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Diario de León
marco romero | león 29/09/2012
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Los vecinos de la aldea gallega de Teilán escucharon dos ráfagas de tiros. La primera, letalmente certera, fue dirigida hacia Bernardo Álvarez Trabajo, apodado entre los grupos guerrilleros como Gasta. La segunda serie de disparos acabó con la vida de Manuel Fernández Soto, aliascoronel Benito. Estaban desprevenidos, atándose los zapatos, aseándose...; tranquilos porque no sospechaban que el tercer hombre que se encontraba refugiado en el monte con ellos iba a convertirse en su verdugo. Un infiltrado apodado comandante Félix—su nombre real era Francisco Cano Román— encontró el momento a las doce de mediodía del 22 de junio de 1949. Su misión ese día era la de fulminar a tres de los resistentes con mayor influencia en la guerrilla. Lo consiguió de manera inmediata con dos. A Elías López Armesto, alias Pájaro, le dejó malherido por un disparo, pero pudo huir. Un mes más tarde, un pastor encontraría su cadáver devorado por las alimañas. Todos fueron enterrados en el cementerio de Teilán. Según consta en el acta de enterramiento, a seis metros del muro este y muy cerca de la puerta norte.
Esta información, aunque parecía imprecisa, ha sido determinante para destapar el amargo episodio que han padecido durante decenios los familiares de Bernardo Álvarez. Es el único cuerpo que se ha exhumado por parte de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH). El de Manuel Fernández Soto, aunque localizado, se ha vuelto a inhumar puesto que no se localizan familiares directos, mientras que el de López Armesto no ha sido encontrado. Los trabajos para recuperar los restos se han desarrollado en la parroquia gallega desde el pasado lunes. El martes, Santiago Álvarez, hijo de Gasta, presenciaba «contenido» cómo los voluntarios de la ARMH localizaban y extraían el cadáver inconfundible de su padre. Unos característicos zapatos de ante y el dedo índice fracturado por un disparo —esta apreciación constaba en la autopsia— fueron indicios suficientes para atribuir la identidad del cadáver. «Es muy difícil explicar lo que se siente en ese momento, pero es algo así como decir: ¡jo!, por fin lo he encontrado», relata Santiago Álvarez desde Pamplona, donde reside actualmente. Su vida ha sido «la de un hijo sin padre», como él mismo describe, y nunca imaginó que esa inquietud interior que ha arrastrado desde siempre acabaría algún día.
Pero ocurría esta semana gracias a un cúmulo de casualidades que ni él mismo es capaz de entrelazar de manera ordenada. Esta historia arranca en el 2006. Por casualidad, Cristina Pimentel Huerga, descendiente directa del guerrillero, acudió a la exhumación de una fosa en León para documentar un trabajo audiovisual. Allí se enteró que dos semanas antes se había localizado en Galicia el paradero de varios resistentes, entre ellos el del leonés Bernardo Álvarez. «En mi casa nunca se comentaba nada de esto; para nosotros la tía Socorro —esposa del guerrillero berciano— era la tía viuda, sin más. Es un asunto duro, pero esperé el momento oportuno y llamé a mi primo Santiago, con el que no tenía contacto, para comunicarle el hallazgo de los restos de su padre. Se puso emocionado y contento y claro que autorizó la exhumación. Siempre quiso hacerlo, pero no sabía por dónde empezar a buscar», narra Cristina con el orgullo de quien ha puesto su grano de arena para restituir la memoria de un familiar represaliado. Todo lo demás fue un camino abrupto, pero bien allanado por los responsables de la ARMH, quienes han documentado históricamente este episodio.
«Era una zona que no estaba alterada y fue relativamente fácil encontrar los restos», admite el vicepresidente de la asociación, Marco González. Tres meses antes de proceder a este trabajo conocieron la causa 222/49, que afecta a los tres guerrilleros asesinados aquella primavera de 1949, pero desconocían que hubiese familiares con interés en reclamar la apertura de las fosas. González explica que los huesos se encuentran ahora en el laboratorio de la ARMH, en Ponferrada, para ser catalogados y contrastar si los traumas y demás indicios coinciden con las actas de defunción y enterramiento. Después de concluir este protocolo, se realizarán las pruebas de ADN.
El historiador Alejandro Rodríguez, por su parte, explica la trascendencia social y política de Bernardo Álvarez, siempre vinculado a los movimientos obreros y al Partido Comunista. Ya en 1934 es detenido en una causa abierta en Bembibre. En la guerra participó en las filas gubernamentales. Por ello fue condenado a muerte y después indultado. Se casó en Madrid y volvió a León, retomando el oficio familiar de panadero. En 1948 logró escapar tras ser descubierta su actuación como enlace con los grupos guerrilleros del Bierzo Alto. «El día que le fueron a buscar a la panadería, salió corriendo por el patio, saltó una tapia y huyó. Fue la última vez que la familia le vio con vida», relata Cristina.
El único hijo de Bernardo esparcirá ahora sus cenizas por el mismo camino que tomó en busca de libertad.
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