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Tomado de Intereconomía
Crisis.
Quizá es la palabra más repetida por los medios de comunicación de todo el mundo en 2008. Crisis inmobiliaria, crisis financiera... crisis en Estados Unidos, crisis en Europa... en definitiva, crisis mundial. En la famosa película "Wall Street" del año 87, el protagonista, un joven broker, gritaba "somos invencibles". En los tiempos que corren, esta afirmación resulta especialmente irónica. Pero, ¿qué ha pasado en el centro financiero del mundo que ha arrastrado al abismo a cientos de empresas de todo el planeta?.
Todo parece haber empezado cuando en 2001, tras los atentados del 11 de setiembre, la Reserva Federal de Estados Unidos recortó drásticamente los tipos de interés del 6,5% al 1%. El objetivo, facilitar los créditos, poner dinero en la calle y reactivar la economía norteamericana. El sector que más creció con esta medida fue el inmobiliario. Se disparó la concesión de hipotecas por parte de los bancos. En los años siguientes, y ante la demanda, el precio de las viviendas empezó a subir.
Esto llevó a muchos a la especulación: se endeudaban para comprar una casa, esperaban que subiera el precio, la vendían, con ese dinero pagaban la deuda y se endeudaban de nuevo para comprar otra. El fenómeno, se conoció como ‘burbuja inmobiliaria’. En marzo de 2007, apareció otro término que,
poco a poco, se convertiría en habitual: "hipotecas subprime". Fue la mecha que provocó el actual incendio. Las subrpime o hipotecas basura son créditos otorgados por los bancos a un interés superior a la media sin sopesar la capacidad de pago de sus clientes. La bonanza económica trajo consigo un incremento de la inflación.
Para frenarla la Reserva Federal de Estados Unidos empezó a subir los tipos de interés. Entonces, obtener créditos ya no era tan fácil, la demanda de viviendas cayó y, con ella, los precios y... la burbuja se desvaneció. Esta situación arrastró a bancos, que no podían cobrar sus créditos hipotecarios, a inmobiliarias, a constructoras...
La crisis entró en Wall Street de diversas maneras. Una de ellas, fue que las compañías en quiebra no podían pagar sus deudas con los grandes bancos. Pero el contagio se dio, sobre todo, a través de bonos de alto riesgo. Un bono es el título de una deuda que emite una empresa a cambio de dinero en efectivo. La empresa se compromete a devolver a los inversores su capital más los intereses. Años antes, los bancos podían emitir bonos que estuvieran respaldados por las subprime, y que resultaban muy suculentos por sus altos intereses. Pero la gente dejó de pagar y el valor de los bonos se desplomó.
La crisis financiera afectó a las bolsas mundiales, con un "octubre negro" en el que se lograron récord de subidas pero sobre todo caídas estrepitosas de valores otrora sólidos, que traían a la memoria el "crash" de 1929. El último trimestre de 2007, Citigroup, el mayor banco comercial de los EE.UU., había perdido 9.800 millones de dólares. En abril de 2008, Bear Stearns, el quinto banco de inversión de Norteamérica, tuvo que admitir que debía 48.000
millones de dólares, dinero que estaba en bonos subprime.
Un mes después lo compró el JP Morgan antes de que se declarara en bancarrota. Los más golpeados fueron los emblemáticos bancos de inversión de Wall Street, como Lehman Brothers, que se declaró en bancarrota tras 158 años de vida financiera, Merril Lynch, que fue comprado por el Bank of America antes de que hiciera lo mismo y el desplome de Washington Mutual. Semanas antes, los gigantes hipotecarios Fannie Mae y Freddie Mac tuvieron que ser ’salvados’ por el Gobierno debido a que su caída iba a afectar al 50% del mercado de viviendas de los EE.UU.
El virus de las subprime enfermó a cientos de bancos en todo el planeta, sobre todo a los europeos que, tras complicadas operaciones financieras, también tenían dinero en bonos enfermos. Países como el Reino Unido, España e Irlanda, que crecieron por encima de la media europea por el auge inmobiliario, encogieron sus economías. Otros, como Alemania, Francia o Italia, sintieron en su industria y la banca la falta de circulante. Destacaron las pérdidas del suizo UBS, el mayor banco afectado por las "subprime", y los problemas de Hypo Real Estate, Fortis y Dexia.
Los principales bancos centrales y los gobiernos se vieron obligados a actuar de forma conjunta para detener el desplome bursátil e inyectar liquidez a los mercados con el fin de dar confianza a los inversores. Las nacionalizaciones, intervenciones, inyecciones de capital y ayudas estatales de los reguladores y de los organismos multilateales se convirtieron en 2008, especialmente en el último trimestre, en tabla de salvación para muchas entidades financieras. En septiembre, EEUU lanzó un rescate financiero de 700.000 millones de dólares, ampliado semanas después con más fondos, y los gobiernos de la eurozona siguieron el ejemplo con otro de casi dos billones de euros para salvar a las entidades en peligro.
En noviembre, se reunieron en Washington los países del G-20 para trazar un plan global anticrisis, en vista de que las perspectivas del FMI y otros organismos multilaterales degradaban la actividad económica mundial en el último trimestre del año y para 2009. Además de la banca, otros sectores comenzaron a contagiarse de la escasez de crédito y sus cuentas trimestrales revelaron pérdidas o raquíticos beneficios, con la consiguiente destrucción de empleo.
El automovilístico se vio dañado en la primera parte del año por los altísimos precios del petróleo, que hizo caer la demanda y las cuentas de las grandes compañías, reduciéndose drásticamente la producción y elevando el paro. Las estadounidenses General Motors, Ford y Chrysler sufrieron como nadie la crisis. El crudo se disparó hasta julio a golpe de récord en los mercados internacionales, llegándose a vender el barril en Londres y Nueva York a más de 147 dólares, pero la reducción de la actividad económica empujó a la baja los precios hasta llegar a finales de año en torno a los 40 dólares. Ante esta situación, nada es halagueño.
El Fondo Monetario Internacional, ha reducido sucesivamente a lo largo del año su previsión de crecimiento mundial para 2009. El descalabro financiero desatado por la crisis hipotecaria en EEUU se ha extendido a todo el planeta, en un año en que la recesión económica se ha instalado en los países industrializados y amenaza con ser profunda en 2009. Ni gobiernos ni organismos multilaterales han podido frenarla... Es la historia del desastre que acabó con toda una manera de hacer negocios en EE.UU.
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