jueves, 11 de marzo de 2010

11-M: EL PP SI DIO LOS DATOS QUE POSEÍA AL PSOE, QUE YA LOS SABÍA, SEGÚN DICEN

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Las imágenes de los trenes atacados todavía estremecen. / Carmen Benavides

Rubalcaba agradeció al Gobierno del PP la información entre el 11 y el 14-M

Alberto Lardiés. | 21:09 (10-03-2010) | 1 comentarios
El actual ministro de Interior "siempre se dio por satisfecho" en los contactos con el Gabinete de Aznar. Los populares se sintieron "traicionados" con la actitud del socialista en la víspera de las elecciones.

  • El actual ministro de Interior "siempre se dio por satisfecho" en los contactos con el Gabinete de Aznar. Los populares se sintieron "traicionados" con la actitud del socialista en la víspera de las elecciones.
  • Madrid.- 11 de marzo. Una fecha que nunca cicatrizará en las memorias. Hace seis años, los terroristas inundaron de sufrimiento España. Ciento noventa y dos muertos y más de un millar de heridos en el atentado más sangriento en la historia de la Unión Europea. Después de tres días de dudas y versiones interesadas sobre la autoría del vil crimen, el Partido Socialista venció en las urnas, contra el unánime pronóstico de las encuestas.
    La política española se envileció más de lo soportable en aquellos días de hiel. En la víspera de los comicios, el actual ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, acuñó una frase para la historia: “España no se merece un Gobierno que nos mienta”. Hoy, seis años después, LA GACETA desvela la intrahistoria de los contactos que en aquellos días mantuvieron los representantes del Gobierno de Aznar y  su interlocutor en el PSOE, que era el propio Rubalcaba.
    Según fuentes de toda solvencia que entonces trabajaban en La Moncloa, el actual titular de Interior “siempre se dio por satisfecho” de las informaciones que recibía por parte del Ejecutivo del PP. Dichas fuentes aseguran que Rubalcaba insistía una y otra vez en mostrar su “agradecimiento” por los contactos y se mostraba conforme. Por eso, cuando salió a la palestra para exigir que no hubiera “mentiras”, la sorpresa fue mayúscula en el seno del Gobierno, cuyos miembros se sintieron traicionados.
     Aquel es sólo un ejemplo de los profundos desencuentros que vendrían después entre los dos principales partidos. El atentado cambió la situación política y agrietó las relaciones entre las formaciones. También la masacre marcó el desarrollo de los meses posteriores, con una tensión sin precedentes que quedó evidenciada en la Comisión del 11-M en el Congreso de los Diputados.
    Aquellas palabras de Rubalcaba todavía siguen vigentes. La era del zapaterismo arroja un balance repleto de promesas incumplidas y engaños a los depositarios de la soberanía popular, los ciudadanos. A la vista de los hechos palpables, los votantes deben seguir esperando a un Gobierno, del signo que sea, que no mienta. 
    Un buen ejemplo es el mal llamado proceso de paz de la anterior legislatura. El Gobierno negó que estuviera negociando tras el brutal atentado de la T-4 en Barajas, que costó la vida a dos personas, Diego Estacio y Carlos Alonso Palate, pero las conversaciones con ETA continuaron en Suiza en los primeros meses de 2007. Asimismo, la Fiscalía General del Estado no actuó con la diligencia requerida, de forma que, por ejemplo, el sanguinario etarra José Ignacio de Juana Chaos venció su órdago publicitado a las autoridades y la marca electoral de los terroristas, ANV, se coló en decenas de ayuntamientos vascos y navarros. Arnaldo Otegi era “un hombre de paz” que hoy está encarcelado y tiene pendientes varias causas judiciales.
    Además, según ha publicado este diario, el Gobierno habla de firmeza sin ambages frente al terror, pero al tiempo contacta con los secuaces de ETA para intentar urdir un nuevo proceso de negociación.
     Durante el anterior diálogo entre el Ejecutivo y ETA se produjo un grave episodio que merece capítulo aparte: el chivatazo a los terroristas en el bar Faisán de Irún, que sirvió para abortar una operación policial contra la red de extorsión de la banda asesina. El caso sigue atascado en los tribunales. Por tanto, quedan por esclarecer las responsabilidades policiales y, por ende, políticas del turbio asunto.
     Otro tema que está en el debe del presidente del Gobierno es su forma de afrontar la crisis económica. Para intentar ganar en las elecciones de 2008, Zapatero negó la mera existencia de la misma. Incluso, tildó de “antipatriotas” a los que la denunciaban. Después, se ha empecinado en prometer soluciones, pronosticar mejoras y señalar plazos de recuperación. La realidad, tozuda como siempre, se ha impuesto a las palabras del jefe del Ejecutivo, acorralado por la nefasta coyuntura económica.
    Nada más llegar a La Moncloa, Zapatero tomó una decisión acorde con sus promesas electorales: retirar las tropas españolas de Irak. Un hecho coherente con un discurso pacifista y con tintes antiamericanos que abonó con la cacareada “Alianza de civilizaciones”. Sin embargo, años después, el Ejecutivo ha virado su política exterior, primero con el aumento de tropas en Afganistán y después con un claro acercamiento a Estados Unidos tras la victoria electoral de Barack Obama. Ambas cuestiones guardan relación y el Gobierno las justifica argumentando que los militares españoles están en una “misión de paz”.
    Otra cuestión en la que Zapatero no se ha distinguido por su sinceridad  es su promesa a los ciudadanos catalanes de que el Estatut que saliera del Parlamento autonómico sería el definitivo. El jefe del Ejecutivo pactó con CiU y después repitió tripartito. Y el texto del Estatuto está siendo discutido, con ahínco y sin acuerdo, en el seno de Tribunal Constitucional más dividido que nunca.

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