martes, 26 de marzo de 2013

11 - M - LOS INSTRUMENTOS HUMANOS


Los instrumentos humanos o “causa material” del atentado
  El 14 de febrero de 2004 ―día de los enamorados― sin más testigos que la mesa en torno a la cual acordaron cambiar dinamita por droga y dinero, las dos partes contratantes en este negocio quedaron así convertidas en verdadera causa material[1] o instrumento de la terrible masacre perpetrada el 11 de marzo pasado en cuatro trenes de la línea de cercanías Guadalajara-Madrid. No estamos hablando, pues, de los verdaderos causantes del atentado.
A esa reunión ―celebrada en un restaurante de comida rápida “McDonalds”, cercano al Hospital Gómez Hulla, en el barrio madrileño de Carabanchel Alto― acudieron, por una parte, José Emilio Suárez Trashorras, Antonio Toro Castro, Rafá Zouhier y Carmen Toro Castro, propietarios “ilegítimos” de 110 Kg. de goma2 marca “Eco”; por la otra, Rachid Aglif, Jamal Ahmidan y Mohamed Oulad Akcha, propietarios igualmente “ilegítimos” de 7.000 euros y 32 Kg. de hachís.[2]
José Emilio Suárez Trashorras es un ex minero de 27 años que dejó de trabajar definitivamente en una cantera del Concejo asturiano de Tineo ―llamada “Conchita”― el 31 de octubre de 2002. Un informe de la Guardia Civil citado por el periódico asturiano “La Nueva España”, dice que le fue concedida la jubilación por incapacidad mental con diagnóstico de “esquizofrenia paranoide”, y que, “tras el fin del contrato, no se le ha vuelto a ver por las explotaciones o sus alrededores”.  Según reporta “El Mundo” en su edición del 27 de marzo de 2004:
 <(Op. cit.)
Todas las pistas apuntaron a él después que la policía analizó el explosivo encontrado dentro de una mochila ―que no llegó a estallar― en uno de los vagones del tren que explotó en la calle Téllez, a la entrada de la estación de Atocha. Según las coincidentes versiones periodísticas basadas en una única fuente oficial de ese momento, en la mochila, se encontraron dos cartuchos de Goma 2 marca “Eco”, de 125 gramos cada uno, que aún se mantenían en su envoltorio de origen. Según esta misma fuente, a partir de los números de registro que llevaban escrito, la policía pudo determinar que los explosivos procedían de varias canteras del norte de España. Más adelante veremos que las cosas no fueron exactamente así de simples ni claras.
Suárez Trashorras tiene antecedentes por drogas y en 2001 había sido investigado por traficar con “goma 2”, aunque no se lo imputaron. En la información publicada por “La Nueva España”, un vecino lo describe como alguien “muy nervioso”; otros dicen que llevaba un tren de vida “muy caro”. Tras conseguir la jubilación anticipada por la que cobraba entre 1.200 y 1.800 Euros mensuales, solía moverse en Audi y en Mercedes. Todos los indicios apuntaban a que el dinero con el que financiaba esos signos externos de riqueza, provenía de sus trapicheos con la venta y el tráfico —de hachís y explosivos— de tipo medio. Según la versión digital de la revista “Interviu” que dice haber accedido a su prontuario:
<(Op. Cit.)
Finalmente, fue detenido y presentado en sociedad por el Juez Juan del Olmo, como el principal acusado en los atentados del 11M.
Antonio Toro Castro carece de estudios. Según la misma fuente de la revista “Interviu”, trabajó como mensajero, portero en discotecas, clubes de alterne y, eventualmente, como empleado en diversas empresas: Limpiezas Plata, Sereliton (1994); taller Occidente (1996-98); Instalaciones Seuval (2003); Aislamiento Metal (2003). Desde 2001, asociado con Suarez Trashorras y un tercero llamado Víctor, regentó un negocio de coches de segunda mano en la localidad asturiana de Piedras Blancas. En julio de ese año fue descubierto en el curso de la operación “Pípol” con drogas y 16 cartuchos de dinamita. En aquella ocasión delató al que luego sería su cuñado, delito por el cual ambos fueron encerrados en la cárcel de Villabona. Los antecedentes policiales de los dos compinches se remontan a esas fechas. La participación de Antonio Toro en los hechos del 11M, está íntimamente relacionada con las actividades de su cuñado Suárez Trashorras y su hermana Carmen recogidas en el sumario 20/2004. Sin embargo, a pesar de que su cuñado, Antonio Toro, había sido ingresado en prisión a los pocos días del atentado, hubieron de pasar nueve meses para que la policía encontrara en Antonio indicios razonables de “culpabilidad”. El 28 de marzo de 2004 fue detenido tras unas declaraciones de Rafá Zouhier a la policía, señalándole como la persona con la que contactó por el asunto de los explosivos, y que le había ofrecido Goma-2 antes de los atentados de la estación de Atocha. Pero fue puesto en libertad el 2 de abril. Fue encarcelado nuevamente el pasado 15 de octubre, pero la imputación no fue por lo del 11M sino por tráfico de drogas.
Según reporta Víctor Llano, de “Asturias Liberal”, Antonio Toro, que fue legionario, tenía muy buenas relaciones con algunos agentes del CNI e informó de algunos de los movimientos que estaban realizando los hombres de Jamal Ahmidam (“El Chino”)…Antonio Toro…podría convertirse en un testigo negativo si le ocurriera algo a su hermana Carmen Toro, que también es esposa de Suárez Trashorras, está en libertad y regenta un bar en Asturias”. Estamos hablando de los meses inmediatos posteriores a los atentados.         
José Ignacio Fernández Díaz
Este sujeto, apodado “El Nayo”, actualmente fugado en un país del Caribe, además de confidente de la policía, fungía en Asturias como traficante de armas y drogas, también vinculado al negocio de la prostitución, cuyo producto en dinero blanqueaba mediante una vasta red fraudulenta de compra-venta de coches de alta gama. Su organización funcionaba mediante una secuencia de operaciones que consistían en viajar con el dinero negro a los países europeos de mayor renta per cápita, como Bélgica Holanda, Alemania, o Francia, para invertirlo allí en la compra de automóviles lujosos. Las compras se hacían bajo nombre falso. Se importaban los coches a España y aquí se vendían a clientes (concesionarios) de la red que ellos controlaban. Las facturas se confeccionaban a nombre de supuestos vendedores de apellidos belga o alemán, o de un importador español también falso, y un comprador español que la mayor parte de las veces resulta ser el propio José Ignacio, “El Nayo”.
Dado que se trataba de blanquear dinero, los precios y los beneficios son inferiores, lo cual facilita la venta de los automóviles. Una vez cumplimentada la operación de compra con el extranjero, la red, con la firma del “Nayo” como comprador, vendía estos coches a conocidos concesionarios nacionales en ciudades como Oviedo, Gijón o Avilés, que los adquirían a menor precio del medio vigente en el mercado de la intermediación, para venderlos  al consumidor final también por debajo de su precio.
En Asturias, la red de trata de mujeres y drogas que se teje en los numerosos clubes de alterne, con o sin consentimiento de sus dueños, blanquea dinero de esta manera. Según reporta Joaquín Santiago Rubio en la edición del periódico “Asturias Liberal” del 9 Marzo de 2005, entre los compradores finales de estos coches —que permiten a individuos como el “Nayo” blanquear el dinero negro de la venta ilegal de armas, sexo y drogas— hay altos dirigentes políticos asturianos y “apellidos ilustres de esta región”, quienes también suelen frecuentar esos antros mezclando ocio y negocio, para fortalecer vínculos mafiosos de mutua colaboración informal objetiva con delincuentes como el “Nayo”. Este es uno entre otros muchos oscuros intersticios de la sociedad capitalista, donde brilla y al mismo tiempo se oculta la esencia del “Estado Democrático de derecho”:    
<(J. S. Rubio Op. cit.)
Al poco tiempo de quedar en libertad tras la operación “Pípol”, el “Nayo” volvió a ingresar en prisión porque Suárez Trashorras inauguró su nueva condición de “confidente” al servicio de la policía de Avilés, acusándole de ser uno de los proveedores de la droga que él se dedicaba a colocar entre sus clientes. A raíz de este “soplo” que Suárez Trashorras hizo en la oreja de su “controlador” —el burócrata policial Manuel García González, jefe de la sección de estupefacientes de la comisaría de Avilés— el dispositivo policial tuvo éxito y “Nayo” volvió a prisión, pero se tomó la revancha. Desde la cárcel de Villabona, en abril de 2002 informó a la Jefatura Superior de Policía de Asturias que Suárez Trashorras robaba dinamita goma 2 en las minas para venderla. Al ver que el avilesino seguía en libertad, en 2003 volvió a denunciar los hechos, esta vez en la Comandancia de Oviedo, diciendo que Suárez Trashorras tenía escondidos 500 Kg. del explosivo “Goma 2” en las cercanías de la mina “Conchita”. Pero ni las investigaciones de la Guardia Civil ni las de la Policía —sabiendo que en 2001 el avilesino había sido sorprendido con cartuchos de goma 2 y detonadores— dieron los resultados deseados.[3]
Finalmente, no se sabe cómo, el “Nayo” logró huir convertido en prófugo de la justicia hacia un país del Caribe. Tampoco se sabe cómo, ”El Mundo” dio con él y le hizo un reportaje que J.P. Ramírez publicó en la edición de este periódico correspondiente al 24 de febrero de 2005. Allí el “Nayo” se despacha diciendo lo que no había dicho nunca: que Castro Toro y Suárez Trashorras vendían explosivos Goma2 a E.T.A.: http://www.libertaddigital.com/php3/noticia.php3?cpn=1276245024

Rafá Zouhier es un marroquí que trabajaba como guardaespaldas y portero de discoteca. Desde ese ambiente, pasó fatalmente con toda naturalidad al negocio de la droga, para emprender su carrera de pequeño mafioso. El 21/03/1997 fue detenido por la Guardia Civil en Las Rozas, Madrid, acusado por un delito de lesiones. Año y medio después, el 02/08/1998 fue detenido ―también por la Guardia Civil― en Majadahonda, Madrid, acusado de un delito de robo de vehículo. Durante una entrevista que le concedió al Diputado del Partido Popular, Ignacio Del Burgo, Zouhier se retrató a sí mismo de la siguiente guisa: “Llevo apoyando a las Fuerzas de Seguridad desde que tenía 17 o 18 años. Primero en Las Rozas, con el sargento Miguel Ángel, alías Jaime. Luego trabajé de seguridad en varias discotecas y así conseguía información de cosas más graves. Y empecé a trabajar para Valdemoro y Tres Cantos con el teniente Oscar y el cabo Mario. Fruto de mis informaciones acabé con una red de traficantes de armas y ladrones de joyerías. Cobré casi 3.000 euros por los dos servicios. De joven lo hacía gratis porque siempre quise ser policía”. Aunque nunca se sabe, su carrera delictiva parece haber terminado el 20 de marzo último, cuando fue detenido en Madrid acusado de ser el enlace entre los proveedores del explosivo “Goma2” y el grupo de terroristas islámicos liderado por Jamal Zougam, tal como parece verosímil. Ya veremos un poco más adelante que, desde el punto de vista de la verdad histórica sobre todo este asunto, los principales enlaces de este personaje no fueron precisamente estos.
Por declaraciones de su hermano se ha podido saber que, en la mañana del 11M, mientras observaba las imágenes de la masacre por televisión, Rafá Zouhier dijo con lágrimas en los ojos: “¡mira lo que han hecho estos!”. En su auto del 18 de junio de 2004, el Juez del Olmo dice que: según testimonio telefónico registrado por la policía, cinco días después del atentado Rafá Zouhier llamó a su confidente más directo ―el agente “Victor”― para delatar a Ahmidan (el chino), diciendo que tenía dinamita y detonadores, como posteriormente se comprobó durante el registro de su domicilio; Carmen Toro Castro es la esposa de Suárez Trashorras y hermana de Antonio Toro. Actualmente pesa sobre ella la acusación policial de haber ocultado los explosivos ―presuntamente utilizados en el atentado― que su hermano ocultaba en el apartamento donde fue sorprendido por los efectivos que intervinieron en la operación por tráfico de drogas llamada “Pípol”, y a los que supo disuadir de inspeccionarlo proponiéndoles conducirles a otro local donde les dijo que se encontraba el cuerpo del delito, ocasión que su hermana aprovechó para hacer el traslado de la dinamita a un hórreo ubicado en la localidad de Cogollo:
 «No se ha efectuado el registro en el domicilio de Antonio Toro Castro, ubicado en la calle Juan Ochoa, número 21 de Avilés, porque en el momento de su detención, éste manifestó de forma voluntaria que las sustancias estupefacientes las guardaba en un garaje de la calle Eloy Fernández Carabela, por lo que se estimó realizar el registro en ese lugar.
 Pese a lo encontrado (tres kilos de cocaína, 84 de hachís, 16 cartuchos de Goma 2 Eco y 96 detonadores eléctricos), se desestimó la realización del registro en su domicilio», para el que tenían la correspondiente autorización». (“La Nueva España” 02/12/04)
Un informe de la Guardia Civil que figura entre los papeles que componen el sumario cuyo secreto fue levantado por el juez en el mes de julio de 2005 —y que “El Mundo” publicó en su edición del 5 de setiembre— imputa a esta mujer haber dirigido la venta de explosivos a los terroristas del 11M. El informe, datado el 15 de noviembre de 2004:
<<…consiste en una pormenorizada reconstrucción de los hechos, para la que se han tenido en cuenta, entre otras cosas, los seguimientos de llamadas telefónicas y las declaraciones policiales y judiciales de los principales imputados.>> (Op. Cit.)
Rachid Aglif Oulad. El apellido Oulad pertenece a una familia marroquí residente en España compuesta por cinco hermanos: Khalid, Naima, Mohamed, Farid y Rachid. En principio, la policía decidió actuar contra todos ellos considerarles partícipes en los atentados. El día 20M fueron detenidos tres, pero Mohamed y Rachid ―en teoría los más implicados en los ataques― estaban desaparecidos. La detención de Naima, la única mujer del clan, fue la clave para, al menos, concretar el resto de identidades de los huidos. Rachid trabajaba en Illescas (Toledo). Está presuntamente relacionado con Basel Ghayoun y Fouad El Morabit, ambos arrestados el pasado 24 de marzo en Ugena (Toledo) por su supuesta complicidad con los atentados. Rachid llegó a España en 1999. El 20 de septiembre de 2001 fue detenido durante el mismo atraco a la joyería en Pola de Lena (Asturias), en una acción de la Guardia Civil conocida por “operación Merlín” que desarticuló a la banda, de la que Rafá Zouhier logró zafarse no por méritos propios ni por pura casualidad.
Jamal Ahmidan (el chino). Según la cadena radiofónica española “Ser”, Jamal tenía sólo 17 años cuando provocó un incendio para intentar huir del Centro de Internamiento de Extranjeros de Madrid, sito en el barrio de Moratalaz.
El día 8 de mayo de 1999, "El Chino" y un compañero argelino, aprovecharon el desconcierto que se produjo por un incendio fortuito ―que ya había sido controlado por los bomberos―, para provocar uno mayor apilando ropa de cama y toallas, mientras se encontraban en una zona de seguridad del Centro para Extranjeros. En medio de la confusión del momento, Jamal Ahmidan intentó huir pero los funcionarios del centro y la policía consiguieron su detención.
Un año después, la Audiencia Provincia de Madrid condenó a Ahmidan a sólo tres años de cárcel en razón de su minoría de edad, y a su compañero de fuga a cinco años. "El Chino" no llegó a cumplir la condena porque se fugó a Tánger. En esta ciudad marroquí fue detenido de nuevo e ingresado en prisión, al parecer por el apuñalamiento de otro compatriota. Según las fuentes consultadas, fue en la prisión de Tánger donde, aleccionado por las enseñanzas religiosas de otros presos, Jamal Ahmidan pasó a ser un islamista radical que decidió hacer suya la “Yihad” (Guerra Santa).
Destaca un documento de la Guardia Civil —al que ha tenido acceso la agencia Europa Press— que Jamal no sabía nada de explosivos hasta dos meses antes de la masacre. Cabe recordar que se le situaba como pequeño narcotraficante en Bilbao, metido en ajustes de cuentas con otros delincuentes. Pero la relación de “El Chino” con Suárez Trashorras acabó con esa inexperiencia. La Guardia Civil dice que entre ambos –así como entre el minero y otros de los terroristas implicados– hubo “más que un intercambio comercial” esporádico; el grado de comunicación era "intensa, directa y continuada en el tiempo hasta días inmediatamente anteriores a la perpetración de los atentados".
Prueba de ello son las llamadas detectadas entre el terrorista marroquí y el ex minero cuando el primero fue detenido en un control de velocidad precisamente al traer la dinamita de Asturias a Madrid.  Dice el informe que "si Jamal Ahmidan actuaba como lanzadera, la llamada a José Emilio Suárez podría implicar que el mismo Emilio viajaba en otro vehículo que componía la misma expedición, y que fue avisado por Jamal al objeto de tomar las precauciones necesarias". Pero, en ese caso, quienes estaban controlando esas llamadas debían haber detectado la proximidad si es que se hicieron en el radio de un mismo repetidor y eso puede saberse, de modo que el uso del condicional “podría” no cabe.
Según el testimonio telefónico que figura en el auto del juez Del Olmo del 18 de junio de 2004, desde su regreso de Tanger, en 2003, el “chino” se había vuelto “religiosísimo”; todos los días se levantaba a las cuatro de la mañana para rezar hincado en dirección a la Meca; que ya no bebía ni robaba, pero traficaba con droga en la zona de Bilbao porque había regresado de Tanger para “liarla”, pero, contradictoriamente, se desplazaba en un BMV de 30.000 Euros con televisión abordo, y como posteriormente pudo saberse por testimonio de su propia mujer española, su hija de ambos asistía a un colegio privado de confesión católica, y según veremos más adelante no existen pruebas fehacientes de que, uno de los supuestamente inmolados en el Piso de Leganés sea verdaderamente este sujeto y no otro. 
Mohamed Oulad Akcha Llegó a España el 21 de marzo de 1997. La Policía ha podido saber que dos de los integrantes del comando que participó directamente en los atentados, sacaron un total de 13.500 euros días antes de ejecutarlos, por lo que cree que dicho dinero fue destinado a financiar, posiblemente, el alquiler de las viviendas donde se ocultaron tras el 11-M, entre ellas el piso de Leganés, donde, días después siete de ellos presuntamente se inmolaron al verse rodeados por las Fuerzas de Seguridad del Estado.
Esta cantidad de dinero fue sacada en dos partidas. La primera, el 5 de marzo, de una sucursal madrileña del Banco Popular. Rachid Oulad Akcha, uno de los cuatro hermanos marroquíes que han sido investigados por los atentados y que se encuentra actualmente en paradero desconocido, extrajo de su cuenta corriente 3.500 euros.
Al día siguiente, su hermana Naima ―la única mujer detenida y encarcelada por el 11-M― acudió a la misma sucursal bancaria y sacó de su cuenta 10.000 euros, que entregó allí mismo a su hermano Mohamed, como quedó registrado en la grabación en vídeo del circuito de seguridad de la entidad. Ese mismo día, cinco antes de los atentados, Mohamed Oulad Akcha pasó a la clandestinidad.
La participación de los hermanos Oulad Akcha en los atentados de Madrid, fue conocida por los investigadores gracias a que utilizaron en varias ocasiones teléfonos móviles con tarjetas, adquiridas junto a otras que fueron utilizadas en las mochilas bombas por Jamal Zougam, uno de los primeros detenidos en el locutorio de Lava pies imputados por el 11-M. De hecho, la pista que llevó hasta ellos fue un teléfono que con una de estas tarjetas había contactado con dos números de Marruecos que resultaron pertenecer a un tal Ahmed Oulad Akcha, un jubilado residente en la ciudad de Tetuán.
Las gestiones policiales permitieron determinar que tres de los hijos de este jubilado marroquí ―Mohamed, Rachid y Naima― vivían en España, concretamente en un piso situado en el número 13 de la calle Lito, del madrileño barrio de Villaverde; y que un cuarto sujeto, llamado  Khalid, estaba preso en la cárcel salmantina de Topas.
Éste y Naima fueron detenidos por orden judicial, aunque el primero volvió a la prisión sin cargos por esta causa. La Policía registró su celda sin encontrar nada y el juez Juan del Olmo le interrogó por las llamadas que había recibido en el centro penitenciario donde estaba preso desde el teléfono que había puesto a los investigadores tras la pista de los Oulad Akcha.
Naima, sin embargo, sí terminó ingresando en la cárcel por su presunta participación en el 11-M. Detenida el 20 de marzo, tras su interrogatorio el juez de la Audiencia Nacional decidió imputarla, ya que, además de sospecharse que pudo hacer labores de enlace entre los integrantes del grupo, sus ahorros sirvieron presuntamente para financiar los atentados.
A los otros dos hermanos, Mohamed y Rachid, la Policía aún intenta localizarlos, aunque sospecha que dos de los cuerpos aún sin identificar encontrados en el piso de Leganés pueden corresponder a ellos. Mohamed y Rachid, de hecho, estaban en el núcleo duro del comando terrorista, como lo demuestra su estrecha relación con Jamal Ahmidan, el Chino, otro de los integristas supuestamente inmolados que, como ellos, procede de la localidad marroquí de Tetuán.
Los investigadores policiales apuntan que Mohamed y Rachid pudieron ser dos de los terroristas que subieron las mochilas bomba a los trenes en Alcalá de Henares. Lo que sí tienen contrastado es que ambos estuvieron en el chamizo de Morata de Tajuña donde supuestamente se prepararon los artefactos explosivos y que el primero de ellos fue uno de los miembros de la célula que viajó a Asturias los días 28 y 29 de febrero a recoger el explosivo que según la versión oficial, fue utilizado el 11-M.
Las pesquisas policiales han permitido saber que, el 3 de marzo, Rachid se despidió de sus compañeros de trabajo, con los que realizaba una obra en la universidad madrileña Carlos III, a los que dijo que se marchaba de vacaciones a Granada para visitar a su hermano, y que volvería 20 días más tarde. Sin embargo, Rachid no volvió y en el lugar donde se cambiaba de ropa permanecen su mono de trabajo, unos guantes y un taladro. Es el último rastro de su vida legal antes de pasar a la yihad.
Se ha sabido, también, que Rachid y Mohamed Oulad Akcha integraban la célula operativa de Morata de Tajuña.
Además de estos sujetos que negociaron el cambio de explosivos por dinero y drogas, fue operativamente decisiva  la participación de:
 Sarhane Ben Abdelmajid, “el Tunecino”. Según las fuentes periodísticas españolas, se le consideraba un "comecocos" o ideólogo del grupo, con “una visión distorsionada y fanática de la religión islámica”. Acusaba , a todos los que no pensaban como él ―incluso a musulmanes moderados―, de ser unos "incrédulos". "Se metía mucho con los cristianos, no se llevaba bien con casi nadie por este motivo. Si no le seguías la corriente, decía que ibas a ir al infierno".
Sarhane tenía 36 años y vino desde Túnez hace ocho para estudiar Económicas en la Universidad Autónoma de Madrid. Sin embargo, abandonó la carrera y sobrevivía haciendo trabajos para los que no se necesita formación académica. En la actualidad ―según se ha conocido de fuentes policiales― se dedicaba a la compra y venta de pisos en una inmobiliaria cercana a la mezquita del barrio de Tetuán. Hace unos cuatro años solía asistir a las clases de religión islámica de los sábados en la mezquita de la M-30, "pero la moderación que hay aquí no le gustaba y dejó de venir", comentan en el centro. Desde entonces, Sarhane se movió de un oratorio a otro entre los muchos que existen en la capital. Hay constancia de que se casó en la mezquita de Estrecho, donde aseguran que no va habitualmente y que no le conocen.
En uno de sus autos sobre el caso, el juez Del Olmo dice que “El Tunecino” ayudó a que Jamal Ahmidan ―alias “el chino” y “Mowgli”―, alquilara con pasaporte belga falso a nombre de Youssef Ben Salah, la finca de Morata de Tajuña en la que —siempre según la versión oficial— se prepararon los explosivos utilizados en los atentados de Madrid. En la casa también habrían estado los hermanos Mohamed y Rachid Oulad, así como el también marroquí Abdennabi Kounjaa “Abdala”.
Muchos de sus compañeros de oración relatan que desde hacía algún tiempo sus creencias se habían radicalizado. "Últimamente se había aislado de todos", dice un joven inmigrante que conoció a Sarhane hace unos cuatro años, cuando todavía "fumaba e incluso bebía", algo impropio de "un buen musulmán".
La descripción de quienes trataron con él continúa. Piden confidencialidad, quizá “por el miedo que infunde un hombre capaz de volar cuatro trenes y convulsionar los cimientos de un país. Se volvió muy riguroso, se metía constantemente con los cristianos, con los españoles, y nos llamaba incrédulos a muchos de nosotros, que somos practicantes y sabemos de nuestra religión. No nos ha sorprendido la acusación", dice coincidiendo con la versión de otras personas cercanas a “El Tunecino”.
Sarhane solía exhibir una larga barba, lo que es “Sunna”. Los musulmanes, además de, en el Corán, creen en la Sunna, la segunda fuente de la ley islámica. Ésta agrupa las actitudes, acciones y palabras del profeta; seguirlas es "Hasanat” (buenas acciones que aseguran la generosidad de Alá).
La Policía asegura que, desde mediados de 2003, comenzó a hacer "expresas manifestaciones" sobre la preparación de un atentado en Madrid, a raíz de los comunicados difundidos por Al Qaeda. "Sarhane veía los mensajes del grupo de Bin Laden a través de algunos canales de televisión árabes", explican en su entorno.
La Policía preguntó por Sarhane Ben Fakhet a los primeros detenidos tras el 11-M. Sus declaraciones judiciales, a las que ha tenido acceso el periódico “La Razón”, demuestran que el líder de la célula empezó a hablarles del atentado ya en el verano del año 2003. Los arrestados entre el 13 y el 24 de marzo de 2004, dejan claro que conocían, en mayor o menor medida, al que luego fuera considerado líder o dinamizador de la llamada “célula de Leganés”. Según las declaraciones de algunos de ellos, Sarhane Ben Fakhet ―al que consideran radical y violento― en el verano de 2003 comenzó a hablarles de llevar a cabo un gran atentado en Madrid. También quería asaltar comisarías para matar policías y robar bancos y joyerías con el fin de financiar la yihad, en lo que él denominaba la “justicia islámica”.
Rabei Osman Sayed Ahmed, "Mohamed el Egipcio” Nacido el 22 de julio de 1971, fue militar del ejército egipcio, donde era el responsable de un equipo de demolición. Con anterioridad, frecuentó los campos de entrenamiento en Afganistán, convirtiéndose en un experto en explosivos. Durante su estancia en España presumía de ello con reiteración ante sus amigos.
Llegó a España procedente de Alemania e Italia. Nada más llegar, comenzó a trabajar como pintor ocasional de brocha gorda, lo que le servía de coartada, pero sin olvidar sus "deberes" religiosos. Esto fue causa de que, a los pocos días de su arribo, comenzara a ser investigado por la policía española por sus relaciones con la Yihad islámica. Desde entonces, se le hizo un seguimiento con grabaciones de sus encuentros y conversaciones telefónicas, que terminó con su inclusión en las diligencias previas 53/2002 que instruyó el juez Baltasar Garzón, titular del Juzgado Central de Instrucción Número 5, "como líder de un grupo vinculado Al Qaeda".
Según las investigaciones policiales, Mohamed el Egipcio estuvo en España desde enero de 2001 hasta el 27 de febrero de 2003, en que se trasladó a París. También la policía tiene constancia de que el Egipcio estuvo en España dos meses antes de los atentados del 11-M, y que sacó un billete para la localidad aragonesa de Tarazona (Zaragoza). Fuera de estos datos, los investigadores no tienen otro rastro de El Egipcio hasta después de los atentados del 11-M, cuando fue identificado fotográficamente por un testigo como uno de los visitantes de la casa de Morata de Tajuña, donde se prepararon los explosivos del atentado de Madrid. También a raíz de las declaraciones de algunos de los detenidos que lo implicaron en la trama terrorista.
Sus contactos y amigos personales en España eran Fouad El Morabit Amghar y Basel Ghayoun. Estos dos fueron detenidos por la policía tras la masacre del 11-M, uno como colaborador con banda armada y el otro como autor material de los atentados. El primero de ellos, Fouad El Morabit Amghar, es un marroquí, de 28 años, nacido en Nadhor e ingeniero electrónico; el segundo, Basel Ghayoun, es un sirio, de 25 años, nacido en Homs y amigo de Jamal Zougam (el propietario del locutorio de Lava pies).
Los dos grandes amigos de Mohamed, El Egipcio, trabajaban como obreros de la construcción en Ugena (Toledo), donde fueron detenidos por la policía a raíz de los atentados del 11-M. Ambos vivían juntos en un local del barrio madrileño de La Concepción, que les fue alquilado por otro de los implicados en los atentados del 11-M, el hispano-sirio Almayah Dabas, un técnico en electrodomésticos según la Audiencia Nacional. Estos parecen haber sido los "contactos personales de Mohamed el Egipcio con el fin de reclutar a ciudadanos sirios para su célula durmiente”.
Precisamente, la policía consiguió localizar a el Egipcio en Italia gracias a las declaraciones judiciales de sus dos amigos tras su detención. En concreto, Fouad El Morabit declaró que Rabei Osman Sayed se encontraba en Milán y facilitó su teléfono y domicilio familiar. También el teléfono móvil de El Egipcio apareció en la agenda telefónica que los cuerpos de seguridad incautaron al sirio Basel Ghayoun.
Durante el periodo en que Mohamed el Egipcio estuvo en España, se convirtió en un islamista radical "de reconocido prestigio entre sus acólitos". Fue el jefe de un grupo islamista. Mantuvo una estrecha relación con Serhane Ben Abdelmajid, el Tunecino, considerado como el ideólogo, director y coordinador de los atentados del 11-M y que falleció —junto a seis personas más— en la “inmolación” el pasado 3 de abril en un piso de Leganés. El Tunecino vivía en Madrid desde 1996, fecha en la que llegó para estudiar Económicas en la Universidad Autónoma de Madrid gracias a una beca de la Agencia Española de Cooperación.
El Egipcio y el Tunecino frecuentaban con asiduidad la Mezquita de Abu Baker, en el barrio madrileño de Tetuán, donde colaboraban con Imad Eddin Barakat Yarbas, alias Abu Dahdah, en el reclutamiento de islamistas para la causa terrorista. Se daba la coincidencia que el Tunecino, trabajaba en una empresa de compra-venta de pisos cercana a esta mezquita.
Según la policía, Mohamed el Egipcio tenía una gran influencia y ascendencia sobre el Tunecino y ambos crearon la estructura de la célula de Al Qaeda en España. Para ello, se apoyaron en grupos de radicales islámicos, entre los que destacan: Alianza Islámica y los Soldados de Alá. Al final, utilizaron a grupos de delincuentes comunes, algunos convertidos al Islam en las cárceles españolas.
Abdennabi Kounjaa trabajaba de encintador o pastero, una labor que consiste en finalizar las obras de pladur. El marroquí se trasladó de Madrid a Algeciras como empleado de uno de sus hermanos, que es propietario autónomo de una pequeña empresa que se dedica a poner tabiques especiales. Abdennabi no fue el único de la familia Kounjaa que estuvo en Algeciras: otros tres hermanos, incluido el propietario de la empresa, trabajaron de manera más o menos ocasional en la ciudad andaluza.
Los cuatro hermanos, además de otros tres marroquíes, vivían en el piso de la calle Carlos de Luna. La vivienda no estaba alquilada por ellos, sino por la compañía que había subcontratado a la empresa de la que es dueño uno de los Kounjaa. Se trata de un procedimiento habitual para facilitar el alojamiento de los trabajadores, la mayoría de ellos inmigrantes. Así pues, entre unos seis y ocho obreros —la cifra solía variar—, además del encargado de obra, vivían en el piso de grandes dimensiones, donde cada uno de ellos ocupaba una habitación.
Entre sus compañeros, era conocido por "El Barbas". Una vez producido el desenlace con el suicidio colectivo de Leganés, los únicos en reclamar el cuerpo de los fallecidos fueron los familiares de Abdennabi. La policía ha sabido por sus compañeros de trabajo, que, a diferencia de sus hermanos, Abdennabi daba "cada dos por tres" cobijo en su habitación a hombres que, según decía, eran familiares suyos que iban o venían de Marruecos. También ahora encuentran explicación a las numerosas ocasiones en que Abdennabi Kounjaa no acudía a la obra porque decía haberse marchado de viaje a Madrid o a Marruecos. Los desplazamientos hasta la capital de España los hacía en tren o autobús, ya que no tenía coche, a diferencia de sus hermanos, uno de ellos propietario de un Mercedes y otro de un BMW.
"El Barbas" estaba considerado como un "solitario", un "bicho raro". Apenas hablaba con sus compañeros de obra. "Se dedicaba a trabajar y era un buen ‘pastero’; bueno, los días que venía, porque de una semana a lo mejor estaba sólo dos jornadas, y el resto, desaparecido.” Y si saludaba —dicen quienes lo conocieron en Algeciras— es porque antes le habías dicho "hola", si no, ni una palabra. No obstante, era correcto y, sobre todo muy, pero que muy religioso".
En el piso, su comportamiento era el mismo. Aunque con sus hermanos tenía algo más de trato, lo cierto es que Abdennabi Kounjaa solía permanecer casi siempre encerrado en su habitación. Sólo salía a las horas de la oración o a comer. Nunca se le oyó hablar de política o religión, ni siquiera con los individuos que alojó en su habitación. Todos ellos llegaban siempre por la noche, incluso su mujer y su hijo, quienes días antes de las pasadas Navidades durmieron en la casa para, a la mañana siguiente, trasladarse a Marruecos.
Días antes de los atentados del 11-M, Kounjaa desapareció de Algeciras. En esta ocasión, al igual que en las anteriores, se llevó sus pertenencias, porque todas cabían en una bolsa. Quienes fueron sus compañeros de obra volvieron a ver el rostro de "El Barbas" en un periódico malagueño que publicó las fotografías difundidas por el Ministerio del Interior de los presuntos autores de la matanza bajo un titular en el que se reclamaba la colaboración ciudadana.
Según las versiones policiales, las huellas de Kounjaa fueron encontradas en la furgoneta "Kangoo" —en la que presuntamente se transportaron las bombas— y en la casa de Chinchón, donde supuestamente se confeccionaron. Según las mismas fuentes oficiales, dentro de la célula el marroquí fue también el encargado de crear una "estructura de seguridad" para los implicados en la matanza, y como se ha sabido ahora, también en varios lugares de Andalucía.
Allekema Lamari: nació en Argelia el 10 de julio de 1965. Llegó a España en 1997 y ese mismo año fue detenido en Valencia durante una operación policial contra una célula del Grupo Armado Islámico (GIA). El 26 de junio de 2001 fue condenado por la Sección Tercera de la Audiencia Nacional a un total de 14 años de prisión acusado de implicación en el terrorismo islámico. En particular, se le impusieron 10 años de cárcel por pertenencia a banda armada, dos años por tenencia de armas y otros dos por tenencia de útiles para la falsificación de documentos.
La misma Sección Tercera le puso en libertad el 29 de junio de 2002, 25 días antes de recibir la sentencia del Supremo que le rebajó la condena a nueve años y medio, al considerar que la Audiencia no había acreditado suficientemente las razones por las que le había impuesto las penas más graves previstas.
Sin embargo, según los analistas del centro, este argelino abandonó la prisión, tras cumplir su condena, mucho más radicalizado de lo que había ingresado. Entre los analistas del CNI existía el pleno convencimiento de que Lamari, tras salir de prisión, intentaría vengarse por su encarcelamiento.
En septiembre de 2003 los agentes del CNI detectaron una comunicación de Lamari en la que proponía a otros elementos de nacionalidad argelina la comisión de atentados en España, según detalla Casimiro García-Abadillo en su libro '11-M,La Venganza”.
Según reportó posteriormente “El Mundo”, en su edición del 25 de noviembre de 2004, ninguno de los tres magistrados que en 2002 excarcelaron a Allekema Lamari pudieron explicar por qué pusieron en libertad dos años antes de lo debido al terrorista argelino, que está considerado uno de los cerebros de los atentados del 11-M.
"En mi memoria no encuentro un solo dato", "es difícil recordar el proceso material que llevó a esa decisión", "cada mes se resuelven entre 10 y 20 peticiones de libertad, buena parte de ellas de personas con nombre extranjero" son las contestaciones que han dado los magistrados al Consejo General del Poder Judicial, que les pidió informes individuales sobre la puesta en libertad de Lamari.
Según el mismo reporte, “Luis Martínez de Salinas y Ángela Murillo han presentado un escrito de 10 líneas exactamente igual. Francisco Castro Meije se limita a un relato cronológico en el que sugiere cierta responsabilidad de la Fiscalía, pero no explica su conducta.”

[1] En su significado más general, causa es la relación entre dos cosas en virtud de la cual, la segunda cosa no puede ser sin la primera. En sentido aristotélico, causa material es todo aquello con lo que se ha hecho una cosa o realizado un acto.
[2] El Juez Juan del Olmo ha dicho que los primeros contactos para la obtención de dicho material, a finales de 2003, se establecieron entre Rachid Aglif y los confidentes de la Guardia Civil y de la Policía, Rafa Zouhier y el ex minero José Emilio Suárez Trashorras, respectivamente.
http://www.libertaddigital.com:83/php3/noticia.php3?fecha_edi_on=2004-07-24&num_edi_on=1420&cpn=1276228142&seccion=ESP_D
[3] A propósito de esta denuncia de “Nayo”, el 24/02/05 el periodista Federico Jiménez Losantos —ocasional aliado de Pedro J. Ramírez en la tarea de expulsar del gobierno al P.S.O.E.— escribió en “Libertad Digital” que los 500 Kg. de goma 2 que, según el “Nayo”, Suárez Trashorras había escondido en la zona de Illas, eran los mismos que a fines de febrero de 2004 la policía incautó a E.T.A. en la furgoneta interceptada por la Guardia Civil en Cuenca. Más adelante veremos que esos 506 Kg. incautados no eran dinamita Goma 2 “Eco”, sino “cloratita”, un explosivo casero hecho en base a clorato de potasio y azufre. Así escriben la historia los sofistas y rufianes al servicio de la burguesía.  

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