martes, 24 de marzo de 2009

EL MANUAL DEL TÍO TONI ( EL TÍO FAMOSO, DE NANAL, EL FAMOSO TENISTA

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Contaba Toni Nadal en su momento, en una de las primeras presencias de Rafael Nadal en el Abierto de los Estados Unidos, que uno de los motivos de que no llegase más adelante en el torneo había sido la mala predisposición, las continuas quejas sobre las características de las pelotas.
"No las van a cambiar, tendrás que adaptarte a ellas", vino a decirle su tío y entrenador.
El hoy número uno del mundo aún no había terminado de asimilar las enseñanzas del hombre que, entre otras muchas cosas, le aconsejó desde chico que nunca debería tirar la raqueta al suelo, que eso era un síntoma de mala educación y de falta de respeto hacia el tenis, los compañeros y los espectadores.

"Para ser feliz hay que ser austero", dice Toni Nadal en una entrevista publicada por Juan José Mateo en la última página de 'El País' el pasado 2 de agosto.
"En esta vida hay que aprender a conjugar el verbo aguantarse.
Yo me aguanto, tú te aguantas y él...", prosigue Toni.
"Y eso es lo que no hace la gente hoy en día. Todo son pegas.
Sin darle un concepto religioso, la gente es menos sacrificada.
Eso es lo que he intentado transmitirle a Rafael.
Le digo: 'Aunque a ti te vayan las cosas muy bien, aunque tengas dinero y éxito, tendrás que aguantarte, porque habrá cosas que no podrás controlar.
Morirá un familiar.
Te dejará la novia.
Y te tendrás que aguantar".

La final de Indian Wells fue así un escenario ideal para poner en práctica el manual de estoicismo de Toni Nadal, un hombre cuya cuota de responsabilidad en el tallado del joven triunfador es mucho más alta de la que corresponde a la inmensa mayoría de los entrenadores del circuito con sus respectivos pupilos.
La suya es una formación integral, de la que sacará provecho a lo largo de toda su vida, mucho después de colgar la raqueta.

Rafael Nadal peleó ayer en la final de Indian Wells contra Andy Murray y contra los elementos. Terminó por ser más obstinada la presión del viento que la resistencia del número cuatro del mundo, superado por las circunstancias adversas. Consciente de que el vendaval no se iba a detener por muchas malas caras que le pusiese o por muchos monólogos que articulase, el campeón se puso a trabajar para hacer frente a las incomodidades, que son muchísmas en este deporte cuando el aire se pone en agitado movimiento.

El español juega desde hace bastante tiempo con protección para sus rodillas, depende notablemente de su condición física y es capaz de disputar partidos con bastante dolor.
Así lo hizo, por ejemplo, en el último torneo de Wimbledon, donde debió de jugar infiltrado desde la segunda ronda.
Lo ganó, como es sabido,
en aquella maravillosa final contra Roger Federer.

No era muy mayor Nadal, porque él empezó a ganar pronto, cuando ganó un torneillo de alguna importancia, de lo que empezó a presumir.
El tío Toni lo llamó un día a capítulo y le enseñó la lista de los ganadores de aquel torneillo y le dijo. Mira bien la lista de los ganadores del citado torneo:
¿Y dime?
Cuantos de los ganadores que ves aquí han llegado a algo?
Miró y no vió a ninguno.
Dejó de presumir de inmediato, de éste y de otros, y se dedicó a jugar


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