Por las venas del campeón pinteño corre la competición.
Alberto Contador es uno de esos tipos que sale de casa a dar una vuelta y siempre regresa con una copa
DE MÁS. (Brutthus)
Yo tenía un vecino que hacía algo parecido, gran aficionado al pedal también. El ejemplo de uno nada tiene que ver con el del otro, para cualquier observador con dos dedos de frente. Los que no lleguen a los 10 milímetros de distancia entre las cejas y el nacimiento del pelo, pueden llegar a confundirlos. Ese es el caso del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS).
DE MÁS. (Brutthus)
Yo tenía un vecino que hacía algo parecido, gran aficionado al pedal también. El ejemplo de uno nada tiene que ver con el del otro, para cualquier observador con dos dedos de frente. Los que no lleguen a los 10 milímetros de distancia entre las cejas y el nacimiento del pelo, pueden llegar a confundirlos. Ese es el caso del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS).
TAS no es un monosílabo válido para decir “¿TAS tonto o qué?”, sino las iniciales de tongo, argucia y saqueo. Lo que le molesta a la afrancesada curia ciclista es que Contador cuente sus éxitos por docenas, teniendo el atrevimiento de no haber nacido al otro lado de los Pirineos según se mira desde Pinto. Gabachada es el término empleado con tino por el maestro Eduardo García Serrano para definir este nuevo arranque chovinista capaz de afanar en los despachos lo que se gana en la carretera.
La desorganización de justicia deportiva no ha sido capaz de probar la culpabilidad del corredor y lo condena porque él no ha podido demostrar su inocencia. Así funciona el negocio este del ciclismo, como en el PSOE con Camps, culpable aunque se demuestre lo contrario. Si impera la presunción de culpabilidad, que nadie tome a mal que proclame que los responsables del TAS son una recua de mamarrachos hasta que no demuestren lo contrario. Y ahora ellos que aporten las pruebas que desarmen mi acusación. Son sus reglas.
Se ha pasado de la contrarreloj a la contra Contador, una suerte de persecución de un pelotón de burócratas que confunden la velocidad con el tocino enriquecido. Por las venas del campeón pinteño corre la competición, no un cóctel dopante. Nadie pretenda ver en estas líneas una rabieta carpetovetónica. No hay tal, sólo la constatación de que desde aquel positivo mínimo y casual, al bueno de Alberto le han mirado hasta debajo de las uñas y no le han encontrado ni una molécula sospechosa de nada, mientras seguía pedaleando y ganando títulos.
Por la persecución a Contador sabemos qué es un picogramo, una cifra con más ceros que la nómina de un director de banco intervenido, aunque en este caso a la derecha de una coma. El picogramo se representa así: 0,00000000001. Algún científico debería corroborar si con ese chute, uno se ve capaz de subir Los Alpes aunque sea en vespino. Jamás se han visto sujetos tan sectarios; bueno, en el PSOE sí, pero eso no cuenta porque ahí, aunque vayan a pedales, no marchan sobre ruedas.
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