viernes, 23 de julio de 2010

GUERRA CIVIL: UN REGALO PARA CARRILLO: ENVENENADO

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UN REGALO PARA CARRILLO.

ABC de 31 de Diciembre de 1976

Por Don Torcuato Luca de Tena

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“Un procesado por la Justicia ha sido puesto hoy en libertad provisional”.

Este beneficio, según nuestras Leyes, puede ser concedido “cuando el procesado tenga buenos antecedentes o se pueda creer fundadamente que no tratará de sustraerse a la acción de la Justicia, y cuando, además, el delito no haya producido alarma”.

El hombre para el que se acaba de decretar la libertad provisional, circunstancia que exige “tener buenos antecedentes” y cuyo delito “no haya producido alarma”, es el autor de la siguiente, estremecedora, declaración:

“Yo no condeno la violencia. No estoy contra la violencia. La acepto cuando es necesaria. Y si la revolución va a tener necesidad en España de la violencia, como ha tenido necesidad en otros países, estaré pronto para ejercitarla”.

Estas tremendas palabras no fueron pronunciadas por Santiago Carrillo durante la etapa del Frente Popular español. No fueron pronunciadas por Santiago Carrillo en agosto de 1936 cuando fue designado miembro de aquel “Comité de Investigación” que era el encargado de seleccionar los presos que habían de trocar la celda de la cárcel por el paredón. No fueron pronunciadas por Santiago Carrillo en noviembre de 1936, cuando fue designado en el Madrid del terror consejero de Gobernación con facultades equivalentes a las de un ministro de Policía y Seguridad. No fueron pronunciadas por Santiago Carrillo, insisto, en la época enfebrecida y enloquecida del asalto a las cárceles, de los asesinatos en masa de los presos de la Cárcel Modelo, ametrallados en los patios (cuando Indalecio Prieto exclamó horrorizado su famosa profecía: “¡Hoy hemos perdido la guerra!”), cuando las Brigadas del Amanecer, cuando las checas que él presidió, cuando los Tribunales populares, cuando la gran matanza de Paracuellos, pueblo convertido, según clarividente declaración de Joaquín Calvo Sotelo, en una siniestra y anticipada fosa de Katyn.

Las palabras citadas fueron dichas por Santiago Carrillo el 10 de octubre de 1975. Hace poco más de un año y dos meses. Cuando a Franco le quedaban unas semanas de vida. De modo que esa revolución a la que se refiere, en la que estaría pronto a ejercitar la violencia, no es la de 1936, sino la que sueña para nuestros días. No es la del antiguo Paracuellos del Jarama, sino la de los Paracuellos futuros.

Fueron palabras expresadas ante la famosa periodista italiana Oriana Fallaci, publicadas en el semanario “L´Europeo” en la fecha antedicha y nunca fueron desmentidas.

Otras frases de estas declaraciones son las que siguen: “La condena a muerte de Franco, la firmaría, sí.” “Estoy entre los españoles que piensan que ver morir a Franco en su cama es una injusticia histórica.” “Yo nunca he esperado que Franco muriese y he hecho lo posible para cazarle antes de que muera.” “¡Pienso todavía cogerle antes de que se muera!”.

El párrafo que cito a continuación del hombre al que se le ha reconocido “falto de peligrosidad”, publicado en el mismo documento hace catorce meses, merece analizarse despacio: “Yo no he hecho la guerra civil de verdad, DISPARANDO, MATANDO. He hecho también la guerrilla cuando creía en ella. Durante nueve años. No sé si soy un buen tirador, pero sé que apuntaba con cuidado: para matar. ¡Y he matado!” “No me arrepiento de haberlo hecho”.

Con independencia de que sus nueve años de guerrilla son los que en términos vulgares se denomina un farol, un modo como otro cualquiera de presumir, respecto a las matanzas de la guerra cabe considerar que Carrillo no fue al frente, no luchó en las trincheras, no participó en ninguna acción militar conocida. Y como la misión política que se le confió era en la retaguardia, parece deducirse que los disparos de que habla no fueron efectuados precisamente en lo que se llama “el campo de honor”, sino en las cunetas o frente a los fosos y paredones de los cementerios.

Sus delitos de entonces están prescritos. Pero no olvidados. Frente a los de ahora (salvo que esta pequeña antología reciente no se considere delictiva) cabría preguntarse si no serían canjeables sus penas por un regalo singular: un billete de ida y sin regreso para Moscú. Serían muchos los que contribuirían gustosos a sufragarle unas tan largas vacaciones”.

Torcuato Luca de Tena

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