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Mundo caza -
Envenenan los perros del campeon de España de caza menor
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Fuente: El Diario El Mundo. Paco Rego.
Noche de llanto en Castillejo de Robledo. A Alberto, primera escopeta de Castilla y León, le han matado a los perros. Se los han envenenado a la vera misma del coto. Nadie escuchó nada, nadie vio a nadie. Nadie sabe nada.
Tras aparcar su Renault Scénic a unos 30 metros del cazadero soriano, donde al día siguiente (sábado, 8 de noviembre) iba a celebrarse el 40 Campeonato Nacional de Caza Menor con Perro, el tirador le dio de comer a Tucker y Fina. El setter inglés y la podenca, que viajaban dentro de un remolque, se zamparon los espaguetis y el pienso y se echaron a dormir.
Fue su última cena. «No sé si iban a por mí o si lo que querían era cargarse el campeonato». Alberto, aún apenado, dispara al aire. No apunta a nadie. Habla en plural. —¿Sospecha usted de alguien? —Bueno, tengo la sensación de que quien lo sabe vino a darme una palmadita de pésame en el hombro. Un aroma de vieja película de mafia contamina el ambiente. Dos perros en un frigorífico, congelados para la necropsia. Él se llamaba Tucker. Ella, Fina. Salchichas con estricnina. Un hombre, cazador laureado, llora con desconsuelo. La noche se hizo más oscura sobre el último Campeonato Nacional de Caza. Esta vez ha sido un sabotaje con dos víctimas mortales y una sensación de lo más criminal.
El año pasado el escándalo se cebó con una de las mejores escopetas nacionales. Tufo de trilero. Francisco Fernández Sierra, 41 años, un mito de la especialidad (cuatro veces campeón de España), fue cazado in situ y descalificado por llevar, certificó el juez, perdices muertas escondidas en su chaleco. La noticia, sin precedentes, corrió por los cotos de media Europa. Pero esta vez las cosas han ido mucho más lejos. Alguien (solo o acompañado) asesinó a sangre fría a los dos perros del joven vallisoletano.
Fina, cuatro años, alegre, cariñosa, educada, recuerda su dueño, iba a estrenarse en un campeonato de España. Tucker, cinco años, ducho en competiciones, «un psicólogo que me entendía con sólo la mirada», era el reserva. ¿El precio? «No tenían precio», espeta categórico Alberto. «A Fina la tasaron en una ocasión en 2.500 euros. El otro podría alcanzar los 3.000.Pero no todo es dinero. ¿Y la pérdida afectiva? ¿Cómo se valora eso? Un cazador, por bueno que sea, no es nada, nada sin sus perros». No es de extrañar, pues, que Alberto Bergaz Vélez, operario de Fasa-Renault de 31 años y cazador desde los 14, dude hacia dónde tirar. Está desconcertado. Sin ánimos para volver al campo y medirse con las perdices, los conejos y las liebres.
Y lo que es peor aún: no confía demasiado que a esa mano anónima que le ha privado para siempre de sus dos fieles compañeros de caza se le ponga nombre y apellidos. «MENUDO PÁJARO» «Hay sospechas, hay hipótesis… No puedo decirle más».
El secretario de la Real Federación Española de Caza, Santiago Ballesteros, no se atreve siquiera a trazar un hipotético perfil del autor de la matanza. No así los cazadores consultados por Crónica, quienes apuntan —casi todos— hacia una escopeta de Castilla y León. «Menudo pájaro es el tipo», suelta un tirador de Valladolid. «Quiere ganar como sea. Le da unas hostias a cualquiera sin mayor problema. Las ha tenido gordas con mucha gente. Es un resentido». ¿Lo sabe la Federación? «De sobra», tercia otro cazador. «Otra cosa es que quieran hacer algo…».
Martes, 11. 17.00 horas. Las muestras extraídas de Tucker y Fina, cuyos cuerpos permanecen enfriados en la clínica veterinaria Loboscop (Aranda del Duero), salen por carretera hacia Madrid. Su destino es el Instituto de Toxicología de Majadahonda, donde estarán custodiados durante tres meses. Es el tiempo del que dispone el juez para decidir si autoriza o no el análisis de sus vísceras. Sólo así se podrá saber con certeza el tipo de veneno —todo apunta a la estricnina— que los ha matado.
Un kilo de salchichas tóxicas, recogidas por la Guardia Civil, esparció el desalmado sin rostro por el coto de Castillejos de Robledo. «Pongo la mano en el fuego a que no ha sido nadie del municipio», asegura el alcalde popular, José Manuel García Valle. Se da la circunstancia que el propio edil hace las veces de cuidador y guarda del Centro de Prácticas Cinegéticas de la localidad, donde la noche anterior cenaron los cazadores que al día siguiente participarían en la competición, y del acotado en el que se produjeron los envenenamientos. El mismo lugar, Castillejo de Robledo —cuenta el Cantar del Mío Cid— donde las hijas del Campeador, Sol y Elvira, fueron ultrajadas por sus maridos. Y hoy, el sitio donde la caza deportiva ha sufrido la mayor afrenta.
Más suerte corrió la perra setter del vasco Mikel Torné, uno de los 16 participantes en la prueba nacional (Alberto no pudo competir). Los vómitos que le produjo una improvisada papilla de arena y coca cola, suministrada por su propio dueño durante la competición, reanimaron al animal. Se salvó de milagro.
Para la ley española, la muerte provocada de Fina y Tucker es un delito. Y como tal, el delincuente se expone a una pena de hasta tres años de cárcel, además de una sanción económica (depende del juez) y la retirada de la licencia por parte de la Federación Española de Caza. «A mí no me parece tanto castigo. El que asesina o maltrata a un animal es capaz de cualquier cosa». El lamento tiñe de rabia las palabras de Alberto.
El cazador rebobina, golpea la mesa con el puño, se desespera. Regresa a la noche triste. Eran las 11.45. «Oí un sacudido, abrí la puerta del remolque y vi que la podenca estaba muy tensa. El setter jadeaba ya muy fuerte, con espasmos. Le metí un litro de aceite por la boca para que vomitase. Pero ya era tarde. Murió allí mismo, en mis brazos. Como el setter aún respiraba, me lo lleve en el coche a un veterinario de Aranda del Duero. A las cinco de la madrugada el corazón se le paró». Según ha sabido Crónica, en los estómagos de los dos perros asesinados todavía estaban intactas las salchichas envenenadas que alguien había introducido a través de los agujeros del remolque por los que Fina y Tucker respiraban. El ambiente entre los cazadores es espeso. Claman justicia. Saben que alguien de los suyos ha puesto al gremio en cuarentena. Un millón en toda España. ¿Fin del juego limpio? Alberto dispara: «Que la muerte de Tucker y Fina no quede impune. Que pague la mano negra…».
Con información de Leonardo de la Fuente.
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