nacido en Orense en 1948 y pese a alcanzar la cumbre del Ejército el 18 de julio de 2008, con la socialista Carmen Chacón a los mandos del Ministerio de Defensa, a José Julio Rodríguez no se le conoce nada destacado en el campo de su actividad castrense. Ninguna batalla ganada, ninguna obra militar de referencia, ninguna reflexión alejada de los lugares comunes. Tuvo eso sí el mérito de convertir al Ejército español en una ONG a la medida de Zapatero y del pintoresquismo pacifista de la exministra catalana.
Lo que ignora Pedro Sánchez es que el fichaje del exgeneral por Podemos fue gestado por su predecesor en la secretaría general del partido. Septiembre de 2015. Domicilio madrileño de un empresario del sector audiovisual vinculado a Javier Barroso, marido de Carmen Chacón. José Luis Rodríguez Zapatero, el exministro de Defensa José Bono y los líderes de Podemos, Pablo Iglesias e Iñigo Errejón se reunen lejos de los focos de la atención mediática. Cenan pescado y tortilla y comparten una ensalada. El punto de encuentro de la reunión lo constituye el deseado “sorpasso” de Podemos al PSOE en las elecciones generales del 20D.
Rodríguez Zapatero está dispuesto a jugar una nueva mala pasada a Pedro Sánchez. No sería la primera. Zapatero no hace sino tomarse la revancha por el golpe que recibió cuando Pedro Sánchez propuso contrarreformar el artículo 135 de la Constitución, que consagra la estabilidad presupuestaria.
El objetivo de la reunión pasaba por la incorporación a Podemos de un personaje “mediático” y aparentemente desanclado de los clichés ideológicos del partido. También que este fichaje sirviera para revitalizar las opciones electorales de un partido (Podemos) en franco retroceso en todas las encuestas. El nombre de José Julio Rodríguez surge de inmediato. El fichaje de un exalto mando del Ejército español podría atraer a Podemos a muchos votantes de la órbita socialdemócrata, proporcionaría a Pablo Iglesias una cierta visión unitaria del Estado y lo alejaría de la retórica antimilitarista utilizada por numerosos miembros de la formación morada.
En medio de la reunión, Zapatero telefonea a Carmen Chacón, quien estaba al tanto del encuentro. Acuerdan mantener una reunión con el exgeneral para convencerle de su incorporación a Podemos. Parecen no tener dudas de que será el último gran servicio del exgeneral progre a la causa del zapaterismo. Durante el decisivo encuentro en una localidad de la sierra madrileña, José Bono se mostró como el perfecto ‘consigliere’ que siempre ha sido.
Se sabe que la posible incorporación de Rodríguez contaría además con importantes avales, entre ellos el de la Gran Logia de Francia, estrechamente relacionada con Zapatero desde antes de su llegada al poder. La Gran Logia de Francia, vinculada en algunos círculos con los atentados del 11-M en la capital de España, está detrás de muchos de los proyectos de ingeniería oficial oficializados por ley durante los gobiernos de Zapatero. Incluso algunas fuentes apuntan al interés de la Gran Logia gala por la promoción de Podemos, de cuya disposición a servir a los intereses del mundialismo no parecen haber dudas. Podemos incorpora en su programa la descristianización de la sociedad española y apuesta por la ruptura del núcleo de la unidad familiar, por la ideología de género, por el fomento del homosexualismo y por una Europa abierta a refugiados de todo el mundo, en línea con los principios del marxismo cultural.
¿Qué busca Zapatero, el mentor de Pablo Iglesias?
¿Pero qué pretende José Luis Rodríguez Zapatero promocionando a Podemos con la cooperación de Jaume Roures, el millonario rojo propietario de La Sexta? Sin el clan formado por Zapatero, Roures, la laminada Chacón y Barroso, Podemos sería apenas una formación testimonial y electoralmente irrelevante. Todos ellos tienen cuentan pendientes con Pedro Sánchez. Todos ellos tienen para España un proyecto incardinado a la idea de país que tiene Zapatero. Algunas pinceladas para recordar su pertinaz política antinacional y anticatólica.
Zapatero suscribió el año 2000 el llamado Pacto Antiterrorista. Con ello parecía abandonar la línea tradicional del PSOE, consistente en combinar el terrorismo gubernamental con una negociación y salida “política” para los asesinos arruinando el estado de derecho. Pareció sumarse a la línea de Mayor Oreja-Aznar de tratar a los delincuentes como tales, y no como políticos. Apenas seca la tinta del acuerdo, lo traicionó, volviendo a las “conversaciones” clandestinas con los criminales, ofreciéndoles concesiones nunca del todo aclaradas a la opinión pública.
En 2002, España debió defenderse de la ocupación del islote de Perejil por la tiranía marroquí, que además amenaza las ciudades españolas de Ceuta y Melilla. Zapatero saboteó al gobierno español, se arrogó ilegalmente facultades sobre política internacional para rendir pleitesía al rey de Marruecos y retratarse con él bajo un mapa que recoge las aspiraciones antiespañolas del monarca-tirano cuando ya la crisis se gestaba, con retirada del embajador marroquí, unos meses antes. Esto fue, como lo anterior, un acto de pura y simple traición a la España democrática a favor de un déspota y un preludio de su “alianza de civilizaciones”… contra la civilización.
Poco después, Zapatero intensificó la agitación y la violencia callejera contra sus predecesores. Recordemos tres casos: el de la Ley de Educación, el del “chapapote” y el de la guerra contra Sadam. En el primero, que pretendía corregir otra de las herencias del PSOE junto con la crisis económica: la degradación de la enseñanza, caracterizada por tasas muy bajas de eficiencia educativa y muy altas de fracaso escolar. De una buena enseñanza depende en gran medida el futuro de un país, pero Zapatero y los suyos se dedicaron a enredar a estudiantes y profesores con consignas de la más rancia estirpe marxista, las consignas del Gulag y el muro de Berlín, condenando el esfuerzo y la excelencia como un vicio y preconizando la mediocridad supuestamente igualitaria que siempre ha definido al PSOE.
Pero donde alcanzó Zapatero lamentable maestría fue cuando la guerra de Irak. El expresidente no se oponía “a la guerra” como pregonaba, pues había guerras más crueles en África a las que no prestaba la menor atención, quizá porque, como en la de Sudán, las víctimas eran cristianas. En un principio, su loca agitación pareció fracasar, como la del chapapote, y no tuvo los efectos electorales que pretendía. Lo pareció, porque el régimen de Sadam fue derrotado muy pronto. Pero fue sin duda una ventaja para Zapatero que se mantuviera la tensión gracias a los brutales atentados terroristas.
Y fue precisamente esa tensión terrorista lo que le ayudó a escalar el poder. De pronto, hacia el final de la campaña electoral de 2004, Madrid sufrió el atentado más bestial de la historia europea. Al PSOE, pasado el desconcierto inicial sobre lo que parecía un coletazo de una ETA acosada, le faltó tiempo para atribuirlo a los islámicos, inventando para ello terroristas suicidas y otros supuestos datos y, sobre todo, sugiriendo que la culpa de la matanza no radicaba en los autores de ella, sino en el gobierno de Aznar “por habernos metido en la guerra”. No importa aquí dilucidar quiénes fueron los verdaderos autores, sobre quienes pesan dudas muy consistentes. Diremos simplemente que Zapatero logró desviar esa culpa, a los ojos de mucha gente atemorizada o fanatizada. Y que lo hizo en brevísimo tiempo mediante la campaña de insidias más vil a que hemos asistido en varias décadas. Movilizó a los sectores más histéricos en agresiones y asedios a las sedes del PP, un método, por cierto, de larga tradición en su partido desde el Frente Popular y antes. Y no resultó menos significativo que, fueran quienes fueran los terroristas, Zapatero debió de creer que se trataba efectivamente de islámicos, por cuanto los premió, llegado al poder, con la rápida retirada de las tropas españolas que en Irak ayudaban a la población a librarse de los mismos que presuntamente habían atacado en Madrid, e incitando a otros países a hacer lo mismo. Lección práctica, nuevamente, de su “alianza de civilizaciones”. Su política, como en el caso de la ETA, ha tendido siempre a recompensar a los asesinos, lo que no es casual para quien “ama” a su patria como él o entiende por democracia el triunfo de la miseria. Máxime cuando un objetivo declarado de los islámicos consiste en demoler las libertades y la civilización cristiana, y retransformar a España en Al Ándalus. Zapatero, el mentor de Podemos, ha sido su mejor aliado.
Una vez en el poder, Zapatero desplegó su vesania en cuatro direcciones principales: profundizar la colaboración con la ETA, con todos los enemigos de España, en la llamada “ideología de género” como sustituto de la “de clase”, y en la falsificación de la historia. Experto en disfrazar cualquier bellaquería con un nombre pomposo y agradable, el leonés bautizó arteramente la colaboración con la ETA como “diálogo” y “proceso de paz”. Su “paz” consistió en volver a legalizar las terminales políticas de los asesinos, en facilitarles una amplia corriente de dinero público con la que financiar su propaganda antiespañola y liberticida, en proporcionarles eco y representatividad internacional, en promoverlos con una imagen positiva mientras trataba de intimidar, dividir y desacreditar a las víctimas directas del terror; y sobre todo en ofrecer a los pistoleros y separatistas la transformación ilegal de la autonomía en un “estado asociado” de hecho, reduciendo a testimonial la presencia del estado español, según el modelo de Cataluña. Un modelo que promocionó concediendo al parlamento catalán una soberanía anticonstitucional, entre otros desmanes.
Con tan intolerables premios a los asesinos, Zapatero decía hacer “la paz” y quizá esperaba ganar el desacreditado premio Nobel de la misma. Pero ni la ETA consiguió nunca romper la paz de España, sino solo alterar la normalidad gracias, en gran medida, a la “salida política” que le ofrecían unos políticos sin principios; ni se puede llamar paz a la destrucción desvergonzada de la legalidad democrática y del estado de derecho. Ni a los avances hacia la disgregación de España en un mosaico de taifas impotentes, insignificantes en el contexto internacional y objeto de las intrigas de otras potencias: un objetivo que usted ha perseguido tenazmente en colusión con los terroristas y los separatistas. So pretexto de “paz”, nunca había obtenido la ETA una colaboración tan masiva y variada, en la que el chivatazo de Freddy Faisán apenas pasa de anécdota en un contexto que solo puede calificarse de criminal.
Estos son hechos plenamente constatables, no interpretaciones ni especulaciones. Ahora bien, tienen tal carácter delictivo, de traición y miseria moral, que muchos se preguntan: “¿Cómo han sido posibles por parte de gobiernos elegidos? Tiene que haber alguna explicación menos terrible”. Porque no entienden que un gobierno elegido puede resultar criminal y porque tales delitos proceden de una mentalidad, una ideología y una tradición de largo alcance. Como recordaba Julián Marías, el PSOE tiene la tara de una visión negativa de la historia de España. Visión completada, diría yo, con un amasijo contradictorio de ideas más o menos mesiánicas. El PSOE, cuya historia reivindica usted entera — incluida su planificación de la guerra civil y la destrucción de la legalidad republicana–, solo en tiempos recientes abandonó, y solo de manera parcial, el marxismo, la doctrina más totalitaria y mortífera del siglo XX. Y el escaso terreno abandonado lo han llenado ustedes con esa mezcla arbitraria de ecologismo, feminismo, pacifismo, socialismos variopintos, aversión a la iniciativa individual y a la excelencia personal, etc. Pero he recordado, frente al romo análisis político prevaleciente, que la colaboración de usted con banda armada se asienta en una afinidad ideológica profunda: también la ETA es socialista. También es antiespañola y liberticida. También comparte ese amasijo de doctrinas que, bajo sus buenas intenciones enarboladas nunca han traído más que miseria y corrupción. Esa común base ideológica hermana en cierto modo a la ETA y el PSOE, por más que a veces surjan entre ambos riñas de familia.
De su “alianza de civilizaciones”, como la ha llamado con su acostumbrada megalomanía, ya hemos dado algunas pruebas. Se ha concretado en la simpatía y el apoyo político y económico, en Hispanoamérica, a los regímenes más demagógicos y antiespañoles, a personajes como Kirchner, el desaparecido Chávez o Evo Morales; y algo similar en relación con los países musulmanes, sobre todo con el único que constituye una amenaza seria para nosotros. Dicha alianza se ha extendido, por pura aversión a España, a las más vergonzosas claudicaciones en el caso de Gibraltar, única colonia que permanece en Europa. Se trata, muy literalmente, de una alianza contra España y contra todo lo que signifique libertad.
¿Qué aspectos positivos pueden encontrarse en la gestión del expresidente? Él invoca, sobre todo, sus políticas de “igualdad de sexos”, atribuyendo al cristianismo –la base y raíz más profunda de nuestra cultura—una opresión secular de la mujer. Que no le ha impedido promocionar al islamismo en la propia España y hacerse el desentendido de la situación femenina en esos países. Pero la mujer nunca ha tenido necesidad de la tutela de tales personajillos.
La igualdad de derechos, la igualdad ante la ley, está conseguida en Europa y en España mucho antes de que a gente como ZP se le ocurriera crear falsos problemas para resolverlos igualmente en falso. Su “igualdad”, de modo parecido a su “paz”, solo `trajo perturbaciones y aberraciones. Su paridad en el gobierno (¿y por qué no una paridad de obreros y otras profesiones, por poner un caso?) redundó en descrédito de la mujer gracias a lumbreras como Aído, Pajín, Vega, Salgado, Calvo y todas las demás, de las que lo único que puede decirse es que no desmerecen de los botarates y sinvergüenzas varones, empezando por él mismo. Ya que pretendía una igualdad imposible, habría que preguntarle por qué no la persiguió igualmente en los ramos de la construcción, las minas, los barcos…, donde la “cuota femenina” es insignificante? ¿O en la misma población penal, donde se dan unas desigualdades numéricas que para personajes como ZP tendrían que ser ultrajantes?
En la práctica, su “igualdad” significó la promoción del aborto, un verdadero asesinato masivo bajo la peregrina idea de que los embriones humanos no son humanos y de la delictiva consigna “nosotras parimos, nosotras decidimos” como si pudieran decidir sobre una vida ajena y el padre no contara nada; de la pederastia mediante la promoción de la actividad sexual a las edades más bajas; del homosexualismo, con la imposible pretensión de equiparar un defecto con la sexualidad normal y con el matrimonio. Ha significado el estímulo a la disgregación de la familia, la sustitución de la autoridad de los padres por la de unos políticos majaderos e iluminados a partes iguales, con mil consecuencias derivadas, como el aumento de la droga y el alcoholismo en la juventud, de la población penal, del fracaso matrimonial, escolar…
En un deterioro, en suma de la salud social. Por sus frutos se conoce el árbol. El proceso de injerto a Podemos de tan malos frutos ha terminado su primer ciclo de crecimiento.
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