El PSOE de Andalucía tiene miedo y ha empezado ya a desplegar su política de emergencia
El ascenso de la derecha en Andalucía es lento pero constante y debe tener ya la suficiente entidad para haber disparado las alarmas y para obligar al PSOE de Andalucía a poner en marcha su política de emergencia, cuya esencia consiste en atraerse a militantes y cuadros de otros partidos, sobre todo del Andalucista y de Izquierda Unida, para ganar poder y votos.
El problema para el PSOE de Andalucía es que su política de emergencia, cuyos tres ejes son comprar a políticos adversarios, dividir y desmoralizar a los partidos políticos de la oposición y potenciar la imagen del nuevo líder, José Antonio Griñán, gris y poco conocido, implican gastar dinero en grandes cantidades, algo imposible en estos tiempos de crisis.
Desde hace muchos años, los expertos del PSOE, aunque seguros y confiados ante la débil derecha capitaneada por Javier Arenas, un político que en Andalucía genera rechazo y que creían que difícilmente podría ganar unas elecciones al PSOE, atrincherado en el poder y blindado por el clientelismo y una tupida red de intereses, tienen preparada una política de emergencia, consistente en captar con todo tipo de promesas y tentaciones a los cuadros y militantes de los pequeños partidos andaluces.
Las "opas" a andalucistas y a comunistas estaban preparadas, pero almacenadas en la nevera porque no eran necesarias. Pero algo debe estar pasando en el panorama electoral andaluz cuando el PSOE, sorprendentemente, ha desempolvado sus planes de emergencia y los ha activado.
La primera "pieza" capturada a Izquierda Unida fue Rosa Aguilar, alcaldesa de Córdoba, hoy ya insertada en el PSOE y nombrada consejera de Obras Públicas de la Junta de Andalucía.
Pero la operación Rosa Aguilar no fue un hecho aislado porque se suceden las denuncias de nuevas "opas" lanzadas por los socialistas a diestro y siniestro.
El alcalde de Ronda, Antonio Marín Lara, que ganó las últimas elecciones municipales en las listas del Partido Andalucista (PA), del que fue, además, secretario provincial en Málaga, tambiéen se pasó al PSOE, junto a otros ocho concejales y unos 90 ex militantes andalucistas rondeños, disparando así un escándalo entre los muchos rondeños, que consideran una traición al voto y a la decencia el transfuguismo de su equipo municipal.
Pero el PSOE, al que parece no importarle el desgaste y el desprestigio que conllevan estas operaciones mercenarias, parece decidido a tocar la trompeta de "a la carga" y ha lanzado a sus "comerciales" con la orden de "arrasar" el mercado político, pescando entre los dudosos e inseguros. En Huelva, varios agrupaciones andalucistas denuncian que han sido "tentadas" por el PSOE para que abandonen su partido, que está en franco declive, y se pasen al PSOE, donde recibirían como recompensa colocaciones y cargos públicos asegurados "de por vida".
El escándalo es creciente y el pánico esta presente en las cúpulas dirigentes de Izquierda Unida y el agonizante Partido Andalucista, que no tienen fuerza suficiente para competir con las "ofertas" del PSOE, cuyo control del poder público y su experiencia en redes clientelares le permiten ofrecer recompensas suculentas a los desertores y tránsfugas.
La puesta en marcha de los planes de emergencia dan credibilidad al optimismo del PP ante las encuestas, que en mayo de 2010 ya le dan mayoría absoluta en todas las capitales andaluzas, una victoria impactante en las elecciones municipales y casi mayoría absoluta para las generales de 2012.
Las "opas" y compras de votos son eficaces siempre que la opinión pública no se movilece y reaccione ante la suciedad y la bajeza que esa maniobra encierra, todo un desprecio a la voluntad de los votantes, que confiaron en unos representantes que se presentaban bajo unas siglas y con unos programas que ahora abandonan como ratas, pasándose al antiguo enemigo a cambio de poder, seguridad y quien sabe si también por dinero. Si la opinión pública apela a la decencia y al respeto a la democracia, entonces las "opas" se volverían en contra de los socialistas.
En fin, todo un símbolo de la podredumbre y de la baja calidad de la democracia en Andalucía, donde el desprecio al ciudadano es probervial y sintomático del sometimiento de la sociedad civil al poder, de la ruina ética de la clase política, de la degradación del sistema y de la degeneración mercenaria de sus élites dirigentes.
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