sábado, 21 de noviembre de 2009

LOS CATALANES DE LAS PIEDRAS YA NO SACAN PANES

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Visto el panorama, la pregunta surge inevitable: los catalanes ¿somos prisioneros de la disyuntiva prosperidad económica a cambio de decapitación política (la fórmula del siglo XVIII en adelante) o declive económico, al menos relativo, con pérdida de espíritu empresarial, a cambio de autogobierno (la fórmula de hoy)? No fatalmente. Rechacemos el dilema. Ambición material y satisfacción política no deben de verse como términos incompatibles, sino complementarios. Catalunya tiene tradición y fuerza suficiente para recuperar el liderazgo económico de España. Por otra parte, cuando el Estado se ha vuelto extremadamente poderoso e intervencionista, Catalunya no puede renunciar a un solo ápice de su autonomía. Una autonomía atenta, eso sí, no solo a la proximidad geográfica del poder decisorio, sino, además, a un uso adecuado de sus resortes. La eficacia del autogobierno pasa por la simplificación o racionalización de sus procedimientos (menos papeleo, más diligencia y atención en los trámites...) mediante una mayor capacitación, implicación y control de los funcionarios que lo sirven. El funcionariado está para funcionar. De conseguirse tales objetivos, liberaríamos capacidad de iniciativa y materia gris para otros menesteres más ilusionantes y reditivos, en beneficio tanto de la economía productiva como de la improductiva.

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