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Roberto Moreno es el mayor coleccionista de relojes de Losada - RAQUEL P. VIECO
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El reloj de la Puerta del Sol, donado por el cabreirés José Rodríguez de Losada, cumple 150 años dando la hora en la Villa en el 2015 mientras continúa la incógnita sobre la relación del relojero leonés con el Big Ben londinense tras 155 años .
El Ayuntamiento de Madrid no ha tenido el detalle de dedicarle una calle a Losada, autor y donante del reloj que lleva siglo y medio dando la hora en la capital y los cuartos y campanadas más esperados del año
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ANA GAITERO | LEÓN 21/12/2014
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El reloj de la Puerta del Sol lleva casi 150 años dando la hora en Madrid. Millones de personas están pendientes de sus cuartos cada Nochevieja para recibir al Año Nuevo con las doce uvas. Siglo y medio después de que la compleja maquinaria de relojería que lo rige fuera instalada en la torre de Correos, después Gobernación y ahora Comunidad de Madrid, parece casi anecdótico que su constructor fuera un leonés, el cabreirés José Rodríguez de Losada, quien donó el reloj al Ayuntamiento de León.
Sin embargo, se trata de la obra de uno «los paisanos más ilustres de la España del siglo XIX», afirma Roberto Moreno, el hombre que más sabe del relojero que nació en el pueblecito de Iruela (Truchas), en La Cabrera Alta, en 1797 y murió en Londres en 1870, donde se instala como relojero treinta y cinco años antes. «Este hombre se dedicaba a algo que en su tiempo era tecnología punta y eso son palabras mayores», subraya el químico madrileño que hace dos décadas publicó el estudio más completo sobre Losada.
«La máquina de vapor fue entonces muy importante, pero que nuestros barcos supieran su situación era importantísimo y no fue él quien descubrió el cronómetro marino, toda la Armada Española llevaba sus cronómetros», subraya.
Cómo y dónde aprendió el arte es todavía una incógnita. Pero que llegó a ser un cronometrista y relojero de prestigio en la capital británica, así como reconocido en España no hay duda. Despachó un total de 6.200 relojes de los que existe constancia, según quien es además de su mayor conocedor el principal coleccionista de relojes con la famosa firma de J. R. Losada. Londres. «No sólo suministró cronómetros a la Marina Española, hay un cronómetro suyo en el Observatorio de Greenwich», indica Moreno quien no considera descabellado que Losada llegara a intervenir en la última fase de la construcción del Big Ben, como se conoce al reloj instalado en la torre de Westminster en Londres en honor a Benjamin Hall, político que promovió la reconstrucción del parlamento tras el incendio que sufrió en 1834.
En 2014 se han cumplido 155 años desde que echaron a andar sus agujas en las cuatro esferas de la torre. La única referencia que Roberto Moreno ha encontrado sobre la intervención de Losada en este reloj es un artículo de Público de Nela Domenech. «Tiene coherencia», afirma sobre tal hipótesis. Un relojero inglés llamado Dent fue el encargado de construir el Big Ben, pero murió en 1853, antes de finalizar el monumental reloj. «Los ingenieros británicos contaron con un español, José Rodríguez Losada nacido en 1897 en Iruela (León) para finalizar la obra», señala Nela Domenech. «Dent y Losada iban a la par en sus gestas para medir el tiempo y hacer cronómetros o aparatos de precisión, pero ninguno de ellos encontró en sus sucesores profesionales a su altura», añade. De hecho el hijastro de Dent habría sido incapaz de finalizar la magna obra del reloj más famoso del mundo, como tampoco mantuvo la tradición el sobrino que sucedió a Losada en el taller de Regent’s Street, donde estuvo instalado el cabreirés desde 1847 hasta su muerte.
El leonés habría llegado a Londres en 1835 y desde muy pronto se le conoce establecimiento de relojería. Lo que está comprobado es que salió de España en 1828 huyendo de las persecuciones de Fernando VII a los liberales. Fue gran amigo de José Zorrilla, el poeta romántico, cuyo padre era el jefe policial responsable de las persecuciones absolutistas contra los liberales.
Tras pasar por Francia y permanecer en París por algún tiempo acaba en Londres. Las dos capitales europeas eran las que reunían a los expertos más prestigiosos en el arte relojero en aquel tiempo antes de que Suiza se convirtiera en el centro por excelencia de relojería en el continente.
La leyenda envuelve la vida de José Rodríguez de Losada, quien en realidad toma su segundo apellido de la jurisdicción de Quintanilla de Losada a la que pertenecía Iruela en aquel tiempo. Sus padres fueron Miguel Rodríguez y María Conejero, vecinos de Iruela. Según Eloy Benito Ruano fue el mayor de diez hermanos. La inexistencia de fuentes documentales primarias hacen imposible reconstruir su infancia, pero la ‘historia’ que ha calado, la del pastor que huyó del pueblo tras perder una o varias reses de ganado por miedo al castigo, es la que cuenta Matías Rodríguez Díaz en su historia de Astorga y se encargan de propagar con licencias literarias obras como Donde las Hurdes se llaman Cabrera de Ramón Carnicer y La Esfinge Maragata de Concha Espina.
«No existe evidencia documental que permita confirmarla ni tampoco rechazarla», dice Roberto Moreno, quien hace notar, no obstante, que «el oficio de pastor no encaja suficientemente bien en una persona medianamente instruida en la Iruela de principios del siglo XIX». Está comprobado que J. R. Losada no era analfabeto. El Observatorio de la Marina de San Fernando guarda abundante documentación autógrafa «en la que se advierte una gran soltura» aunque la redacción «es pobre» y comete numerosas faltas de ortografía de las cuales es consciente. Tampoco cuadra con el oficio de pastor su paso por el ejército, del cual queda constancia en el expediente que se abrió en 1864 para nombrarle Caballero de la Orden de Carlos III.
«Sería posible que el origen de esta profesión fuera consecuencia de una movilización forzosa o voluntaria en la Guerra de la Independencia» a cuya finalización, en 1814, Losada contaba 17 años de edad.Además, «la profesión militar podría esclarecer el desarrollo y periplo de sus actividades como relojero en Londres», añade Moreno.
Los documentos de la Marina contienen muchas discusiones técnicas que ponen en evidencia el gran conocimiento que el leonés tenía del arte relojero e incluso de los «conceptos astronómicos necesarios y relativos a la fabricación de cronómetros marinos y péndulos astronómicos arreglados al tiempo sidéreo». La ciencia, en España, siempre estuvo en el ámbito castrense y especialmente en aquel tiempo. Por ello se especula con que Losada pudo haber estado destinado en una Maestranza, pero de nuevo aquí se topan las hipótesis «razonables» con la ausencia de documentación que las avale.
La niebla, tan característica de Londres, empaña la biografía de José Rodríguez de Losada. Pero sus relojes brillan y dan la hora siglo y medio después con claridad meridiana. «Si tuvo o no que ver con el Big Ben habrá que investigarlo bien, pero lo cierto es que uno de sus relojes, el de la catedral de Málaga tiene el mismo sistema de escape de gravedad que el londinense», añade Moreno.
El reloj de la Puerta del Sol de Madrid es uno de sus relojes de torre, junto con el del Ministerio de Fomento —no está instalado—, el de la Catedral de Málaga, el del Colegio Naval de San Fernando de Cádiz, el del Ayuntamiento de Sevilla y del colegio de los Escolapios de Getafe. El más famoso es que se instaló en 1855 en la casa de Correos de la capital de España. Fue un regalo que Losada hizo al Ayuntamiento de Madrid, aunque 150 años después todavía no se ha conseguido que la Villa y Corte tenga un recuerdo para el benefactor de la magna obra de relojería que ofrece los cuartos y las campanadas más esperados del año en la Nochevieja. El que oficialmente da paso al año nuevo desde 1962, cuando se iniciaron las retransmisiones por Televisión Española.
La maquinaria de este reloj se considera «una maravilla» pues tiene sonería no sólo de horas sino también de cuartos, los que en más de una ocasión han confundido a los presentadores de la retransmisión televisiva. Cuando las agujas del reloj marcan la hora y cuarto suena un toque de dos campanadas, cuando da la hora y media suenan dos toques de dos campanadas, a la hora y tres cuartos son tres toques de dos campanadas y cuando se completa la hora entera cuatro toques de dos campanadas y a continuación las campanadas de la nueva hora.
Su autonomía de funcionamiento es de una semana, tiene un péndulo que mide tres metros y cualquiera de sus piezas se puede desarmar sin tener que desmontar el reloj. Su característica más singular es el sistema de escape tipo Shelton con un áncora acoplada a una rueda especial en forma de jaula de 30 dientes que impide el retroceso de la rueda, de manera que sólo se retrasa cuatro segundos al mes. «Es un reloj de torre sin igual en toda Europa», dice Juan Ignacio Samperio.
La relojería Losada de Madrid, fundada en 1981 y que nada tiene que ver con el negocio que fundó el leonés en Londres, se ocupa de su mantenimiento. Jesús López sube a la torre de la actual sede de la Comunidad de Madrid dos veces por semana para poner a punto la maquinaria. La tarde de Nochevieja le hace visita de rigor.
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